Tengo granos en el culo, todos los que no tengo en la cara, los tengo ahí, repartidos entre los dos cachetes, los tengo de todos los tipos: con puntita blanca, sin ella, dolorosos, indoloros, marca, gemelos, trillizos y hasta algún quintillizo me he llegado a ver. ¿Es algo que no me deje dormir? Pues hora no, pero su día… Madre mía los complejitos con quitarme las bragas antes de la sexación o el traumita con llevar braga de biquini pequeña.

¿Ahora? Les quiero. Les quiero porque he aprendido que son una puñetera maravilla a la hora de alejar a subnormales de mi camino. ¿No te gustan mis granos culeares? Pues a mí no me gustas tú.

Estuve con un chico, de mi gimnasio, sí lo sé, muy romántico, el feeling entre pesas siempre ha sido digno de Sheakespeare. Se hacía el entendido diciéndome cómo tenía que coger el peso, cuánto me recomendaba, cuántas repeticiones estaban bien para cada día… Era majo, también es os lo digo, no voy a ir aquí ahora de badbitch, porque al final si llegué a acostarme con él fue porque me gustaba.

Me vacilaba mucho, teníamos mazo pique, me hacía reír y tenía una polla de grande como un castillo. Sí, queridas. Con el chándal se podía intuir y no me equivocaba. ¿Qué pasó? Pues que quedamos un sábado para cenar, todo genial, fuimos a su casa, abrimos una botella de vino de blanco, el blanco traiciona mucho, a la segunda copa ya nos estábamos comiendo los morros, me cogió en volandas, me llevó a su habitación, me tiró sobre la cama, yo me abrí de piernas dispuesta a la empotración más enorme de mi existencia.

Me cogió en volandas otra vez, me dio la vuelta, me puso a cuatro patas, me agarró las tetas y empezó a hacerme peting, YO ESTABA CASI EN EL ORGASMO. Me cogió los pantalones, me los bajó, me quitó las bragas y se quedó quieto. Yo estaba con la respiración super entre cortada, tardé unos segundos en darme cuenta de que había parado, me giré y me estaba mirando el culo. Le pregunté si pasaba algo y me dijo ‘tía, ¿el culo siempre lo tienes así?’

-Así, ¿cómo?

-Pues así, con tantos granos.

-Pues va un poco a días, pero sí tengo granos.

-Tía, es que vaya bajón, se me ha bajado todo al verlos.

Si hubiera tenido la capacidad para hacer que la tierra se abriera por la mitad, yo me tirara dentro, se volviera a cerrar y no volviera a salir a la superficie jamás, lo hubiera hecho.

Me sentí vulnerable, expuesta, ridícula. Me vestí corriendo y me fui de allí como si me hubieran puesto un petardo en el culo. Llegué a casa y me puse a llorar de la impotencia, me metí en google y empecé a buscar soluciones para los granos del culo, acabé comprándome un exfoliante, una crema y un guante de crin. Estuve SEMANAS sin mirarme el culo porque me daba PÁNICO, se me fue la cabecita.

PERO evidentemente después de MUCHOS días, un poquito de ayuda de mi terapeuta, de esta web y de mis amigas diciéndome VEINTE veces al día ‘tía, no tienes tantos granos’, aprendí a relativizar, a asumir que son parte de mi cuerpo, parte de mí, parte de lo que soy. Soy Sara, tengo treinta y dos años, peso sesenta y ocho kilos y tengo granos en el culo. O compras el pack completo, o te vas al campo a coger flores.

He vuelto a verle en el gimnasio, casi cada día, ahora está teniendo ‘la misma’ relación que tenía conmigo con otra chica que se parece bastante a mí, he estado investigando y al parecer queda con varias a la vez, es un poco hijo de su santísima madre y al parecer enseña nudes que le pasan chicas a los coleguis en el gym. ¿Conclusión? Idiota de libro. ¿Y quién me libró de él? MIS GRANOS, QUERIDAS.

Mis granos me salvaron de tremendo parsero, GRACIAS QUERIDOS, NO VOLVERÉ A ODIAROS JAMÁS.

 

SARA

 

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