En un tiempo muy lejano, cuando no existían las mascarillas y abusábamos de las verbenas, yo, aquí donde me ves, tuve los ovarios de follar en la Gran Vía y por consecuente: mi pequeño momento de fama. He dicho fama, la fama es fama, no hay mala o buena fama. Bueno sí, pero no me importa. A lo que voy: que se me fue de las manos.

Yo estaba pasando por un momento muy bonito en mi vida, había descubierto el sexo hace poco, tenía un novio que me encantaba y pues bueno… Éramos dos nuevos adultos descubriendo los placeres de la vida, abusando intrínsecamente y con muchas ganas de todos ellos, te lo resumo: follábamos a todas horas.

En cuanto sus padres se iban a esquiar o en cuanto los míos se iban a cenar nos metíamos en una casa para matarnos a sudor. Todos los momentos en los que pudiéramos tener acceso a una cama eran muy bien valorados. Cuando aquello no era posible nos conformábamos con un baño, con uno de nuestros coches o lo que fuera. Estábamos con las hormonas en continuo tornado y por si eso fuera poco éramos puro énfasis y desfogue sexual.

Se me cortaba la respiración cuando me golpeaba la espalda contra la pared y le pedía con la entrepierna pérdida de ganas que se corriera para mí. Nos encantaba el sexo y se nos daba de miedo.

Las opciones no eran demasiadas y cuando estás en esa etapa de tu vida parece que la vida te va en follar.

Quedaban menos de 2 horas para que mi chico me recogiera en su coche y me acercara a su casa en Gran Vía.

Allí estaba yo: con una pierna encima del lavabo, con un espejo en la mano izquierda y una cuchilla de afeitar en la derecha. ¿Sabes lo difícil que es afeitarse la intimidad a la perfección? Pasaba largos minutos e incluso sudaba intentando conseguir un resultado que le hiciera pensar que yo jamás había tenido pelo en el coño. Muchas veces, hay que estirar un poco la piel para poder rasurar a la perfección pero claro, ya tienes las manos ocupadas con el espejo y la cuchilla. En serio, nos merecemos un puto Máster por ser capaces de afeitarnos el coño tan bien. Eso sí, sí no me he cortado 100 veces el coño, no me lo he cortado ninguna.

Todo en orden, un flis-flis de colonia, 5 minutos de escozor intenso con saltitos ridículos y me subí las braguitas.

Me subí en su coche y la ropa no nos duró la ropa puesta ni 1 minuto. No pudimos ir más allá de su portal. Nos enredamos de tal manera que nos pusimos a follar allí mismo, en su portal en el puto medio de Gran Vía. Echamos el seguro a la puerta del portal y nos quitamos la ropa.
Me pidió que me sentara sobre la barandilla, me cogió del cuello y bueno… qué te voy a contar ¡Nos pegamos una follada monumental! Él me miraba fijamente con esa mirada de cerdo que se les pone a los hombres cuando se creen buenos en la cama.

Comenzó a sonar el portero automático.

Nos quedamos callados y nos miramos fijamente con los ojos completamente abiertos. Me asomé ligeramente para mirar la puerta: era su tía la que estaba llamando. No nos dijimos ni una palabra, nos quedamos mirándonos fijamente sin saber qué hacer. Me acerqué a la luz del portal para apagarla, entonces el timbre comenzó a sonar sin parar y comenzamos a oír gritos desde la calle.

«¿Quien está ahí?» Comenzó a gritar su tía. Nosotros, sin saber qué hacer, recogimos la ropa cómo pudimos y subimos corriendo las escaleras hasta el último piso del edificio. Nos vestimos y entonces le dije a mi chico «Esto es lo que vamos a hacer, ella está en el portal. Vamos a coger el ascensor hasta el garaje y vamos a salir por allí» Él me miró cuestionando lo que decía y me repitió varias veces «Es mi tía, ¿Por qué no le decimos que somos nosotros?» su solución no era una opción para mí ¿Cómo le digo a mi familia política que me estoy follando a su sobrino en un puto portal? ¡Que no tío!

Terminamos de vestirnos, nos pusimos los zapatos y decidimos coger el ascensor. Mi chico estaba muy nervioso, la camisa la tenía mal abrochada, tenía el pantalón girado sobre la cadera y una respiración muy agitada. Bajamos en el ascensor hasta el garaje donde nos subimos a su coche y salimos del garaje por una puerta lo suficientemente lejana al portal como para que no nos reconocieran.

«¡Dios mío, ha llamado a la policía!» Gritó mi chico. Miré asustada y vi a la policía intentando abrir la puerta del portal. Vi por lo menos a 7 policías armados que estaban subiendo las escaleras de dos en dos, me asusté y le pedí a mi novio que nos fuéramos rápido.

Nos cuestionamos muchas veces si seríamos capaces de ocultar aquello, si alguien se daría cuenta algún día y mientras nos reíamos de la situación empezó a sonar mi teléfono.

«¿Puedes venir a recoger tu cartera y tu lubricante por favor?» Me dijo la madre de mi novio.

¿Cómo puedo tener tan mala suerte? Se me había caído la cartera en el pasillo y me había dejado el bote de lubricante en las escaleras. Me pidieron que acudiera y allí fuimos Gabriel y yo, sin saber muy bien qué decir.
Los policías hicieron muchas bromas al respecto y todo acabó de una manera cómica aunque nos dijeron que varias personas nos habían grabado y habían grabado la intervención policial. Mis padres se enteraron, no lo dudes ni por un momento. Se enteró toda la familia y media ciudad de que me habían grabado por follar en Gran Vía.

Los vídeos estuvieron circulando más de 1 mes y aunque la gente me decía “Joder como las lías, menuda crack” a mí no me hacía nada de gracia e intentaba evitar el tema a toda costa.

Y claro, como te puedes imaginar, es un tema recurrente en las comidas y cenas familiares: Sí, todo maravilloso.

M.Arbinaga