El otro día leía en un artículo de Novalife que el sexo matinal es el desayuno de los campeones. Vamos, lo que viene siendo un polvete matutino de toda la vida. Pero a pesar de todas las ventajas que comenta el artículo, qué queréis que os diga, yo por las mañanas no estoy para darle al folleteo. Así que no, lo del sexo para desayunar no es mi fuerte.

Y sí, que ya sé que muchas sois firmes defensoras de estos polvos, pero yo me quedo con los de la siesta.  Pero es que donde el artículo todo son ventajas, yo no veo más que inconvenientes:

  • Mi mente y mi cuerpo no están coordinados. Mi mente se puede activar rápido, pero mi cuerpo va por libre. Consume lo suficiente para salir de la cama y prepararse un café. Punto. No le pidas más porque no hay manera. No se pone a tono.
  • Acabo de mala leche. Porque claro, yo puedo intentarlo, pero como he dicho mi cuerpo no me hace caso. Así que se queda más seco que la mojama y ahí no entra nada. Vamos, que empiezo el día de puta pena y a mí ni me refuerza el estado de ánimo, ni me quita el estrés, ni ostias.
  • Lo de fortalecer la relación lo dejamos para otro momento. ¿Cómo un momento que me genera frustración va a fortalecer nada? Vamos, que si del sexo para desayunar dependiera, yo estaría soltera. No a los polvos frustrados. 
  • El aliento mañanero. Lo siento pero no. Yo quiero a mi pareja con locura pero soy un poco maniática con estas cosas. No soporto esa sensación de boca pastosa nada más despertarte. Cómo para ponerme a dar besos como si no hubiera un mañana. ¿Será por eso que mi cuerpo ni se inmuta?
  • Me obliga a ducharme. Yo soy de las que se ducha por las noches. Adoro esa sensación de meterme en la cama limpita. Así que si me pongo a darle al mambo por la mañana, tendré que volver a ducharme otra vez sí o sí. Porque ya que estoy, o se hace bien o no se hace, las cosas como son. Y como mi cuerpo asimila la ducha con el dormir, cuando me ducho por las mañana luego me entra una morriña que no hay quien me espabile.
  • Adoro dormir. Le robo al despertador hasta los últimos minutos para poder dormir. Así que soy de las que va con el tiempo justo para arreglarse y salir. Y lo siento, pero ponerme antes el despertador para echar un polvo no entra en mis planes. Por no hablar de que luego iré como loca por la casa porque llego tarde.
  • No he evacuado. Llamadme loca, pero yo soy de las que sale de casa cagada y comida. Y mi reloj intestinal lo sabe. Así que no es de extrañar que me entren ganas de ir al baño en plena faena. Vamos, que todo el clima se va a la mierda. Y nunca mejor dicho. Así que pasamos de nuevo al punto 2.
  • El orgasmo es un quiero pero no puedo. ¿Que llego al orgasmo? Claramente. ¿Es igual de intenso que el resto? Ni por asomo. En mi caso, no tienen la intensidad que otros a otras horas del día. Por lo que tampoco tengo la sensación de que me esté perdiendo nada del otro mundo, sinceramente.

En definitiva, que el polvete matutino no está hecho para mí. Muy a pesar de mi pareja, que opina todo lo contrario. Y esto no significa que no lo haya hecho. ¡Vaya que si lo he hecho! Pero al final, prefiero otras opciones, simplemente. Quizás el sexo para desayunar no vaya conmigo, pero dame un par de horas después de despertarme y prepárate, que vienen curvas.

¿Y a vosotras? ¿Os gusta el sexo para desayunar?