Follodrama: cuando descubrí que me había enrollado con mi casero

En ocasiones anteriores os he hablado de mis experiencias locas en pisos compartidos: compañeros guarrísimos o que acoplaban a sus parejas sobrepasando los límites… aun así, nunca imaginé que me vería protagonizando semejante culebrón.

Yo vivía feliz e ignorante buscando piso en Madrid y topé con uno que me encantó en todos los sentidos. Durante mi visita, los que serían mis futuros compañeros me hablaron un poco del casero. Me dijeron que era bastante joven, muy enrollado y que aquel piso lo había heredado de su familia. 

A los pocos días, cuando ya me decidí por aquel piso, me pasaron el contacto del casero para formalizar los trámites del alquiler. Cuál fue mi sorpresa que, aquel mensaje tan formal, tipo “Buenos días, soy el propietario del piso tal en la calle cual…” iba aparecer precedido en el chat por otro mensaje de hacía un par de años. Y no se trataba de un mensaje cualquiera, no. Decía: 

― Lo de anoche fue mágico, deberíamos volver a quedar para ver si vuelves a hechizarme.

¿¿¿EN SERIO???

No. No tenía guardado su contacto, pero nada más leerlo supe quién era. El mundo es un pañuelo, joder, ¡de las Polly Pockets! ¿Cuántas probabilidades había de que aquel rollo de una noche al que dejé en visto se fuera a convertir en mi futuro casero?

mi casero

Volviendo al mensaje, cuando lo leí y me di cuenta del percal, me quise morir un poquito. Recé a todas las deidades que se me cruzaron por la mente mientras enviaba captura del mensaje a mis amigos. Rezaba para que el tipo hubiera borrado el chat al ver que pasé de su culo. Rezaba para que no me reconociera en la foto de perfil con mi alisado de keratina. Me veía llegando a la firma del contrato con mascarilla y gafas de sol, fingiendo conjuntivitis y un contacto estrecho con un positivo. Soy lo peor.

En cuestión de minutos empecé a recibir mensajes de mis amigos diciendo “NO PUEDE SER”; riéndose de mí y compadeciéndose a partes iguales. Estaba que me subía por las paredes de los nervios y de la vergüenza y, claro, con tanto agobio y tantos chats abiertos LO ESTABA VOLVIENDO A DEJAR EN VISTO. 

mi vecino

Un rato después, cuando estuve algo más calmada, me digné a contestarle haciéndome la tonta, tal y como me había sugerido mi grupito particular de bullies a lo que profeso un profundo amor-odio. Y lo cierto es que la cosa fue bien. Mucho mejor de lo que esperaba.

Mi yo más agorero, ese que se lleva manifestando desde mis primeros exámenes de Conocimiento del Medio, se visualizaba en una firma de contrato muy incómoda, con silencios incómodos, empezando con mal pie con los nuevos compañeros de piso y viéndose obligada a dar muchas explicaciones absurdas e innecesarias para tapar toda esa mierda que me estaba infartando y que no quería que saliera a la luz. Mi otro yo, más zen y despreocupado, pensó que, en el peor de los casos, tendría que buscar otro piso, pero que igualmente no era el fin del mundo. 

Al final hice todo ese llanto por nada. El tipo no se acordaba de mí, me debía haber borrado el chat, y de haberse acordado se la pelaba completamente. Me dijo de hacer la firma online y yo casi lloro de pura felicidad. Bendita tecnología.

love

Mis amigos se alegraron por mí, pero les jodí el culebrón en la cúspide del salseo según sus declaraciones. 

ELE MANDARINA