Tengo las mismas preocupaciones que cualquier mujer al tener una cita: podar la zona (o no, depende de tu gusto), estar aseada, buscar ropa mona para causar buena impresión… pero no me imaginé que la atención de ese tipo iba a recaer en una parte específica de mi cuerpo…

Habíamos salido ya en dos citas, era la tercera y todos sabemos lo que eso significa. Me arreglé en el baño del trabajo después de una jornada completa y le dediqué mi atención a las zonas que pensé le interesarían. 

Sin embargo, después de entrar en su carro y los saludos, poco después de un pequeño beso y toqueteo, me hizo una petición  muy inusual:

“Quítate los zapatos” ahí, en el carro, después de apenas un mísero beso.

Tengo que recalcar que llevaba todo el día en esos zapatos. Tengo pies normales, pero no me había hecho la pedicura ni nada por el estilo. Apenada y dudosa, lo complazco y me los saco, después de más de ocho horas, por supuesto que mis pies estaban magullados y sudados. Esperaba que eso fuese todo, y él solo quisiera verlos, pero no. Me tomó por los tobillos y los puso en su regazo. A ese punto solo estaba esperando que no olieran mal, no sufro de mal olor en los pies, pero después de todo el día trabajando, tampoco podía pretender que desprendieran aroma a flores.  

Le propuse llevar la fiesta a otro lado, desesperada por desviar la atención de mis pies, pero decir que estaba embelesado con ellos, era poco. Los miraba con adoración, y no me había mirado así ni la cara… ni el escote.  Me dijo que eran preciosos y lo desestimé. Tengo pies normales, normalísimos.  

Cuando acercó uno de ellos a su rostro, consideré seriamente salir corriendo del carro.

“Por favor que no lo bese, por favor que no lo bese”

Pues no lo besó, a menos que consideremos aquello como un beso francés. Metió mi dedo gordo en su boca y chupó como si su vida dependiera de ello. Había esperado que me chuparan algo esa noche, pero no, no el dedo gordo del pie. 

Dos citas habíamos tenido, no más. Y aquello era demasiado íntimo y anti higiénico para mi gusto. Lo dejé chupar porque digamos que estaba paralizada, entre horrorizada y mortificada. Era un tipo guapo, amable, y atento, pero que se excitara así con el dedo gordo de mi pie sudado después de un día de trabajo fue demasiado para mis gustos tradicionales y conservadores. Me salí del auto a la primera oportunidad, cojeando un poco por el par de dedos adoloridos.

Firma: anónimo.

  

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