Estaba yo tranquila tocándome el higo en el sofá de mi casa cuando me llegó una notificación al móvil.

“Dani García te ha enviado una solicitud de amistad”.

“¿Eing?”, pensé. “Pero si yo no conozco a ningún Dani García… ¿Quién es este pavo?”. Y me metí a cotillear su perfil. Y recordé… Vaya si recordé. Y como las historias graciosas, humillantes, románticas o dramáticas hay que compartirlas, aquí me tenéis dándoos la chapa.

Antes de nada, os quiero poner en situación. Dani García es un tío con los huevos más grandes que la talla XXL del Mercadona. O si no me explicáis porque después de 4 años, CUA-TRO, sin saber de su vida, viene a dar por culo justo ahora.

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Dicho así parece que este muchacho fue muy importante en mi vida, un exnovio o alguna movida seria, pero no. En realidad hasta hoy no sabía ni su apellido. Simplemente era un tío que conocí de fiesta.

Creo recordar que era el cumpleaños de una de mis amigas, porque ese día salimos todas y eso es bastante raro. Estábamos en un bar en el que la música era 100% ochentera, y yo ya estaba más reventada que Rapunzel después de desenredarse el pelo. Me iba a ir a casa, y de repente me interceptó Dani. Empezamos a hablar y me animé a tomarme una cerveza más.

Era un momento de mi vida en el que mi autoestima era un poco mierdera, así que la técnica de ligoteo de Dani funcionó a la perfección. Básicamente me comió la oreja contándome las mismas frases románticas que le diría a todas las tías para llevarme a la cama. No me juzguéis, era joven e insegura.

El caso es que después de engatusarme, empezó a soltar bastantes comentarios de fantasma. “Mi ex tuvo 25 orgasmos conmigo”, “todas las tías con las que he estado dicen que soy el que mejor se las ha follado”, “nadie te va a comer el coño como yo”. Ahora mismo huiría haciendo el moonwalk, pero entre la borrachera, el cansancio y los complejos le seguí el rollo.

Acabamos en mi casa y fue desastroso. Intentó meterme un dedo por la uretra, y cuando le dije que eso no era mi vagina se ofendió. Que él ya sabía dónde estaba cada cosa, pero era una técnica para darme placer que con otras funcionaba. “Estarás mal hecha”. Y aun así, no le mandé a tomar por culo. Error mío, I know.

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Después de intentar hacerme el lío y follar sin condón, accedió de mala gana a ponérselo. Me la metió un par de veces y se corrió. Fin del cuento. No os penséis que intentó darme placer a mí para que alcanzase el orgasmo. Nanai.

Fui al baño y cuando salí estaba dormido, así que me dio palo despertarle y me metí en la cama. Al rato (después de contarle el follodrama a mis amigas) me quedé medio dormida y empecé a notar movimiento. Se estaba levantando de la cama.

No quise decir nada. Simplemente fingí estar dormida y agradecí al universo no tener que despedirme de él. Pero de repente escucho como se abre un cajón. Llamadme paranoica, pero lo primero que pensé era que me estaba intentando robar.

De un golpe me levanté, encendí la luz y le pregunté que qué coño estaba haciendo. Efectivamente, me estaba intentando robar unas bragas (no me preguntéis el por qué, tal vez se equivocó de cajón o era un fetiche raro suyo), y del susto tiró la lámpara de cristal que tenía en la mesilla partiéndola en mil pedazos y clavándose un cristal en el dedo.

¿Sabéis lo peor de todo? QUE ENCIMA SE PUSO CHULO. Me dijo que me iba a demandar por la herida del dedo. Yo no me podía creer nada.

Le eché de mi casa y guardé esta historia en mi memoria como una historia del peor polvo de mi vida, pero al parecer los protagonistas de los follodramas son como el Guadiana, que aparecen y desaparecen cuando les da la gana.

 

Anónimo

 

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