Follodrama: El que me chupó los orejotes hasta sacarme el cerote

 

Quiero empezar explicando un par de cosillas:

  • Apenas conocía al chico del que os voy a hablar.
  • Estoy un pelín obsesionada con mi higiene auditiva.
  • Y él también tenía una obsesión…

Uy, al final han sido tres cosillas.

Prosigamos.

Conocí a este chico en una cita a ciegas concertada a través de un amigo común. Yo no tenía muchas ganas, pero es que mi amigo es muy insistente. Pesado. Un poco coñazo cuando se pone. Y no paraba de decir que haríamos superbuena pareja, que éramos supercompatibles y un montón de supermovidas más.

Accedí a quedar porque necesitaba que parase de romperme la cabeza con el tema. Nos montó la cita de marras en tiempo récord y, honestamente, lo pasé que te cagas. A mi colega no se lo dije con esas palabras, porque después de la turra que me había dado, ni de coña admitía que tenía razón. Ya se lo diría cuando le entregáramos la invitación a la boda.

Pero bueno, el caso es que lo habíamos pasado muy bien. Que el chico en cuestión tenía un puntazo, que me habían quedado ganas de más y que volvimos a quedar otras dos veces.

Fue en esa tercera cita cuando me dije que había llegado el momento de ir más allá de las cenas y las copas. En parte porque ya no tenemos edad para estar pelando la pava. En parte porque, en algún momento de la velada, el chaval se había sentado a mi lado y me había puesto a mil con sus besitos en el cuello y sus mordisquitos en la oreja.

Como era tan amigo de mi amigo, di por hecho que me podía fiar de él y que ir a su piso no suponía ningún peligro.

 

Follodrama: El que me chupó los orejotes hasta sacarme el cerote

 

Nos fuimos a su casa, sirvió algo de beber, se sentó a mi lado y retomó los besos, las caricias y los mordiscos donde los había dejado.

Y, al principio, pues bien, pero luego… ya no tanto. El tipo empezó a lamerme las orejas con un ansia que a mí no me parecía ni medio normal. Aunque quizá mi desagrado tenga algo que ver con la obsesión que os comentaba.

Veréis, yo me lavo las orejas y los oídos con profusión cada día, porque siempre tengo la sensación de que tengo cerumen… Me gasto una caja de bastoncillos al mes. En serio, yo me limpio y me limpio y, la verdad, siempre saco algo. Así que se entenderá que tener la lengua de alguien en mi pabellón auditivo, lo único que me pone es nerviosa. TENSA.

Una cosa es que te den un mordisco suave en el lóbulo, otra, muy distinta, sentir la punta de la lengua intentando alcanzar el córtex cerebral. Una cosa es alternar besos aquí con besos allá, y otra que el tipo me comiera la oreja como si fuera la almeja.

Os prometo que yo quería aguantar. Intenté convencerme de que no era nada extraño ni se estaba demorando demasiado en pasar a otra cosa. Quise creer que era lo que me parecía a mí a causa del complejo que tengo con mi higiene auditiva.

Pero no era eso. Y, aunque creí que se le pasaría cuando acabáramos con los preliminares, cuando empezamos a follar fue aun peor. Venga, ahí, dándolo todo y con la puta lengua entrando y saliendo de mi puto oído. Literal que hubo un momento que sentí como cuando se te ha quedado agua después de bañarte en el mar.

Por no decir nada de lo desagradable que es estar todo el rato escuchando ese sonido como de succión húmeda. Súmale mi pánico creciente a que se le quedara una bolita de cerumen pegada o algo. Puaj. Ascazo terrible.

 

Follodrama: El que me chupó los orejotes hasta sacarme el cerote

 

Probé a ponerme yo encima hasta en dos ocasiones y nada. El tío se incorporó y volvió a la doble penetración auditivo-vaginal. A mí así me era imposible concentrarme y, como mis sutiles intentos de que dejara la lengua dentro de su boca no funcionaron, no me quedó más remedio que cortarle el rollo con una excusa y marcharme de allí.

Porque os juro que se me han quitado las ganas de que me toquen las orejas para lo que me resta de vida.

¿Os parece normal su comportamiento? ¿Os ha pasado algo similar alguna vez? No quiero hacer el chiste, pero venga, soy toda oídos.

 

Anónimo

 

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