Follodrama: el que se cagó en mi cama

 

Yo ahora estoy en un momento de mi vida en el que quiero estabilidad, un amor apasionado pero que me de paz al mismo tiempo y las cosas estén tranquilas. Sin vaivenes emocionales, digamos. O me he hecho sabia, o vieja o ambas, pero el caso es que unos años atrás, era más aficionada a las emociones fuertes (y los palos que me llevé). 

Pero en este caso, lo que recibí fue un presente totalmente inesperado. 

Me estoy refiriendo a un casi algo con el que estuve, quien fue más «casi» que «algo», porque la cosa no duró ni dos semanas. Era periodista del diario de su ciudad, tenía un podcast y una «ex loca». ¡Red flag, queridas! Se denominaba feminista, pero en mi propio blog de violencia de género me decía lo que debía o no escribir, y más aún, que según qué cosas no debía decirlas. ¡RED FLAAAAAAAAAAAAAG!

Pero bueno, una de las últimas noches que pasamos juntos, en vista de que él tenía un viaje en ciernes y no sabíamos cuándo íbamos a volver a vernos, decidimos hacer una cena romántica en casa… con el consiguiente polvazo posterior, se entiende. 

Pedimos mejicano, y me di cuenta de que se lo condimentó bastante. Le advertí de que fuera con cuidado, pero me dijo que a él le encantaba el picante y no le di mayor importancia. Tras la cena y unos cuantos «no, no, no me apetece nada más» y «dejemos estar las copas», nos dispusimos al fornicio del bueno.

Ay, amigas. Estaba él ahí dándole encima con todas sus ganas y todos sus gritos (no me molestan los gemidos masculinos, al contrario, solo que ese misionero me decía más bien poco). De repente oigo que grita con todas sus fuerzas, y yo me quedo petrificada, pensando: «¿Tan fuerte se ha corrido?». Ya cuando estaba pensando que mi coño era la cueva de los mayores placeres, veo que sale corriendo todo rojo y con algo bajando por sus piernas. Algo marrón. Se encierra en el baño mientras yo miro la cama: oh, joder. ¡Se había cagado mientras follábamos! Qué asco y qué todo, casi poto allí mismo. Cuando me tranquilicé, le pedí que, por favor, se encargara él de tirar las sábanas al contenedor y que necesitaba darme una ducha (con salfumán, a ser posible). 

Le dejé durmiendo la indigestión en mi dormitorio (qué pestazo, no se podía ni entrar), y yo me fui al sofá a pensar en mi vida, en el universo y en el sentido de todas las cosas. 

EGA