Todos vivimos momentos vergonzosos o más o menos bochornosos que prefieres dejarlos en un rinconcito de tu mente y no volver a tocarlo jamás de los jamases.

Pues bien, a mi me paso una de esas situaciones que te encantaría tener el botón de DELETE y pulsarlo como una loca hasta que se borrara de tu mente para siempre.

Hacía un tiempo que unos amigos me habían presentado a, llamémosle Mario. Era un amiguete del novio de mi mejor amiga, y como estaban en ese momento de enamoradísimos de la vida, querían que todo el mundo soltero a su alrededor tuviera lo mismo que ellos.

Pues bien, un día el tal Mario me escribió por Whatsapp y empezamos a hablar. Lo típico de lo típico, a que te dedicas, aficiones, si eres más de perros que de gatos, que si te gustan las series, etc.

Quedamos un viernes para tomar unas cervezas cenar y ver lo que pasa. Casualmente Mario conocía un restaurante buenísimo cerca de su casa.

Yo aquí ya estaba pensando que esa noche iba a fornicar sí o sí como una jamelga empedernida y la idea me parecía más que bien. Pero Murphy que es un poquito HIJO DE PUTA inoportuno, decidió que ese era el día perfecto para que se me adelantara la regla.

No contenta con aparecer 4 días antes de lo estipulado, aquello parecía un grifo. No paraba de sangrar como un cerdo el día de la matanza, pero no quería cancelar la cita con Mario de una forma tan precipitada. Total si ese día no nos apetecía hacer mucho tampoco pasaba nada.

Me puse monísima de la muerte, me cambié la copa menstrual para llevarla bien vacía y para allá que me fui. Llegué puntual pero él ya me estaba esperando en la puerta. Nos saludamos y para dentro que fuimos.

La noche fue súper divertida, bebimos unas cuantas cervezas cenamos muy bien y la verdad que el tal Mario no solo me entraba por los ojos, si no que tenía un no sé qué, que me tenía totalmente prendada.

No tardó en aparecer la propuesta de ir a su casa, y yo la verdad que tenía unas ganas locas de comérmelo entero, aunque no hiciéramos mucho más, quería besarle hasta desgastarlo.

Como os comenté su piso estaba relativamente cerca por lo que no tardamos nada en llegar. La verdad que tenía muy buena pinta, era pequeñito pero todo muy limpio y recogido, gesto que agradecí enormemente.

Uno limpio por fin

Nos sentamos en el sofá, y mientras nos tomábamos otra cervecita seguíamos hablando un poco de todo.

El problema vino cuando no solo me empecé a mear como una loca, si no que sentía que unas pequeñas gotitas estaban empezando a humedecer mi tanga, y no hijas mías, no era lubricación, sospechaba que había rebosado la copa y eso iba a parecer la matanza de Texas.

Con toda la elegancia que me caracteriza le dije que necesitaba ir un momentito al baño. Y ahí que me encerré, dispuesta a mear todas las cervezas de la noche y a cambiarme la copa.

Gracias a Dios, solo había manchado un poquito pero sabía que ya tenía que cambiarla. Después de hacer pis me saqué la copa con gran maestría pero justo cuando iba a vaciarla se me resbaló de los deditos yendo a parar justo al váter con mi querido pis más toda la sangre.

Mi cara en ese momento fue un absoluto PANIC ATTACK, no solo porque mi copa estaba flotando en mi pis y demás fluido, si no que la tenía que sacar de ahí con LA MANO, porque no encontraba nada a mi alrededor que me pudiera ayudar (la escobilla la descarté al momento porque era blanca blanquísima y se iba a notar mogollón).

A todo esto os diré que, soy la persona más escrupulosa del mundo, y solo de pensar en meter la mano ahí me estaba dando unas arcadas que para qué.

Ahí me veía yo intentado acercar mi mano a eso, y os juro que me veía incapaz y mis tripas se seguían muriendo una y otra vez del asco, por lo que pasó lo peor que podía pasar….

Si amigas mías, VOMITÉ, vomité cual niña del exorcista, toda la cena y las cervezas. Eso sí, tuve el gran detalle de hacerlo dentro del váter por lo que no manché nada de nada, pero claro no mejoró pero nada la situación para sacar a mi pequeña amiga de ahí.

 

Por lo que decidí lo que solo una cobarde haría o lo único que tenía lógica para mí en ese momento, tirar de la cadena una y otra vez como si no hubiera un mañana.

Cuando vi que todo lo que mi cuerpecito había echado en ese baño había desaparecido, bajé la tapa, salí del baño y más roja que un tomate le dije que me encontraba indispuesta y que me tenía que ir (recordando además el detalle que estaba con la regla y no tenía ni mi copa ni nada a mano).

Huí, si. Huí de la escena del crimen como la cobarde que era y sin querer mirar atrás rezando porque Mario nunca supiera lo que había pasado en ese baño.

Lo mejor fue cuando llegué a casa y tenía un mensaje del susodicho con una foto… con más miedo que vergüenza abrí el mensaje y ahí estaba, una foto del váter con mi copa flotando en medio y con un texto de “¿esto es tuyo?”

pillada

Me habían pillado con todo el equipo y tuve que confesarle todo lo que había pasado al pobre de Mario. La sorpresa vino cuando se descojonó de la risa y me dijo que no pasaba nada que era una tontería…

3 años después de esa cita él sigue contando esa historia que cada vez me da más risa que vergüenza, y ese fue el comienzo de nuestra gran historia de amor.

 

Anónimo

 

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