Corría el año 2000 y una acababa de entrar en el nuevo milenio estrenando mayoría de edad y muchas ganas de comerse el mundo. Me creía yo ya muy adulta y por eso cuando en verano el chico con el que veranos atrás había perdido la virginidad empezó a mirarme en plan intensito, decidí provocarlo todo lo que pude para que se lanzara de nuevo.

La cosa es que en una de las noches de fiestas del pueblo donde veraneábamos, después de beberme hasta el agua de los floreros y después de calentarme con Alex a mil, vimos que íbamos cachondos como monos y que teníamos que buscarnos un buen sitio por los oscuros del pueblillo para darle rienda suelta a nuestras ganas. 

Para podernos escapar a una parcelaria lejos de cualquier interrupción, Alex tuvo la brillante idea de entrar a su casa a por las llaves del coche de sus padres. Por si alguien no sabe, las casas viejas de pueblo, al menos la mayoría de las que conozco, tienen la peculiaridad de que crujen, crujen mucho, así que celebramos, con un magreo calentorrísimo sobre el capó de su coche, que había entrado en plan ninja a por las llaves y que había salido airoso de su casa. 

El magreo se nos iba de las manos por momentos y aquello no había quien lo parara. Aprovechando que era de madrugada y que por allí no pasaba nadie, contra aquel coche nos hicimos de todo lo que se nos ocurrió y más. Cuando llegó el momento de meterla y Alex fue a buscar los condones a la guantera del coche, cuál fue nuestra sorpresa que, mientras él con una mano abría la puerta del coche y con la otra sujetaba mi mano en su entrepierna, vemos a su señora madre con los ojos como un búho, mirándonos entre medio dormida, sorprendida y horrorizada por la ventana que teníamos a medio metro y a nuestra altura.

Si hacía unos instantes ardía por el calentón, en aquel momento hubiera podido morir por combustión espontánea de la puta vergüenza. La buena mujer parecía bloqueada, como cuando encuentras un animalito en el medio de la carretera de noche y le das las luces y no se mueve, pues así estaba aquella buena señora. No sé cuánto tiempo llevaría allí, pero desde luego que le habíamos dado un buen espectáculo a la señora.

Nos recompusimos como buenamente pudimos muertos de la vergüenza y mientras me ponía la camiseta yo no paraba de decir perdón, perdón, perdón… Debimos de darle mucha lástima, porque la mujer abrió la contraventana y nos dijo que dejáramos de hacer el imbécil en la calle y que podíamos subir a una habitación que allí nos iba a ver cualquiera.

Entré medio escondida tras la espalda de mi amigo en su casa, sin poder mirar a la mujer a la cara. Y ya como estocada final a lo poco que me quedaba de dignidad, justo antes de cerrar la puerta de la habitación, tuvo a bien preguntarme la señora que si yo era la nieta de la Daría. Sí Pili si lo soy, le mascullé mientras Alex cerraba la puerta. 

En circunstancias normales aquello me habría cortado el rollo de raíz, pero iba demasiado borracha y no sabéis lo cachondísima que me ponía aquel chico. Así que, entre risas retomamos el tema, procuramos no hacer demasiado ruido y rematamos la faena por todo lo alto. Sobra decir que me escapé antes del amanecer y que estuve rehuyendo, sin mucho éxito debo confesar, a la señora el resto de las vacaciones.

Gente, ya sabéis, nunca nunca subestiméis el oído de una madre y si vais a follar, lo primero es comprobar que no os vayan a pillar.

 

Morgana

 

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