Todavía recuerdo ese mensaje. El mensaje con el que ponías fin a un año y medio de amor y varios más de amistad. No tuviste ni el valor de enfrentarme. Y cuando te reté a hacerlo, simplemente no había nada más que añadir. No supe nada de ti en un tiempo, pero sabía que volverías. Siempre lo hacías. Sólo que esa vez, sólo pude darte las gracias por haberte ido.

Porque éramos la pareja perfecta decían. Y yo me lo creí. Quise creer que eso que teníamos era un amor sano. Amor del bueno. Pero me equivoqué. El primer amor es lo que tiene. Que te ciega de manera tan inusual e intensa, que nunca se olvida. Y ciertamente es así, nunca te he olvidado. Lloré, sufrí y te maldije mil veces. Pero con el tiempo, sólo puedo  darte las gracias por haberte ido y por todo lo que aprendí contigo:

  • Aprendí que el amor no hay que mendigarlo. El amor se vive y se siente. Sale de lo más profundo. Y si tienes que pedirlo, no es amor.
  • Aprendí que mi valía no depende de un: Qué guapa estás hoy. Porque en todo ese tiempo nunca oí esas palabras. Y si lo pensaste, nunca lo compartiste conmigo.
  • Aprendí que la implicación debe ser recíproca. Que ambas personas deben estar al 100% en la relación. Y que no es justo que todo el peso recaiga en una de ellas.
  • Aprendí a que no debo tener miedo a decir lo que siento. Porque cuando tienes miedo de compartir tus sentimientos con otra persona por temor a su reacción, es que algo va mal. Muy mal.
  • Aprendí a que yo soy la única que puedo decidir qué ponerme. Y que nadie tiene el poder ni el derecho de decidir lo corta que es esa falda.
  • Aprendí a que si hay algo que no quiero hacer, siempre debo decir no. Porque cuando evitas ciertas situaciones por el miedo a la reacción del otro cuando lo rechaces, es que esa relación no es sana.
  • Aprendí que mi talón de Aquiles es el chantaje emocional. El problema es que tú lo aprendiste antes que yo. Bien lo sabes. Lo bueno es que he aprendido a detectarlo a leguas y mantenerme firme.
  • Aprendí a que lo normal cuando dos personas se quieren NO es discutir todo el día. Aunque esto quizás se lo deba atribuir a mis parejas posteriores. Que consiguieron eliminar la ecuación de mi mente de que cuanto más discutes, más te quieres.
  • Aprendí que amor no es controlar a la otra persona. Ni tener que estar disponible cuando la otra parte considere. Amor es volar libre. Pero volver a casa siempre porque es dónde realmente quieres estar.
  • Aprendí que las palabras se las lleva el viento. Y que lo que cuenta son los hechos, el día a día. Por muchas palabras bonitas y poemas de amor que compartieras conmigo.
  • Aprendí que puedo equivocarme mil veces y puedo llegar a doler con mis inseguridades. Pero no por ello merezco ser castigada y rendir penitencia ante nada ni nadie.
  • Aprendí a saber lo que quiero y lo que no en una relación. Porque hay errores que no volveré a cometer.

Así que gracias. Gracias por haberte ido. Porque hubo momentos maravillosos, claro que sí. Pero también sufrimiento. No supimos querernos. No al menos como a mí me gusta querer. Por eso agradezco cada una de las cosas que aprendí contigo. Porque me ayudaron a encontrar a alguien que realmente me quiere como yo quiero que me quieran. Y al que yo quiero de la mejor manera que sé.