En mi familia hay dos personas enfermas, ambas conformando una unidad familiar en sí mismas. Para recibir ayuda, tienen que salir de sus respectivos núcleos familiares necesariamente, porque ellos son los únicos integrantes de los mismos. Y, por cercanía, son mi madre y mi tía las que acuden al rescate con más frecuencia. 

Pero ambas tienen una perspectiva muy distinta que hace que los roces afloren. Mi madre considera que es su deber cuidarles, porque no tienen a nadie más, por lo que se ha echado una responsabilidad que se une a su trabajo, su marido y su casa. Mi tía, en cambio, no se siente en la obligación de cuidar de ellos, ni por vínculo ni por responsabilidad afectiva. 

Yo estoy en medio de ambas. Quiero entender a una y a otra, pero mi madre se empeña en llevarme a su terreno. Ella lo ve claro: hay que asumir el cuidado de los familiares enfermos y, si mi tía da un paso atrás, es egoísta por obligarla a que ella dé dos adelante. Obvia que su hermana también tiene problemas físicos y psicológicos, que aunque quisiera no podría asumir más tarea de la humanamente posible y que no siente que le deba nada a sus familiares enfermos. Porque no ha habido reciprocidad. 

En cierta ocasión, cuando se lo expuse a mi madre, ella me dijo:

Sí, hija, sí. Tú ponte de su parte. Y sigue yendo a la psicóloga, que te va muy bien. Como le ha ido a ella

Fue un ataque muy agresivo y directo, pues es frecuente que ella no mida sus palabras ni se detenga mínimamente antes de decir lo que le pasa por la cabeza. Tampoco se disculpa después, pues considera que tiene derecho a desahogarse y, con todo lo que tiene encima, si no fuera por esas salidas de tono con las que se queda a gusto no aguantaría. El mío y el de ella son dos puntos de vista diferentes a la hora de deshacernos de nuestras propias mierdas: yo la gestiono como puedo desde dentro, y ella la lanza con su catapulta verbal sin importar dónde cae. 

  • Poner límites no es egoísta

No entra en la cabeza de mi madre que alguien pueda desentenderse así de un familiar enfermo. No por el gen cuidador, que es una gran mentira, pero sí por un asunto cultural. Porque su abuela cuidó a la familia y después lo hizo su madre, a la que prometió que no dejaría desprotegidas a las dos personas que ahora se hallan enfermas. 

Ella ya me había dado su opinión en alguna ocasión, la de que su hermana se estaba enfocando demasiado en sí misma y poco en los demás. Que enseguida la sobrepasaba todo y que es incapaz de sacrificarse por nadie. Cabe destacar que mi tía no tiene hijos/as, y ese es un argumento que mi madre usa con frecuencia para validar su teoría de la supuesta falta de capacidad de sacrificio. 

Mi tía, como yo y como tantas otras personas en el mundo, intenta gestionar sus movidas a través de la psicoterapia. Mi madre debe de tener la visión de que en consulta nos dicen que pasemos de todo y de todos/as y que nos peguemos la vida que merecemos, e incluso teme que mi psicóloga le haga ver que ella es un elemento de agitación para mí. Que me solivianta. Lo que, obviamente, no es así. 

Hay una cosa que sí nos enseñan en terapia, y es que poner límites para salvaguardar tu salud mental no es egoísta. Y priorizarte tampoco lo es, porque nadie mejor que tú misma va a cuidar de ti. 

Llega un momento en la vida, vayas a terapia o no, en el que te das cuenta de que te has echado más cargas mentales de las que puedes asumir. Ese descubrimiento puede resultar muy traumático, pero a veces hay que “petar” para darte cuenta de que algo tiene que cambiar en tu vida. Hay tareas que ya no se puedes asumir más. 

Pero ese cambio de actitud implica que personas del entorno dejen de gozar de ciertas ventajas o privilegios que antes tenían. Pongo el ejemplo de un caso que conozco, el de una mujer que dio un paso atrás en las tareas del hogar porque no podía con todo. Y, como su pareja no asumió la responsabilidad para equilibrar, sus hijos lo sufrieron y acabaron denostándola por considerarla mala madre. Cuando, en mi opinión, únicamente se estaba protegiendo.

Si descubres que tienes demasiada carga mental y quieres relajar, lo que es muy necesario, las personas que gozan de ventajas van a intentar manipularte para que no lo hagas. A veces, ni siquiera lo hacen de manera premeditada. Simplemente les sale, porque no quieren renunciar a su confort. Intentarán hacerte sentir culpa, así que conviene conocer cuándo es culpa funcional y cuándo son sesgos (esto también lo aprendí en terapia).

  • Un equilibrio delicado

Priorizarte y proteger la salud mental no puede ir a costa de asumir que nuestros actos tienen consecuencias. Es como los “sincericidios”: preferir largar algo por no quedártelo dentro y sudártela de cómo hagas sentir a la otra persona, que no tenía necesidad alguna de conocer tu opinión. 

Te priorizas cuando le dices a una amiga que no quieres acompañarla a un plan que no te gusta, en el que sabes que no te vas a sentir cómoda. Pero pecas de falta de responsabilidad afectiva si le dices que sí, que vas a ir, y la dejas tirada a última hora. 

Con todos los estímulos que tenemos, todas las llamadas a vivir la vida y a ser felices, casi siempre con cosas materiales de por medio, quizás no sea fácil encontrar el equilibrio. 

Azahara Abril.