Quizás sea tu padre, a lo mejor tu madre. Puede que sea tu hermana, tu hijo o tu pareja. Cuando la enfermedad mental se presenta en casa la situación se vuelve compleja. Antiguamente era un asunto del que se evitaba hablar, uno de los muchos secretos que se guardaban en las casas. A día de hoy es grande la lucha contra su estigma social. Su visibilización por parte de las personas afectadas, sus allegados y los grandes profesionales que están al pie del cañón ayuda enormemente a que se ilumine esa parte del escenario, que siempre se ha mantenido a la sombra.

Yo entré en el papel de cuidadora cuando aún era una niña. Comprobar medicación, llevar al día las visitas médicas y ejercer de mediadora entre los miembros de mi familia fue mi cometido. Lo que comenzó como un juego de ser enfermera terminó llevándome a ese rol con todas sus letras e implicaciones.

Por eso hoy vengo a contarte todas las cosas que he aprendido a lo largo de mi experiencia, para que te puedas apoyar en ellas si lo necesitas o al menos que sepas que están ahí:

1.Ponte en contacto con las asociaciones de salud mental de tu ciudad. Por propia experiencia te puedo decir que se suele recibir muy poca formación y apoyo por parte de la Seguridad Social. Por ello el movimiento asociativo es una fuerza motriz bastante potente en la que apoyarte. A través de su cuota de socios para ti, para la persona afectada o para ambos, se acceden a una serie de servicios bastante completos, que bien de otra forma individual y privada serían mucho más caros. Talleres, asesoramiento de trabajadores sociales (búsqueda de empleo, cursos, gestión de prestaciones), terapia psicológica, actividades lúdicas, psicoeducación para los familiares (esto es una maravilla muy necesaria), grupos de ayuda mutua

2.Pide ayuda claramente. A veces ponemos expectativas en la gente de nuestro entorno para que nos ofrezcan ayuda o apoyo sin siquiera pedirla. Esto puede llevar a sentimientos de incomprensión, frustración e incluso a sentirnos solas. Hazte un favor y elimina de tu cabeza lo de “no, yo no se lo pido, ¡es que tiene que salir de ellos!” Quizás necesitas que se encarguen de acompañar a tu familiar al médico o a dar un paseo, de que recojan medicación de la farmacia, o necesitas tiempo para ti y no sabes de donde sacarlo. A lo mejor lo que necesitas es que te escuchen. Pide, suelta ese control que agarras con fuerza, aunque esa vocecita de tu cabeza te diga que eres la única que sabes hacerlo (al ego no le gustan los cambios).

3.Ir a terapia psicológica. Aunque no tengas una enfermedad mental puede ser que necesites de ayuda psicológica. Quizás sientes que no puedes con todo, quizás creas que lo estás haciendo bien y no es así. A lo mejor te estás extralimitando en las responsabilidades, o quizás no consigues comunicarte adecuadamente con tu familiar. Luego también están los juegos de rol tóxicos en la familia, donde una se siente víctima porque le toca ocuparse a ella de todo, y a su vez ejerce de verdugo hacía los otros miembros echando cosas en cara. A todos nos viene bien tener ayuda profesional para saber gestionar las emociones cuando nos vemos sobrepasados.

4.Tiempo de calidad para ti. Si quien cuida no se cuida poco va a cuidar. Quedar con las amigas, hacer deporte, meditación, pintarte las uñas, leer un libro, ir al cine…lo que te guste hacer que te siente bien. Poner el foco de tu felicidad en la de la otra persona no es lo adecuado. Tener un día bueno porque tu familiar haya tenido un día bueno o viceversa anula a tu propio ser. Y no lo confundo con la empatía, claro que la empatía es importante. Pero tú tienes tus propias necesidades más allá de los demás. Llevar a cabo actividades de autocuidado ayudará a sentirte bien y dar a la otra persona lo mejor de ti.

5.Aceptación. El primer paso para luchar contra el estigma empieza por nosotras primero. Es mamá, sigue siendo papá, es mi hermana. Y aunque a veces nos gustaría que las cosas fuesen diferentes (como todo en la vida) hay que aceptar que ni tenemos el control, ni nuestra percepción de las cosas es la mejor ni la más adecuada. Y claro que le amas, por supuesto, pero por mucho amor que haya no significa que se acepte la situación. Es un proceso. Hay que amar mejor, es más efectivo que amar mucho pero resistirse a lo que sucede porque no nos gusta.

6.Reconocer tus propios miedos. Muchas veces creemos que nuestro familiar puede sentirse incómodo o con miedo en determinadas situaciones anticipándonos a ellas. Luego resulta que eres tú quien has tenido miedo o te has sentido nerviosa en ese momento. Proyectamos mucho en los demás, saber reconocer esas situaciones ayudará a que te responsabilices de tus propias emociones.

En mi familia hemos pasado malos momentos, pero también buenos, como todas las familias. En el momento en el que apostamos por reconocer nuestras necesidades comenzamos a unirnos más, a aprender más. Al hacernos visibles salimos de nuestro aislamiento. Puede que creas que eres la única que cuidas y de repente sois más de lo que pensabas.

La OMS recoge que una de cada cuatro personas tiene o tendrá un problema de salud mental a lo largo de su vida. Son unas cifras llamativas, de peso. Un secreto a voces.

Así que coge de aquí aquello que te sirva, comparte si piensas que alguien lo necesita y comenta si crees que puedes aportar.

 

Mariló Córdoba.