Este es el proceso físico más duro al que me he sometido hasta la fecha. 

No me considero una persona vanidosa o superficial y mucho menos baso mi propia autoestima en la apariencia de mi físico. Espero no estar equivocada respecto a mi propia percepción y obviamente muchas veces vivimos bajo un manto que nos condiciona de una manera prácticamente imposible de identificar.

Por más que seas consciente de que tu cuerpo necesita hacer ciertos cambios, llega un momento en el que es complicado identificarse con lo que ves en el espejo.

He engordado 7kg en el embarazo y a día de hoy llevo una personita de más de 3kg dentro, pero los cambios que he sufrido van mucho más allá del peso o del volumen. Con el paso de los meses he ido viendo como mi cuerpo se transformaba en algo que nunca había conocido y por más veces que te digan “Estás preciosa” sólo tú sabes lo que hay debajo de tu ropa.

Mi piel ha ido cogiendo tonalidades distintas dependiendo de la zona. Mis axilas se han vuelto marrones, exactamente del mismo tono marrón del que se han tintado los laterales de mis tetas, la base de mi cuello y mi zonita erótico-festiva. Cualquiera podría decir que tengo roña acumulada desde 2020, pero no, no es el caso. Me siento continuamente sucia, como si necesitara exfoliarme la piel con una lija industrial y no te voy a engañar, esto mina bastante mi feminidad.

Las hormonas han alterado el crecimiento de vello en mi cuerpo. Después de llevar años feliz y tranquila con una depilación láser terminada, mi cuerpo ha sacado del archivo esa batalla que tantas inseguridades me produjo en el pasado. Me ha salido vello en zonas en las que nunca lo había tenido. Tengo pelitos en la tripa, en la cara, en el cuello y obviamente en todas las zonas en las que cualquier otra persona sin estar depilada, tendría pelos. Los pelos en zonas hormonales han salido fuertes, negros y gruesos. No me preocupa demasiado tener vello, lo que me toca la moral, es cómo reacciona una piel fina, como puede ser la de la cara, cuando tiene que lidiar con pelos titánicos que salen cada 3 días. No es nada agradable.

He lidiado desde marzo con una retención de líquidos nivel estanque que no sólo ha hecho que mis pies parezcan pelotitas en cuanto pasamos de los 20 grados. Tengo la gran suerte de poderme permitir contar una fisioterapeuta para tratar esto entre otras cosas y eso ayuda mucho. Pero no te exagero si te digo que la celutitis que tenía se ha multiplicado x4. Vamos a ver, yo nunca he tenido las piernas de Serena Williams, pero me sentía cómoda en mi cuerpo con vestidos por encima de la rodilla o más cortos. Ahora tengo las piernas hinchadas, desde los muslos hasta el empeine y no me preocupa tanto la celulitis o el volumen de mis piernas, lo que más me jode es la sensación de cansancio y agotamiento constante que tengo en mis extremidades.

Quería hablar de lo que está pasando con mis tetas, pero no sé ni por dónde empezar ni cómo explicar los cambios que está sufriendo mi pecho. La transformación ha sido tal, que no puedo señalar qué es lo que les ha pasado, sólo sé que cada vez que me ducho, miro mi pecho y me da la sensación de que este cuerpo no es el mío. Antes ya era complicado porque siempre he sido una persona con un nivel de pudor elevado, pero ahora es prácticamente imposible que nadie (ni mi pareja) vea mi pecho ni por casualidad. Y no te voy a engañar, pienso mucho con intensa ansiedad, en el momento en el que tenga que dar pecho y exponer mis tetas al mundo. 

Supongo que no todas las chicas habrán sufrido estos mismos cambios y que no todas habrán vivido o incluso cambios mayores, de esta manera. Pero lo que yo he conocido de mi embarazo, hasta la fecha, no ha sido ni agradable ni motivador ni memorable. 

En mi caso, se ha tratado de un cambio físico muy grande que no esperaba, del que nadie me había hablado. Siempre había creído que las mujeres cuando están embarazadas están más guapas que nunca y he pasado meses frustrada preguntándome ¿Por qué no me está pasando eso a mí?

El sexo ya no es igual y eso ayuda aún menos a lidiar con la percepción que tienes de tu propio cuerpo. Así como antes tenías la seguridad y las ganas de buscar esos momentos con tu pareja, ahora esa pequeña seguridad en ti misma que magnificabas ha desaparecido. ¿Por qué? Porque sabes que nadie está educado para realmente creer que lo que está pasando en tu cuerpo es bello o atractivo, porque ni si quiera tú misma lo crees. Te sientes abatida, desconectada con tu feminidad y con tu sexualidad.

Los cambios físicos, en algunos casos son temporales y no quiero entrar a hablar de los síntomas y dolencias que acarrea un embarazo (Al menos, los que ha acarreado el mío). Porque muchas veces, exponer todas estas cosas por las que pasamos, hace que nos pinten con un tinte de “desagradecida” “débil” “egoísta” “exagerada” “attention seeker” o muchas otras pamplinas.

Y te diré una cosa, he pasado estos 9 meses haciendo mi vida con plena normalidad, viajando, trabajando, haciendo vida social, ocupándome de mi casa, de mis clases en el gym o de mis proyectos personales. Siempre con una actitud realmente optimista y positiva porque así es como nos merecemos vivir un embarazo. 

Todo este rollo que te acabo de soltar, es para decirte, que aunque nos demos a nosotras mismas el embarazo que creemos merecernos, es un proceso jodido y duro que no sólo ataca a tu bienestar físico día tras día, sino que también tiene una gran capacidad de minar tu autoestima y la confianza en ti misma. 

Tienes todo el derecho del mundo a sentir que no te gusta estar embarazada, es normal que lo aborrezcas y que no quieras repetirlo. Y también tienes derecho a expresarlo y a darle visibilidad sin que ello signifique que vas a ser una madre pésima.