Curiosa la forma de ligar y su transformación a lo largo de las últimas décadas. No me considero especialmente una “femme fatale” pero es cierto que siempre he estado al día en las técnicas de ligoteo, por mí y por todas mis compañeras.

Empezamos siendo pequeños inocentes que contestábamos a la pregunta de ¿quieres ser mi novia? Con “mis padres no me dejan tener novio” a swipear a nuestra próxima cita.

Antes teníamos poca información o incluso no sabíamos nada de la persona con la que coqueteábamos, ahora tenemos fotos, aficiones, profesión, gustos e incluso un porcentaje de afinidad como pareja. 

Sabemos antes de que ocurra lo que la otra persona busca, algo estable, abierto, monógamo, liberal o un aquí te pillo aquí te mato, cuando antes lo único que teníamos es ganas de descubrirlo.

¿Nos hemos despersonalizado? Hemos pasado de conocer gente y encontrar la afinidad en ellas a nadar en un catálogo infinito de personas, que si no encajan con nosotras en 4 fotos y pocas líneas no nos molestaremos en conocer. Probablemente nos estamos perdiendo grandes experiencias, o puede que nos estemos ahorrando disgustos.

En el caso de los millennials nuestro momento de fuego y ligoteo máximo empezó con msn. Corríamos a casa como si tuviéramos la peor de las diarreas, sólo para poder conectarnos y ver a RuBio0*91* en línea, nos desconectábamos y volvíamos a entrar para que viera nuestra ventanita emerger, con la esperanza de recibir un “ola k ase”. Nos íbamos haciendo grandes expertas en los tiempos de respuesta y en cuando dar un zumbido y decir, perdona ha sido un error, pero ya teníamos la conversación asegurada, auténticas maestras en alargar la conversación hasta que alguien en casa necesitara hablar por teléfono  y robarte tu preciada conexión. Podías reunirte en un ciber donde pasar vergüenza cuando sonaban esos emojis gigantes que besaban toda la pantalla.

Cada mensaje y cada detalle se convertía en digno de comentar al día siguiente con las amigas, y dependiendo la magnitud del evento, se convertiría en un motivo válido para luchar con tu hermana por el teléfono fijo como si de un combate de pressing catch se tratara para llamar a tu bff.

Los móviles arrancan su protagonismo cuando pasamos de la serpiente de Nokia a los sms y sus caracteres limitados, cada palabra contaba, que digo cada palabra, ¡cada letra! Tan es así que inventamos un lenguaje mundial entre adolescentes para decir todo sin saltar al segundo sms. 

Ya nadie sabrá lo que significa la emoción de una “perdida”, solo te hacía falta un toque para saber que esa persona estaba pensando en ti. Ahora que tenemos acceso inmediato a las redes, a los estados de whatsapp, a la última conexión, a los amigos en común, incluso la localización exacta, hemos pasado de recibir con emoción una “perdida” a perdernos en el agobio de “porqué no me contesta si está en línea”

Otra cosa que solíamos hacer en los bares era conocer gente y pedir el número de teléfono, o decirle “a mi amiga le gusta tu amigo”, eran tratos rápidos y no aptos para tímidos. No se como reaccionaría ahora ante un chico que se acerque a decirme que le gusto a su amigo, o como reaccionaría ante alguno que directamente me pidiera mi número, ahora se sale ligado de casa.

Me alegro de haber vivido tantas formas de conocer gente, todas son válidas para su tiempo y todas nos han hecho sentir mariposas en distintas partes, pero creo que la mejor evolución del ligoteo es que las mujeres hemos ganado mucho terreno y podemos tomar las riendas sin que se nos juzgue.

¿Cuál será el siguiente paso de la evolución? 

 

Cristina Traeger