Con esta afirmación no pretendo hacer un tratado feminista criticando la dictadura del heteropatriarcado anoréxico: podemos dejar nuestros monóculos guardados para otra ocasión. Simplemente quiero señalar una realidad a la que muchas de nosotras nos enfrentamos cada vez que vamos a un concierto: “el merchandising” (leído con tono de película de terror).

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Yo soy muy de gastarme las perras en conciertos y discos de mis grupos favoritos, pero ¡ay, amigas! el drama llega cuando quiero comprarme una bonita camiseta, así que tengo una amplísima colección de tote bags, todas muy monas pero cargadas de frustración personal. A veces, cuando me gustan mucho y después del subidón de adrenalina conciertil, opto por comprarme un modelo de chico, pero es un hecho que a las gordis el rollo boyfriend no nos queda del todo bien y al final no me las pongo porque me da la impresión de que cumplo todos los topicazos de la lesbiana camionera. Se quedan tristes y solas, guardadas en un cajón, impolutas, con ese algodón que me sentaría tan bien si fueran de chica y de mi talla. Pero yo, osada mujer que usa una talla 50, ¿cómo puedo pretender embutirme en una camiseta del grupo de moda? Si fuera un chico no tendría tanto problema, eso es algo que tengo asumido.

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Hace un par de semanas fui a un sarao estupendo del underground, tocaban dos de mis bandas de referencia en estos momentos y estaba muy nerviosa, como siempre. Disfruté como una enana, hasta hice pogo (otro día comentaré los beneficios de hacer pogo teniendo sobrepeso) y claro, quise hacerme con un trofeíto pero, evidentemente, no había talla para mí. Refunfuñando salí de la sala para fumarme un pitillo y allí estaban los integrantes del grupo, pobres. Ni corta ni perezosa, pero siempre entre risas, fui a increparles: “No tenéis camisetas para mí y estoy muy triste… ¡las gordas también tenemos derecho!” Los muchachos reían y me daban la razón, pero yo sigo sin mi camiseta.

Creo que es un error de marketing tremendo, porque algunos de los diseños de estas camisetas lucirían estupendamente cubriendo mis generosísimas curvas. Y el favor sería doble. Por un lado, mi pecho grande y natural es un reclamo para todas las miradas y digamos que la publicidad al grupo en cuestión sería mayor. Por otro lado, harían muy feliz a una chica que quiere llevar su sobrepeso con alegría. Así que, colegas músicos: tenednos en cuenta, haréis más cash y repartiréis felicidad.