Hoy os quiero contar la historia de mi amiga Cochi, que tiene un “problemón”, a ver si vosotras le daríais la misma solución que se me ocurre a mí o no.

El caso es que Cochi, cuando tenía 20 años usaba una 38 de pantalón por lo que, evidentemente, pasaba la vida de dieta en dieta (digo evidentemente no porque sea lo correcto sino porque, en aquel momento era algo que iba implícito al pasar de la 36). Siempre llevaba camisetas flojas para no marcar la “lorza”, que básicamente era la piel que le salía por encima d aquellos horrendos pantalones de cadera baja que estaban de moda en los 2000. Si íbamos de compras, siempre decía que aquellos vestidos ceñidos en la cintura “no se los podía permitir” y yo pensaba inocente que no eran tan caros, pero luego me explicaba que, con aquel inmenso culo no podía llevar una prenda así. ¡Qué lástima! A mí me parecía que le sentaba genial, pero cada una es libre de ponerse o no lo que quiera… o quizá no, porque muy libre Conchi nunca fue, la verdad. Eran las revistas, la báscula, su madre y su tía y los pantalones del Zara los que le decían que su culo… Mejor si fuera más pequeño.

Los años pasaron y, como pasa en la mayoría de los casos, las dietas restrictivas tienen sus consecuencias y es que, las dejas, y lo que has perdido vuelve acompañado. Y mi amiga, que llevaba la vida entera de dieta en dieta, aterrizó en los 40 usando una 44. Yo, sinceramente, la veo mejor que nunca. Será que no lleva incorporada esa cara de oler mierda que se le ponía cuando salíamos a comer y nos miraba disfrutar de un buen chuletón mientras se comía su lechuga limpita. Será que se ríe con más frecuencia desde que se rodea de personas que tienen más tema de conversación que la moda y el ser una “mujer de bien” que merezca el cariño de un hombre (que es la máxima aspiración) por su belleza y su cuerpo esbelto como decían su madre y su tía. O quizá simplemente son los kilos, que no todos los cuerpos son bonitos delgados. A ella os juro que le lucía mucho mejor la ropa ahora que antes.

Sin embargo ella, las pocas veces que salimos de compras ahora, dice añorar el “cuerpazo” que tenía a los 20 cuando estaba “tipo fino”. En una ocasión, Cruz, otra amiga, le recriminó que si tanto cuerpazo tenia por qué había pasado la década completa amargada por su físico. Ese día no abrió más la boca. Cruz se disculpó días después y le dijo que no podía seguir poniendo su valor en el tamaño de su culo.

Parecía que todo iba bien, había incluso empezado terapia y decía encontrarse muy cómoda con su cuerpo ahora. Empezó a usar ropa bonita y no solo lo primero que le cupiese. Pero entonces su prima le envió una invitación a la comunión de su hijo, que será este verano. “Pues menos mal que avisan con tiempo, que no llego” . Yo creí que lo decía en broma, pues estaba empezando el año y no entendía a donde tenía que llegar. Pero entonces sus argumentos confirmaron mi sospecha inicial, mis peores presagios: La dieta estaba de vuelta.

Nos contó que se alegraba de que fuera en verano porque así, ya de ponerse “de tipazo” de nuevo, aprovechar y lucirlo en la playa, pues llevaba dos años sin ir. No nos habíamos dado cuenta de aquello. Contó que ya había elegido modelito, y es que los vestidos de fiesta bonitos son solo para mujeres delgadas, los de gordas son sacos, según ella, y no estaba dispuesta a ir así a un evento familiar. Tenía que demostrar… No sé muy bien el qué, pero nuevamente su valía dependía de su outfit.

Me dio mucha rabia en aquel momento, pero más me da ahora, que se acerca la fecha y no ha bajado ni la mitad de lo que tenía planeado. El vestido, comprado desde el primer momento, cuelga de la puerta de su habitación “para motivarla”, por lo que vive con la sombra y la presión de algo imposible que la devalúa cada día. Se ha vuelto muy obsesiva con la comida y su cuerpo de 44 no responde como cuando tenía 20, así que se está penando si ir o no a la comunión, pues ya le había dicho a su madre y a su tía el vestido que llevaría y, si no lo conseguía, sería una decepción.

Un par de días tomando solo infusión de cola de caballo es lo que le recomienda su madre, que conoce de sobra sus problemas de tensión baja y sabe que si no come bien, puede desmayarse en cualquier momento. Pero la salud no es lo importante cuando se habla de peso, es estar delgada. Nada más.

Ojalá pronto vuelva a pedir cita con su psicóloga, porque no la he visto peor en mi vida.

 

 

Escrito por Luna Purple, basado en una historia real.

 (La autora puede o no compartir las opiniones y decisiones que toman las protagonistas).

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