Algunos le tememos a la muerte. Quizá porque se llevó demasiado pronto a personas a las que no les tocaba marcharse. Tememos  hablar de las personas que fallecen. Y lo llevamos como un secreto en el alma. Porque es el dolor más profundo que puedes sentir. No hay consuelo posible. Sólo el tiempo calma las emociones pero llevas un peso sobre la espalda toda la vida. Nunca he odiado tanto la frase de “así es la vida” como aquella temporada. Porque la vida no es eso. La vida debería ser llegar hasta los 100 años sin enfermedad ni sufrimiento. 

Uno de noviembre. Día de Todos los Santos. Festividad cristiana elegida para honrar a los difuntos.  Se que es un día como otro cualquiera para escribir lo que vais a leer pero no encuentro mejor día para expresarlo. 

Y es que, sólo creo en el cielo porque se que estás tú en él. Porque es la única forma que tuve de justificar tu pérdida. Te llevaron demasiado pronto aunque no se si hay un momento bueno para perder a alguien. Desapareciste de un día para otro dejándome, en parte, vacía, porque ya no iba a tenerte en mi vida.

El destino no pudo ser más caprichoso con tu historia. Siempre pensaré que eras una persona tan buena que alguien allí arriba quería tenerte a su lado. Te perdí de forma injusta , no tuve tiempo para despedirme y mira que te hubiera dicho cosas… Estuve años culpándome por no haberte demostrado cuánto te quería y cuánto te admiraba. Porque, hoy por hoy, sólo quiero ser la tercera parte de lo que tú eras porque siempre serás una de las personas más maravillosas que conoceré.

Veía tu muerte como la peor de las desgracias y, aunque siga pensándolo, soy fuerte ahora para dar las gracias a quien sea por haberme permitido tenerte en la vida. Porque no voy a compartir más momentos contigo pero tengo tantos para contar a todo el mundo, para que te conozcan a través de mis palabras, que soy realmente afortunada. 

Cada vez que veo un vinilo recuerdo el toca discos de tu cuarto. Ese en el que tocabas el piano, pintabas, escribías o nos hacías tejas porque ¡qué bonito lo hacías todo! Sobre todo nuestra vida. ¡Qué arte tenías! Cómo me gustaría enseñarte lo que escribo y felicitarte el cumpleaños con una buena tarta y con toda la familia en la casa que nos hiciste. En todos los sentidos. 

Porque, cada vez que huelo a comida rica me viene el recuerdo de tu acogedora cocina y veo nítido tu delantal azul.  Cuántas películas me gustaría contarte. Y mis ocurrencias, porque estoy segura que las  habrías apoyado todas  en cualquier comida de sábado. 

Por eso te doy las gracias. Porque cada vez  que estoy con la familia, te veo en cada uno de sus rostros y manos. Y me siento plena, querida y feliz. Y eso sólo te lo debo a ti.

Cómo ya he dicho, no habrá nunca consuelo  que se lleve el dolor , pero si algo he aprendido a lo largo de estos años asimilando tu partida es que la muerte NO LO PUEDE TODO y que lo que nunca vencerá el dolor será el amor.

Ese con el que enseñaré a mis futuros hijos o sobrinos a atarse los zapatos. Ese con el que le contamos a los que no tuvieron la suerte y el honor de conoceros, lo que erais. Lo que nos dabais. Y  lo que siempre tendremos. Porque la vida sigue y a ti te hubiera gustado vernos vivirla como se merece. 

 ¿Qué habrías dicho si hubieras vivido esta pandemia?  Seguro que un “ no te preocupes tesoro, que todo pasará”, y me hubieras agarrado muy fuerte la mano. ¡Cuánto echo de menos abrazarte! O quizá se hubiera derramado vino en la mesa y nos hubieras mojado la frente a todos dándole motivos a la vida para sonreír muy fuerte. Nos dejaste tanto…

Y es que te echaré de menos todos los días de mi vida, pero estoy viviendo de la forma en la que  te hubiera gustado verme: feliz.  Y, aunque no lo consiga a veces, sé que, para lo bueno o para lo malo, siempre te tendré.

 Porque la muerte NO SE LO LLEVA TODO allí DONDE OS RECORDAMOS. 

Os quiero y os recuerdo todos los días de mi vida

@VEGA.ESE