Aún no me termino de creer lo que pasó hace tan solo unos meses y cómo mi grupo de amigos de toda la vida pudo irse al garete de esa manera

Resulta que teníamos una pandilla de lo más maja y unida. Aunque ya no nos veíamos físicamente tanto como hacía años, hacíamos por quedar cada cierto tiempo y seguíamos manteniendo una relación diaria por nuestro grupo de WhatsApp.

A ver, obviamente no podíamos estar escribiendo en él a todas horas, pero siempre había movimiento: alguien que daba los buenos días, otros las buenas noches, nos contábamos novedades y acontecimientos, nos actualizábamos enviando fotos… Siempre mantuvimos una relación más de familia que de amigos en sí.

 

mis amigos

 

Como los que formamos el núcleo del grupo nos conocíamos de toda la vida, a lo largo de los años se habían ido uniendo las nuevas parejas ya consolidadas al grupo y se habían integrado perfectamente. Nunca distinguimos entre unos y otros: todos éramos amigos a esas alturas.

Pero un día, todo se torció.  Sin previo aviso, una de las chicas que había entrado más tarde, novia de uno de los fundadores de la pandilla y una de las personas que más escribía y vida le daba a nuestro contacto por WhatsApp, nos escribió un escueto mensaje y abandonó la sala de chat:

 

“Un placer chicos, haber compartido tantas risas y vivencias con vosotros.  Me salgo de aquí. Espero que todo os vaya bien, os quiero a todos.”

 

 

En cuanto empezamos a leer sus palabras y su marcha, nos impactó muchísimo. No entendíamos qué había pasado y empezamos a preguntar en el mismo grupo.

Nuestro amigo, el novio, al principio no leía ni contestaba. Todos acabamos haciendo lo mismo sin haber hablado entre nosotros: escribimos en privado a ambos para preguntarles “¿todo bien?”, “¿necesitas algo?” y recordarles que ahí estábamos para cualquier cosa.

Ella nos respondió muy educada pero también muy escuetamente y sin dar ningún tipo de detalle excepto comunicarnos que lo habían dejado. Él tardó un poco más en contestar. Decía que estaba destrozado, que la decisión había sido únicamente de ella… dando rienda suelta a una cantidad de insultos y desprecios que, a mí personalmente, me incomodaron bastante.

 

 

A ver: él era mi amigo desde muchos años antes, pero a esas alturas de la historia, para mí ya eran iguales. A ella le había cogido mucho cariño y habíamos intimado bastante durante todo ese tiempo. Como además era también una mujer, se puede decir que incluso tenía más intimidad con ella para ciertas cosas y temas que con mi amigo de toda la vida.

A todos nos entristeció mucho saber que ya no la íbamos a tener entre nosotros y nos dolió que nuestro amigo nos hablase tan mal de ella. Nos la pintaba tan villana con él (aunque nunca nos hubiera mostrado esta faceta de ella que ahora contaba) que parecía que le estábamos traicionando y convirtiéndonos en villanos también nosotros si decidíamos seguir manteniendo el contacto con ella, cosa que efectivamente todos queríamos hacer.

Los días posteriores fueron horribles para todos. Habíamos dejado de preguntar y de sacar el tema dado el apuro que nos daba esa situación tan violenta. En el grupo de WhatsApp intentábamos aparentar normalidad, pero la tensión se cortaba con un cuchillo. Y, por si fuera poca la presión que teníamos por parte de nuestro amigo, unos días después se desató la bomba final:

 

 

La ahora ex novia abrió otro grupo de WhatsApp y nos metió a todos (excepto a él, claro). Y empezó a hacer lo mismo que él: nos dijo que, aunque había estado callada hasta el momento, no iba a permitir que se le difamara y que ahora a ella le tocaba contar su versión de los hechos.

Todos estábamos flipando en colores y al borde de un ataque de nervios.

Días después, teníamos un caos bestial en la cabeza. Los dos se acusaban de cosas que nos daba vergüenza ajena conocer de lo íntimas que eran.  En los dos grupos dábamos la callada por respuesta.

Una de las amigas comunes, llegó a intentar poner límites a los dos bandos para que razonaran y dejasen de meternos en medio de su conflicto. Ellos hicieron caso omiso y continuaron poniendo verde al otro.

El resto estábamos estupefactos y sin apenas reaccionar. Hablábamos los unos con los otros por privado fuera de los grupos. Parecerá una tontería, pero estábamos todos afectados con lo que estaba pasando.

 

Que acabe todo esto ya, por favor…

 

A los pocos días, la calma y la aparente normalidad por fin llegaron. Pero el ambiente estaba enrarecido en los dos sitios. Ya no hablábamos con la misma naturalidad y la interacciones se notaban forzadas.

Algunos se fueron del grupo que había hecho la chica y que pretendía ser el duplicado del primero pero sin nuestro amigo, como si no hubiera pasado nada. Les parecía feo con respecto a él.

Otros, nos mantuvimos en los dos grupos, pero nos sentíamos tristes, y la situación ya no era como antes…

Llegó un momento, unas semanas más tarde, que yo no aguanté más, y fui la primera en salir de los dos grupos de WhatsApp. Me estaba empezando a afectar de más la situación y necesitaba aire, alejarme de ellos. Aunque no se mencionaba el tema con tanta frecuencia como al principio, parecía que había un tabú entre todos nosotros en el que no se podía nombrar a una de las dos personas tan queridas para todos si no era para criticarla o hablar mal de ella.

 

 

Dije la verdad antes de salir de ellos. Que no quería tomar partido por ninguno y me entristecía esa situación de los dos grupos paralelos. Que, además, no me parecía justo para nadie estar en medio.

Que, para mí, todo había cambiado y yo misma necesitaba tiempo para digerir la situación. Cuando se hubiesen calmado los ánimos, seguramente volvería a estar pero ahora, simplemente, no podía.

Después de mí, me enteré de que el resto de amigos fueron haciendo lo mismo. Conforme íbamos saliendo los otros alegaban que ya no tenían sentido esos grupos si no estábamos todos. Que, para estar tres o cuatro, podían hablar perfectamente por privado.

Y ese fue el final de nuestra pandilla. Después de eso, se han intentado organizar quedadas físicas como las de antaño, pero nunca hemos llegado a conseguir hacerlas efectivas. Antes, todos poníamos nuestro mayor empeño en vernos, en hacer el esfuerzo por cuadrar las agendas ya que esos encuentros se materializaban con tan poca frecuencia.

La gente parecía haber perdido el interés y, aunque ahora seguimos manteniendo de forma individual a los amigos que cada uno más aprecia dentro de ese grupo, tristemente ya no queda nada de aquel grupo unido que un día fuimos.

 

Relato escrito por una colaboradora basado en la historia REAL de una lectora.