Hoy te voy a hablar de la familia.
Hoy te voy a hablar de la familia y de lo que de verdad significa.
Puede que tu familia sean los padres que te concibieron o sólo la madre que te parió. Puede que sea tu abuela o tus padres adoptivos, puede que sea tu hermana o tus hijos. Pueden que sean tus amigos de toda la vida o los amigos que acabas de hacer: puede que sean tus compis de piso o tus compis de 9 a 6. Puede que sea la gente que te salvó para siempre la vida, puede que sean personas que acaban de entrar en la tuya. Puede ser lo que sea, porque familias hay de todos los tipos. La familia es esa gente que a veces escoges, pero casi siempre no: sencillamente aparecen en tu vida (por casualidad o destino) y se quedan ahí aunque no les llames. Y es que eso es, en esencia, lo que constituye a una familia: esa gente que ni a escobazos te puedes quitar de encima. Para bien o para mal.
Porque SIEMPRE. ESTÁN. AHÍ. Son los que se van al último en tu cumpleaños aunque grites quiero dormir, y quienes te ayudan con los platos porque tienes cara de cansada, mujer. Es aquella persona a quien llamas cuando estás tirado en la calle sin un céntimo y todos los taxis llenos y necesitas llegar a casa. Es aquel que te recoge sin hacerte preguntas: si es tu familia, ya sabe de sobra cuáles son tus respuestas. Es la primera persona a la que llamas cuando te han cogido ¡al fin! en ese trabajo: es la primera persona a la que invitas a unas cervezas con tu primer sueldo. Es esa gente a la que recurres. Para celebrar o llorar: es esa gente.
Es esa gente con quienes no te da vergüenza poner tu música mala y quienes ponen su música mala contigo, y si no te gusta te jodes, y ven a bailar One Direction aquí y ahora porque bailar One Direction es la fórmula mágica para mejorar cualquier momento. Es a quien no te da vergüenza pedirle dinero y quien no cuestiona por qué lo necesitas. Es a quien no te da vergüenza abrazar de la nada en la calle y quien te devuelve feliz el abrazo, porque no cuestiona nunca tu cariño espontáneo. Es con quien puedes estar en silencio y tan panchos. Es con quien no puedes parar de hablar así te den las tantas.
Es esa gente con quien no valen las tiritas ni el maquillaje: es la gente que mejor conoce tu intimidad, tu identidad y tus heridas. Es esa gente con quien te puedes permitir ser vulnerable, quien te riñe cuando lo haces tan mal que da pena, quien te dice pero vamos a ver qué me estás contando. Es esa gente que sabe todo eso de lo que eres capaz y no tiene miedo de decirte a la cara que quién es este insecto en el que te has convertido. Es quien te dice que tú puedes más. Y haces más, porque claro que puedes más.
Es esa gente con quienes la distancia no importa y aunque veas poco, no deja de echarte de menos. Es la gente que entiende que a veces tus sueños te llevarán físicamente lejos de ellos, pero cuyo amor incondicional hace del whatsapp y el facetime pequeñas máquinas teletransportadoras. Es la gente que sabe romper las barreras del tiempo y el espacio, y a quienes no les importa despertarse a las 6am para recibir tu cumple contigo via Skype: ¿qué son unas pocas horas de sueño perdido con tal de estar a tu lado cuando soplas las velas?
Y la familia es, a veces, esa gente a la que tendrás que ver ir pronto. Antes de que te lo imagines. Antes de que estés preparada. Quizá tengas que verla morir a destiempo, a tu destiempo, pero es aquella gente que años después seguirá marcando la diferencia. Finalmente, uno nunca se olvida de quien nos enseñó a amarrarnos los zapatos, de aquel a quien le escribimos nuestras primeras frases, de quien nos dijo Te Amo mucho antes que ningún novio y sin interés alguno, sólo porque sí.
Hoy te voy a hablar de la familia.
Y de la jodida suerte que tienes de pertenecer a una.