Una de las cosas que más aterra a una embarazada es el parto, sobre todo cuando es tu primer hijo. No sabes si serás capaz, si aguantarás bien el dolor, o si tu cuerpo sufrirá secuelas. Las matronas nos preparan para un parto sin dolor, te hablan de la respiración, de la epidural, de los ejercicios que puedes hacer para dilatar, pero para lo que no nos suelen preparar es para una cesárea, y es una posibilidad que debemos tener en cuenta, porque puede haber una complicación y que el parto acabe con esta intervención quirúrgica.
Mi primer hijo nació por cesárea, por una inducción al parto que no salió bien (os lo cuento en otro post). Me había preparado mentalmente para un parto, pero no para una cesárea, que es una operación. Las primeras horas de vida de mi bebé, me las pasé tumbada en una cama, sondada y sin poder moverme.
¿Y qué ocurre cuando te quedas embarazada una segunda vez habiendo tenido una cesárea? Pues que tienes más papeletas de que tu parto vuelva a acabar como el primero. Cuando fui madre por primera vez, mi ginecóloga me aconsejó esperar dos años si quería volver a quedarme embarazada, pues antes de ese tiempo las cicatrices de mi útero no estarían cerradas del todo y me tendría que practicar otra cesárea directamente. Yo esperé, porque quería sentir lo que era un parto vaginal, esperé más de dos años, para asegurarme, y cuando mi hijo cumplió los tres, me puse con mi pareja a buscar un hermanito.
Me volví a quedar embarazada, era feliz, íbamos a completar la familia. Hasta que el embarazo fue avanzando y los médicos empezaron a informarme de problemas que podría haber derivados de mi primera cesárea. Me dijeron que esperara para quedarme embarazada, y yo esperé, pues a dos meses de la llegada de mi segundo hijo al mundo me dicen que, como tengo una cesárea previa, a no ser que el parto sea muy rápido, casi seguro que acabaré rajada de nuevo, porque de los esfuerzos del parto se puede producir un desgarro en el útero. Y yo que pensaba que como mi hijo mayor tenía ya cuatro años, aquello estaba más que cicatrizado… ¡Pues no!
Otra cosa de la que me enteré en mi segundo embarazo fue de que una tercera cesárea puede ser muy peligrosa para la madre, por lo que, si mi segundo hijo no nacía por la vagina, lo mejor para mi era no tener más hijos. Hasta me sugirieron que, en el caso de acabar en cesárea mi segundo parto, me hiciera una ligadura de trompas. Total, ya abiertas mis carnes, no tardaban nada en cauterizar mis trompas de Falopio y así me aseguraba de no tener un tercer hijo.
Finalmente, mi segundo hijo también nació de la misma manera que el primero y entonces fue cuando entendí que las segundas cesáreas son mucho peores que las primera. Para empezar, tardaron en sacar a mi hijo mucho más tiempo; el primero fue visto y no visto, me metieron a quirófano, un cortecito de nada y en unos minutos tenía a mi hijo en brazos, pues tuve la suerte de estar consciente durante la intervención, que no todas las mamis que han pasado por una cesárea pueden decir lo mismo. Sin embargo, con el segundo tardaron y mucho. Empecé a ponerme nerviosa y a pensar que algo iba mal cuando después de uno tiempo considerable aun no había sacado a mi hijo, pero no, por lo visto intentan cortar sobre lo cortado la otra vez, y por ello van más despacio que la primera vez, que rajan más a lo loco. Además de que los tejidos están más pegados y resulta más complicada la intervención.
La recuperación también fue mucho más heavy. A los entuertos, loquios, estreñimiento y otras molestias postparto habituales, se suman las molestias derivadas de una cirugía mayor abdominal que se realiza por segunda vez. Estuve muchos más días con dolores y necesitando ayuda de mi marido para todo, y cuando digo para todo es para todo, cada vez que quería ir al baño me tenía que acompañar pues sentarme y levantarme del retrete era un infierno.
Al final, lo único que te importa es que tu hijo nazca por donde sea y esté sano. Da igual las perrerías por las que tengáis que pasar tu cuerpo y tú, una madre solo piensa en el bienestar de su bebé.