Los jóvenes me dan mucha envida, muchísima.
No es un sentimiento que me guste ni algo de lo que esté orgullosa. Pero debo admitir que la juventud me da envidia. Que veo a los jóvenes hacer cosas, vivir su vida y yo pienso: Joder, lo que daría por tener su edad otra vez. Porque no es algo concreto que hagan, no es ninguna situación especial la que despierta estos sentimientos en mi interior. Son… las posibilidades. Oh, las posibilidades. Ojalá poder tener 20 otra vez y tomar otras decisiones.
Ojo, que no es que me arrepienta de lo que me ha traído a donde estoy o que no sea feliz con lo que tengo. Es que me demoré demasiado en saber qué quería y cómo me gustaría conseguirlo, y ahora ya es tarde. Y no pasa nada, puedo vivir con ello. Más o menos. Es solo que veo a los chavales y… quisiera estar ahí de nuevo. Aunque, quizá, sabiendo lo que sé ahora.
Porque ese fue mi problema y, muy probablemente, el de ellos. No son conscientes de lo rápido que pasa el tiempo. Con 18, 20, 25 y puede que hasta con 30 o 35, nos parece que tenemos toda la vida por delante, que ya habrá tiempo de reflexionar, de plantearnos nuestro futuro. Creemos que todavía estamos a tiempo de cambiar de idea, de hacer y rehacerlo todo. Tendemos a vivir entre el hoy y el pasado mañana, pero descuidamos el mañana. Dejamos para después ese futuro más inmediato, ese momento en el que vamos a realizar las elecciones de las que dependerá el resto de nuestra existencia. Pasamos de todo, no le damos la más mínima importancia. Y, cuando nos damos cuenta, en lo que dura un parpadeo, ya hemos pasado el punto de no retorno.
Un día te levantas y eres consciente de que tienes más de 40 tacos. Que te encuentras, en el mejor de los casos, en la mitad de tu vida. En la mitad peor, francamente. Puede que nos quede mucho, pero crucemos los dedos para que el cuerpo y la mente nos duren y en buenas condiciones. Y, aun en el mejor de los casos, tendremos limitaciones. Es inevitable, es ley de vida. No podemos luchar contra el envejecimiento y sus consecuencias.
Insisto, no pasa nada. Nos queda mucho por vivir, todavía hay mucho jugo por exprimirle a la vida. Con todo lo anterior no estoy diciendo que uno no pueda disfrutar y ser feliz a partir de cierta edad. No es eso. Es casi lo contrario, a mi edad, por fin he aprendido a vivir. A apreciar la felicidad de las pequeñas cosas. Ahora me conozco, sé quién soy y lo que me hace feliz. Por eso me gustaría tanto volver atrás. Y por eso me gustaría que eso chavales que tanto envidio lo supieran, actuaran en consecuencia y no perdieran el tiempo como hemos hecho otros… Porque por mucho que me empeñe, es cierto que hay cosas que ya no me puedo permitir hacer. Será porque mi cuerpo no me lo permite, porque las responsabilidades no me dejan o por lo que sea.
Así que, sí, los jóvenes me dan mucha envidia, pero mucho me temo que la gran mayoría de ellos cometerán los mismos errores en cuanto a su futuro y a lo que quieren de él, exactamente igual que yo.