Voy a empezar puntualizando una cosa para que no haya malos entendidos: dentro de mis esquemas mentales el término mamarracha/o es muy positivo, digamos que es una especie reapropiación personal.

Ahora al lío.

Todos los días hago la rondita entre las cuentas de Instagram de algunas celebrities, instagramers, famosillas y derivados (porque sí, el cotilleo voayeur me da la vida). Y todos los días me fijo en lo mismo: cientos de personas ofreciendo sus opiniones de mierda no pedidas sobre cualquier cosa, sin pararse a reflexionar en ningún momento en cómo pueden estar afectando esos comentarios a la persona que los recibe (o a quienes lo pueden estar leyendo).

Da igual, lo disfrazamos todo de sinceridad, de libertad de expresión y de que como es una persona famosa ya está obligada a aguantarlo todo, y aquí paz y después gloria. Justificaciones absurdas para comportamientos terribles. De verdad, basta de tanta toxicidad.

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El último caso que me ha llamado la atención ha sido el de Mahi (sí, esa muchacha que habría merecido ganar Supervivientes solo por aguantar estoicamente a Chelo García Cortés en el barco varado). Para quien no la conozca, Mahi empezó a hacerse famosa a raíz de su participación en Maestros de la Costura y gran parte de su encanto está en su naturalidad y en sus lookazos maravillosamente mamarrachos. Esa es su esencia: mucho plástico, brillis, arcoiris, highlighter y pelo sintético de todos los tipos (desde peluche, hasta pelucas de colores). No hace daño a nadie, es su identidad y ya está.

El tema es que claro, también ha participado en Supervivientes y todo su universo de complementos se tuvo que quedar en España. Así tuvimos la oportunidad de descubrir a una Mahi que seguía brillando sin necesidad de ir cubierta de telas metálicas, plataformas y medias de rejilla. Exactamente a la misma Mahi. Porque, amigas: el hábito no hace al monje (pero el hábito da mucha información). Como con todo habrá a quién le fascine su estilo y a quién le parezca una auténtica aberración, pero eso no nos da derecho a opinar impunemente sobre lo que nos parece o nos deja de parecer en sus redes sociales. Para empezar porque es cero constructivo y para terminar porque es terrible decirle a una persona desconocida cómo tiene que vivir. 

A Mahi la ponen de verano por salir un poco «rara». Le dicen que parece un monstruo. Le acusan de haberse operado la cara (que no es el caso y tuvo que desmentirlo en sus stories porque la prensa ya estaba volviéndose loca, pero es que encima estaría en todo su derecho de hacerlo si le saliera del parrús). Le dicen hasta la saciedad que está mejor sin pelucas y sin maquillaje. Pero si hasta le dicen que debería volver un mes a la isla para adelgazar la cara… a Mahi, que podría ser embajadora de tallas petite, joder.

Y claro, nadie se para a pensar en lo terrible que es tener casi 1000 comentarios y que un porcentaje altísimo sean de gente diciendo mierda (luego que si todo el mundo está preocupadísimo por el bullying y esas cosis… la hipocresía).

Mahi seguirá siendo así de mamarracha (o no). Mahi llevará las pintas que le dé la gana y seguirá haciendo mofa de sí misma todo lo que le de la gana (Mr. Potato, forevah). Y ya está. Porque lo más importante es que ninguna mujer (sea famosa o no) debería tener que justificar ninguna decisión que tenga que ver con su aspecto físico.