Me acosté con mi compañero de piso. Parte I

Me dijo que me veía como a una madre… en mitad de la faena

Entiendo que de entrada eso de acostarte con mi compi de piso… chungo, pero no sería la primera ni la última vez que pasa en la historia. Lo que no tengo tan claro es que todos esos polvos acaben como este.

Por circunstancias de la vida me vi compartiendo piso con un colega que había conocido hacía unos meses, es decir, no lo conocía a fondo, pero sabía que no me iba a sorprender con una motosierra en mitad de la noche. Ya por aquel entonces había convivido en bastantes pisos y digamos que estaba “preparada” para cualquier roce habitual, pero en nuestro caso el roce vino más bien por otros derroteros y…acabó en cariño. 

Para que os hagáis un poco a la idea de cuál era mi situación sentimental, acababa de poner fin a una relación de casi siete años, SIETE. Siete son muchos años y digamos que estaba con una mezcla entre euforia-bajón y esa sed de experiencias nuevas megaexcitantes.

Total, volviendo a lo de la convivencia, una semana me bastó para constatar que el chico era un compi encantador. Hacíamos vida en común, veíamos pelis, me cocinaba… Igual era el cacao mental que tenía encima, pero yo lo veía todo como una amistad idílica, porque a pesar de todo lo que os estoy contando no me atraía especialmente y, mucho menos, pensé que él quisiera tema conmigo.

Y a esto que, en una noche de peli, lo noto especialmente cariñoso (era un tío sobón de por sí). Que si te apoyo la cabeza en el hombro, que si toma la mantita porque hace frío y me acurruco contigo… 

No sé cómo surgió, pero cuando quise darme cuenta me estaba besando. Pensé “OSTRAS ¿LE MOLO?”. Como decía, no me gustaba en plan ligue, pero al verme en esa tesitura dije “qué coño, una aventurilla así no le hace daño a nadie”, pensando yo que no era más que algo físico, un desfogue sin más.

Ay, sin más. ¡Qué ingenuidad la mía! (en andaluz we say “QUÉ PAPO MÁS GORDO”). 

Efectivamente, acabamos en su cama. Su cuarto merecería un post aparte, la verdad. Nos quedaremos con que olía a una mezcla a champiñones y vicks vaporub. 

Nos metimos entre las sábanas y hala, al lío. Yo me empecé a venir arriba y me puse encima suya tipo amazonas, mientras que el tipo se mantenía comedido tirando a soso. Pensé “es tímido”.

A todo esto, las luces estaban apagadas a petición suya, lo que reforzaba mi sospecha, pero bueno, seguía a lo mío e intentaba que el tema se le pusiera alegre… y no había manera. Como había tomado él la iniciativa me chocaba un poco, pero, aun así, pensé que podría pasarle mil cosas y traté de ser lo más respetuosa posible.

Le pregunté si quería seguir y me dijo que sí con algo más de entusiasmo. Yo todo lo achacaba a que estaría nervioso, pero eso seguía sin ponerse hermoso y me dio mala espina. Dejé de restregarme y le pregunté si paraba, a lo que me contesta “Va a ser mejor, sí”. Me lo dijo en tono cortante, así que no supe muy bien cómo reaccionar. En ese momento te pasan mil cosas por la cabeza y todo se resume en que es culpa tuya, algo mal has hecho. Y entonces, estalló la bomba: 

“Mira, es que yo creía que quería algo contigo porque eres una tía tan genial, pero es que ahora me he dado cuenta de que, en realidad, te veo como a una madre”. 

¿Te ha estallado la cabeza? PORQUE A MÍ, SÍ.

Mi respuesta fue: “Voy a vestirme porque esta conversación prefiero tenerla con sujetador”. 

Por resumir la movida: el chaval se había encariñado mucho conmigo porque representaba una figura de cuidado que había asociado a la de una madre que, en su caso, había estado muy ausente toda su vida. Me explicó que iba a terapia y ahí ya desconecté un poco, no por nada, porque me dijo que su terapeuta era un compañero de trabajo que NO ESTABA TITULADO y, ojito, trabajaban para una empresa piramidal que vendía productos de alta cosmética y bienestar (CÁ-GA-TE). 

¿Me intentó vender productos de la empresa? SÍ, pero no aquel día. ¿Seguimos compartiendo piso después de aquello? También sí, durante 5 meses más. La historia no había hecho más que empezar.

 

Ele Mandarina