“Os pongo en situación, mido 1,75 m y peso más de 150 kg. Siempre he sido una niña muy grande, pero a partir de los 14 a parte de grande empecé a ser gorda. Nunca, ni en el instituto ni en ningún sitio, se han metido conmigo o me han dicho nada, ni me han insultado por la calle. Nunca he tenido complejos. El problema viene de hace un año o así, porque aunque no me pasó nada, empecé a coger miedo a salir a la calle por si alguien me decía algo. Los grupos a los que más temo son adolescentes y niños. Lo paso realmente mal y está empezando a afectar a mi vida ya que no quiero ir andando a ningún lado, ni pasar al lado de algún grupo de gente de esas edades. No sé cómo solucionarlo y realmente me jode por dentro, que yo estoy bastante a gusto conmigo misma, pero tengo que estar pasando angustia por esta sociedad en la que vivimos.”

Este mensaje, publicado en el foro hace dos semanas, desató una avalancha de comentarios. Algunos se sentían identificados y otros, la gran mayoría, animaban a la autora a “salir a la calle y hacer frente a su miedo”.

El miedo a salir a la calle por si alguien te dice algo no debe confundirse con la agorafobia. Aunque son dos problemas con efectos parecidos (evitar salir), las causas son completamente diferentes. Las personas con agorafobia creen que no podrán escapar o que nadie les podrá ayudar si tienen síntomas de pánico, y por eso evitan ciertas situaciones. El miedo irracional a las miradas, cuchicheos e insultos por la calle se aproxima más a un subtipo de fobia social que a la agorafobia.

Paso 1: ir al psicólogo.

Si eres incapaz de gestionar ese miedo por tu cuenta, pide ayuda. Busca un psicólogo especializado en fobia social y cuéntale tu situación.

¿Eres de los que cree que un psicólogo no sirve para nada? Posiblemente hayas tenido una mala experiencia, pero recuerda que hay malos profesionales en todas partes. ¿Pedirías una segunda opinión si se te rompe una pierna y tu médico te manda para casa? Pues haz lo mismo con los psicólogos. Al fin y al cabo somos los especialistas en tratar la mente de las personas.

¿No puedes permitirte ir al psicólogo? En muchas ciudades hay centros y asociaciones para personas sin recursos, universidades con Servicio de Atención Psicológica y programas de voluntariado.

Paso 2: vas a tener que poner de tu parte.

En cualquier programa de tratamiento de fobia social, el punto central es la exposición. Dicho en otras palabras, echarle ovarios y hacer frente a lo que te acojona.

Al principio debes hacerlo poco a poco, como si estuvieses a punto de perder la virginidad. Sal a comprar el pan al Mercadona de tu barrio, da un paseíto por la zona, acércate al parque que hay frente a tu casa y siéntate en el banco, etc. Cuando esas situaciones no te causen ansiedad, pasa de nivel. Cada vez llegarás más lejos.

Paso 3: cambia el chip.

No te da miedo salir a la calle, sino los pensamientos distorsionados de lo que puede pasar cuando salgas.

Para cambiar el chip tienes que detectar los pensamientos distorsionados, irracionales y dañinos que te provocan ansiedad. Normalmente no se corresponden con la experiencia (no te ha pasado nunca pero crees que puede ocurrir), son absolutistas (crees con total seguridad que va a acabar pasándote) y son generalizaciones (te ha pasado una vez o le ha pasado a algún conocido y crees que te puede pasar a diario).

Paso 4: trucos que pueden salvarte el culo.

Algo que ayuda a muchas personas con este miedo es ponerse los cascos con música cuando van por la calle o mascar chicle. Escoge la playlist que más te guste y cuando menos te lo esperes tendrás hasta ganas de bailar por la calle como si fueses la protagonista de un videoclip.

Paso 5: aprende a respirar y a relajarte.

Los entrenamientos en relajación progresiva y en respiración abdominal pueden reducir la ansiedad que sientes al salir a la calle.

Paso 6: aprende habilidades sociales.

Muchas veces, sobre todo si somos personas inseguras, creemos que cuando alguien nos mira es porque está juzgándonos o analizando al dedillo todos nuestros defectos. Pues resulta que el atractivo físico es subjetivo, ¡todos ligamos! A lo mejor esa persona que te mira tímidamente cree que estás como el pan con chorizo.

Un buen psicólogo puede enseñarte la importancia de la mirada, la expresión facial, la sonrisa, la postura del cuerpo, los gestos, la proximidad, el contacto físico, el volumen de voz, la entonación, la fluidez y el contenido del mensaje.

Paso 7: si alguien te grita o te mira, no agaches la cabeza.

Quienes deberían agachar la cabeza son los que insultan o miran con desprecio. No te cortes, si tienes que soltarle un “¿qué pasa, no has visto un gordo en tu puta vida?”, HAZLO. Si te apetece decirle que “gorda es la hostia que no le dieron de pequeño”, DO IT. Con todo tu santo papo y la cabeza bien alta.

Aquellos que insultan y no ven más allá de una talla son, en el fondo, los que peor se sienten. Necesitan pisar a los demás para creerse superiores. Son ellos quienes tienen que avergonzarse, no tú.

Saca a pasear todo tu amor propio, que la vida es muy corta y tú muy fabulosa.