La psicología es como un instituto americano de película, con su autobús amarillo y su comedor lleno de personajes de lo más peculiares. Las escuelas psicológicas con validez científica se sientan en la mesa grande, las terapias pseudocientíficas se quedan en un rincón, en el centro presiden los tratamientos con eficacia demostrada, y en la zona de los cubos de basura están los que no valen ni para zurrir mierdas con un látigo.

Después, dentro de cada grupito y súper integrados de la muerte, están los psicólogos, unos mejores, otros peores, y otros que ni si quiera pueden ejercer la psicología. What? Espera, ¿cómo? Pues sí. Resulta que no todos los que tienen una consulta tienen un título oficial de psicología. Cuando leas “psicoterapeuta” o “terapeuta psicológico” puedes estar ante un psicólogo-fake. Para comprobar si tu psicólogo está titulado debes buscar su número de colegiado en algún Colegio Oficial de Psicología. ¿Por qué? Es sencillo, un psicólogo colegiado tendrá la titulación necesaria para ejercer, además trabaja bajo el Código Deontológico del psicólogo (como las reglas del club de la lucha, pero para los de mi gremio). Por si esto fuera poco, actualmente es necesario el PIR (como el MIR de medicina pero para psicólogos, hablando claro) para poder diagnosticar e intervenir. Vamos, que abrir una consulta psicológica es más difícil que llevar el anillo único a Mordor.

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No se abre así como así una consulta…

Bien, ya has escogido a un psicólogo que está legalmente autorizado a tratarte, pero… ¿ya está? Pues no. Hay médicos que te recetan paracetamol aunque tengas pulmonía, que no revisan tus niveles hormonales porque creen que tu sobrepeso es “por abusar de la comida basura”, que utilizan palabras muy técnicas y no te enterarás de nada, que ignoran tus dudas porque tienen muchos pacientes y poco tiempo, que te dicen que tu dolor de ovarios “no es para tanto” aunque dentro de tu vagina esté resurgiendo la Matanza de Texas. Lo mismo ocurre con los psicólogos, la diferencia es que nadie suelta que “la medicina no sirve para nada” cuando se topa con un gilipollas con título.

Cuando estamos añusgados físicamente, con suerte, solo necesitamos una visita al médico –aunque tarde ocho mil horas en atendernos y se haga eterno–. Nos da la receta, vamos a la farmacia y fin, a casita a ponernos bueno. Si el problema es mental la cosa cambia. No te vas a curar con una sola sesión, tenlo claro, y como vas a tener que ver a tu psicólogo durante varias semanas lo mejor que puedes hacer es asegurarte de que es buen profesional.

¿Cómo descubrir a un mal psicólogo?

  • Sientes que te juzga

La base de cualquier tratamiento psicológico es no juzgar, pero no todos los psicólogos son capaces de controlarse. Un médico –tanto del cuerpo como de la mente– “criticón” es en realidad un ser humano gilipollas. No te confundas, por muy diferentes que sean tus creencias y las de tu psicólogo, por ética y profesionalidad él no tiene ningún derecho a reprochar tu conducta con superioridad ni a atacar tus creencias. Si cada vez que tienes una sesión sientes que te juzgan y que te critican, aunque sean pequeños gestos, lo mejor que puedes hacer es cambiar de psicólogo.

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  • La relación psicólogo–paciente es confusa

La terapia no es colegueo, sino una relación entre un profesional y una persona que necesita ayuda. Desconfía de los psicólogos que crean en ti dependencia, de los que no te derivan a otro especialista cuando es necesario (he conocido casos de psicólogos que han ofrecido descuentos a pacientes que se querían ir porque no estaban cómodos o incluso les han amenazado con frases como “si yo no te he curado otro psicólogo no lo hará”, pa’ mear y no echar gota), de los que te meten fichas como si estuvierais tomando una cerveza en un bar (las relaciones sentimentales entre un profesional y un paciente están completamente prohibidas), de los que violan la confidencialidad de la terapia, y de los que hacen comentarios ofensivos, de los que comparten demasiada información personal (no confundas la empatía o  la complicidad con la falta de ética). Todas está conductas pueden confundir al paciente y destrozar cualquier avance conseguido durante el tratamiento. Sí tu psicólogo se comporta de forma inmoral o simplemente no te sientes a gusto con él sin un motivo concreto –créeme, pasa mucho más de lo que piensas–, busca a otro.

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Por una consulta libre de polvos
  • No responde a tus preguntas

Por norma general, los psicólogos preferimos dar una caña y enseñar a pescar que regalar pescado en bandeja de plata cada día. El objetivo de la terapia es lograr que el paciente encuentre por sí mismo las soluciones que mejor se adapten a él. Esto no quiere decir que no podamos responder dudas, ya que la orientación es una parte importante del tratamiento. Que no te de corte preguntar, ya sean cuestiones personales, o dudas sobre la terapia, el psicólogo en cuestión o los procedimientos a seguir.

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  • Minimiza tus problemas

Cuando alguien busca ayuda es porque cree que su problema es importante, porque interfiere en algún ámbito de su vida, y porque no sabe cómo afrontarlo. Si tu psicólogo es incapaz de ver la magnitud de tu preocupación, abordará el problema desde una perspectiva muy simple y propondrá un tratamiento poco eficaz. Grábatelo a fuego, cuando un psicólogo no te entiende y tampoco intenta hacerlo, va a ser incapaz de ayudarte.

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  • No te hace ni puto caso

La terapia es como el sexo, sagrada para los dos participantes. Una sesión no se debería interrumpir porque se pierde la erección sensación de comunicación que, a menudo, cuesta mucho crear. Si notas que tu psicólogo frena las sesiones con frecuencia, o te da la impresión de que no recuerda información importante de tu caso, corta por lo sano.

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  • No es especialista en tu problema

Es prácticamente imposible ser especialista en todos y cada uno de los trastornos psicológicos. Un psicólogo desinformado, sin formación o inexperto en tu problema puede elaborar un diagnóstico inexacto y, en consecuencia, un tratamiento terapéutico incompleto y a la larga perjudicial. Además, es importante recordar que hay terapias que han resultado ser inefectivas, y aun así muchos profesionales siguen realizando tratamientos sin evidencia científica porque han recibido esa formación o simplemente son los que prefieren a nivel personal –pasándose por el forro el Código Deontológico–. Si quieres una terapia efectiva, busca a un psicólogo especialista en tu problema y que cuente con el respaldo de la ciencia.

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  • La terapia interminable

Aunque los psicólogos evitamos dar una fecha límite “de curación” para no crear expectativas en el paciente, el número de sesiones necesarias no suele superar las 20 –si lo hace debe ser absolutamente justificado–, y cada sesión debe durar una hora de media – en algunos casos 90 minutos–, con una frecuencia semanal – como mucho dos sesiones por semana–. Un “gasto extra” de sesiones no se relaciona con más rapidez o eficacia. La labor del psicólogo es dar al paciente las herramientas para que se enfrente a diferentes situaciones, no crear una adicción a la terapia interminable. Si tu psicólogo fomenta una relación de dependencia no te cortes, dile «hasta luego Mari Carmen», saca las Páginas Amarillas y busca un buen profesional.

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Tú al acabar la terapia.

Ni queremos expandir las enfermedades mentales por todo el mundo para forrarnos, ni intentamos esposarte a un diván para toda la eternidad. Guarda las antorchas, las horcas y las palas, todavía quedan buenos psicólogos. Que una mala experiencia terapéutica no te limite.

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