Chicas: vengo a pedir vuestra opinión con un tema que ha sembrado la polémica en mi pandilla y que, encima, me afecta directamente. Vamos, que soy la protagonista de la movida. Os cuento.

Hace unas semanas empecé a hablar con un chico que conocí en el curro. No trabajamos juntos, eh. Vino a dar una formación de prevención de riesgos laborales. Charlamos durante la pausa del almuerzo y, bueno, nos dimos los teléfonos porque el feeling que teníamos se veía desde Alfa Centauri.

Esa misma noche me escribió y ya no volvimos a pasar más de unas horas sin hablarnos. Intentamos quedar varias veces, pero por una serie de cosas, tardamos en poder hacerlo. Así que, imaginaos las ganas de vernos. Uff.

Me enjabonó en nuestra primera cita
Foto de Andrea Piacquadio en Pexels

Llegó el día y yo estaba como un puto flan. Tenía miedo de haber exagerado, de haberme inventado un personaje en torno a un chico que conocía de horas y haberlo magnificado todo. Como si nos hubiéramos conocido en Gran Hermano, y no en el salón de actos de mi empresa. Pero luego le vi y, buah-la, volví a sentirlo todo. Que es que me gusta todo de él. Y, encima, la cita. Qué pedazo de cita. Vino a buscarme a casa. Fuimos a dar un paseo, a cenar, a bailar. Dios, cómo baila. Tenéis que verlo bailar… qué espectáculo, amigas. Pero bueno, que me lío. A mí me estaba encantando todo, la verdad. Propuso ir a su casa y mis bragas y yo gritamos de alegría.

 

Me enjabonó en nuestra primera cita

 

Total, que nos vamos a su piso. Nos damos un beso más bonico que nada, y después otro y otro más. Vamos aumentando la intensidad y él empieza a quitarme la ropa en plan despacito. Como disfrutando de ir eliminando capas. Cuando ya me tiene en pelotas, me deja ayudarle a desnudarse y… cuando pensaba que mi lanzaría sobre el sofá o me guiaría hasta la cama, me cogió de la mano y me llevó al baño. Es un señor baño, todo hay que decirlo. Recién reformado con mucho gusto, digno de querer enseñarlo. Sin embargo, no me había llevado allí para fardar de él, sino para meternos en aquella ducha enorme con efecto lluvia. Ay, tías, casi me derrito cuando me metí debajo del agua y, sin mediar palabra, él empezó a enjabonarme. Me enjabonó todo el cuerpo. TODO. Con parsimonia, casi con reverencia, con veneración.

Me enjabonó en nuestra primera cita
Foto de I Veit en Pexels

No sé lo que duró la ducha ni el polvazo que echamos después en la cama. En cualquier caso, fue brutal. Impresionante. Una puta maravilla. Me fui de allí montada en una nube. Y ¿qué hice? Correr a contárselo a mis amiguis, por supuesto. Yo toda feliz dando detalles, diciéndoles lo bonito que había sido todo. Lo supermegaromántico que había sido el momento ducha… y ahí es donde me estalla la burbuja.

 

O, en este caso, la pompa de jabón. Porque mis amigas del alma se han puesto de acuerdo en decirme que, de romántico, nada de nada. Que eso de que un tío me enjabone en la primera cita, es raro de cojones. Bueno, eso me lo dijeron después de partirse el culo de risa, las muy mamonas.

Y yo ahora estoy más rayada que otra cosa, porque ya no sé si lo que yo sentía en esos instantes prevalece sobre la impresión que le da a quien no estaba en el ajo cuando se lo cuento.

 

¿Qué os parece? ¿Qué opináis?

Contadme vuestras impresiones, porfa.

 

Jéssica

 

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