Queridas, hoy vengo a hablaros de kinkshaming y de cómo este condicionó mi vida sexual durante años.

Pero, ¿qué es el kinkshaming? Pues para quién no lo sepa, el «kinkshaming» viene a ser el menosprecio por los «kinks», vamos, los fetiches que pueda tener una persona, algo que muchas veces nos condiciona y nos impide explorar nuestra sexualidad.

Pues bien, esto es lo que me pasó a mí, os cuento: antes de empezar con mi actual pareja estuve con otros tres chicos, y resumiendo muy mucho, con el primero sólo perdí la virginidad, con el segundo llegué a tener un sexo moderadamente satisfactorio, y digo moderadamente porque sí, había cosas que me gustaban pero era una persona muy egoísta, ¿y el tercero? El tercero era atento, cariñoso, dulce, comunicativo…pero a mí me faltaba algo.

Durante mucho tiempo estuve dándole vueltas, ¿cómo era posible que hubiera llegado a sentirme más satisfecha con mi ex, que era un verdadero cretino, que con una persona que era tan tierna y que se preocupaba tanto por mí?

Creo que el momento en el que me dio por empezar a informarme sobre el BDSM fue cuando mi ex (el tercero, para que nos entendamos) me contó que una chica con la que se había acostado anteriormente le había pedido que la azotara y él no había sido capaz; cuando dijo que nunca podría hacer algo así, que le resultaba muy raro y que no le ponía nada, me sentí un poco decepcionada, ya que era algo que mi pareja anterior solía hacer y lo cierto es que a mí me ponía muchísimo.

Casualmente en aquella época, 50 sombras de Grey estaba en su máximo apogeo e internet estaba lleno de perfiles en redes sociales, foros y blogs con abundante información sobre el tema, y tras mucho buscar y tras esquivar a mucho mamarracho con ínfulas di con personas y sitios web que me ayudaron mucho.

Una de las primeras cosas que aprendí, de hecho, fue que por norma general la gente que practica BDSM no tiene nada que ver con el imaginario de 50 sombras, ya que la base sobre la que se sustentan estas prácticas es la comunicación y el respeto, lo que dista muchísimo de ejercer un control absoluto sobre la otra persona valiéndose de una posición de poder. Vamos, que por haber hay de todo como en todas partes, pero por norma general esto no es así.

Por desgracia, pese a que había descubierto algo que me llamaba mucho la atención y había despejado bastantes dudas sobre mi sexualidad, me daba miedo contárselo a mi pareja: en primer lugar, porque siempre había hablado de la chica que se atrevió a pedirle unos azotes como si fuera un bicho raro, y en segundo lugar, porque no quería forzarle a hacer algo que no quisiera. Con lo cual me tocó aguantarme y seguir follando de una manera que a mí no terminaba de satisfacerme.

Pasó el tiempo y acabé cortando con este chico, y al cabo de unos meses empecé a quedar con un antiguo compañero del instituto con el que acabaría iniciando una relación de pareja.

A todo esto, yo ya tenía más o menos claro qué cosas me gustaría probar, pero había algo que aún me inquietaba, me atormentaba y me perturbaba: ¿cómo me podía excitar a mí la perspectiva de que me ataran, me vendasen los ojos, me diesen azotes…si soy feminista?

Y es que, queridas, había muchas activistas (y las sigue habiendo) que llegaban a echar en cara a mujeres que practicaban BDSM su incoherencia a la hora de denominarse a sí mismas «feministas´´, alegando que no puedes luchar por los derechos de las mujeres si por otro lado consientes que un hombre te someta para satisfacer sus deseos. Y yo por aquel entonces tenía poco conocimiento, poca experiencia y tendía a menudo a dejarme influenciar demasiado por las opiniones que soltaban algunas señoras en las redes, con lo cual, cuando tenía alguna fantasía de ese estilo, trataba de desecharla lo más rápido posible y me sentía terriblemente avergonzada.

Hasta que, cosas de la vida, a base de hablar con mi pareja me di cuenta de que había tenido la inmensa suerte de dar con una persona con la que podía hablar sin tapujos de las cosas que me gustaban y las que no, igual que él las compartía conmigo: así, descubrí de primera mano lo que ya había leído en tantos foros y blogs, que, efectivamente, las bases del BDSM son la comunicación, la confianza y el respeto, vamos, algo que debería primar en todas las relaciones y que yo por desgracia no había conocido hasta entonces.

En los años que llevamos juntos hemos probado mil cosas, hemos establecido límites y sí, he descubierto que para disfrutar realmente a la hora de follar necesito ese punto de sentirme suya, ¿y qué? ¿Soy menos feminista por eso?

Y es que, otra cosa que he aprendido a base de leer, de hablar con gente y de ganar experiencia es que está muy bien cuestionar de dónde vienen muchas veces nuestros fetiches y tener en cuenta el papel que tiene el porno tradicional en nuestras relaciones, pero una cosa es eso y otra muy distinta señalar a otras mujeres por su forma de follar.

Esto, claro, sin tener en cuenta que el BDSM no es algo que únicamente se practique por parejas heterosexuales en las que el papel dominante sea el del hombre: hay mujeres dominantes, hay personas versátiles en ambos roles, hay personas LGTB que lo practican…vamos, que al final de lo que se trata es de que cada cual folle como quiera y con quien quiera siempre que no vulnere el deseo y el consentimiento de otras personas.

En resumidas cuentas, no dejéis que nadie os haga sentir vergüenza de vuestros fetiches: feminismo también es tener libertad para explorar nuestro placer sin sentirnos mal por ello.

Con1Eme