Me invitó de viaje y no pagó ni un peaje

 

No soy una tía rácana, de verdad que no lo soy.

Me gusta ser generosa, compartir con los míos, hacerles regalos, invitarles cuando vamos por ahí. Yo qué sé, ese tipo de cosas.

Lo que no me gusta nada es que me chuleen.

Y eso es justo lo que creo que me han hecho. Porque por más vueltas que le doy, una cosa es una cosa, y otra cosa es otra cosa.

Venga, os doy todos los datos y a ver si estáis de acuerdo conmigo.

Conocí a esta chica hace unos meses en unas clases de cocina a las que me apunté justo con la intención de hacer un poco de vida social y conocer gente nueva.

Lo de las clases no solo funcionó, sino que superó mis expectativas, pues la química con ella fue brutal desde el primer día y no tardamos en empezar a quedar fuera de allí con las típicas intenciones de amistad y lo que surja.

Además del interés por la cocina, tenemos un montón de cosas en común y, aparte de que tiene un sentido del humor superespecial y de que es muy divertida, está el hecho de que está buenísima.

Creo que es obvio que mi compi de cocina me tenía un poco loca.

 

Me invitó de viaje y no pagó ni un peaje

 

No nos habíamos acostado aún cuando me propuso ir a pasar un finde largo a su casa de la playa.

Dudé mucho si aceptar o no. Nos conocíamos desde hacía poco, me daba un poco de palo verme conviviendo con ella, aunque fuesen solo unos días, y me daba rollo también ir de gorroneo a su casa.

Sin embargo, acabé cediendo por varias razones. Porque insistió un montón, porque lo cierto era que era un buen plan y porque la chica me ponía muy tontorrona.

Le dije que aceptaba, siempre y cuando fuéramos en mi coche. Qué menos ¿no?

Así que, llegado el día, la recojo en su calle, nos echamos a la carretera y me paro a llenar el depósito en la primera gasolinera de la autopista.

Dato 1: ni el más mínimo amago de pagar a medias el combustible. Ni tampoco los peajes.

En ese momento ni siquiera lo pensé. Fui tirando de tarjeta en cada pago sin darle más vueltas, al fin y al cabo, quedaba el trayecto de regreso para ajustar las cuentas.

Llegamos al apartamento, nos instalamos y salimos a dar una vuelta y a cenar en una terraza del paseo marítimo.

Dato 2: pedimos la cuenta, el camarero dejó la bandejita en el medio de la mesa y ella se fue al baño. Había gente esperando mesa, de modo que saco la cartera y pago yo para dejarla libre cuanto antes.

Reconozco que ahí ya me empezó a escamar, pero después de mojar los pies en la orilla y de besarnos bajo la luna como dos adolescentes, nos fuimos al piso y disfruté de una de las mejores sesiones de sexo de mi vida. Por lo que, la verdad, me olvidé del tema.

Al día siguiente me levanté tan pletórica, que bajé a por unos cafés y bollería mientras ella se duchaba. Habíamos quedado en ir más tarde al supermercado a comprar algo de comida para el resto de los días, y así lo hicimos al volver de dar otro paseo por el pueblo.

Dato 3: estando en la cola de la caja, le llamaron al móvil. Hizo un gesto de desagrado, susurró que era del trabajo y salió para seguir hablando fuera. Acababa de pagar cuando entró.

 

Me invitó de viaje y no pagó ni un peaje

 

Hice un cálculo mental del saldo de mi cuenta, me recordé a mí misma que ella estaba poniendo la casa y me obligué a no ser tan desconsiderada.

Salvo por esas cuestiones relativas a la pasta, lo estaba pasando genial.

Lo que nos quedaba de nuestras minivacaciones lo pasamos entre las sábanas y la playa, así que no hubo más gastos que asumir a excepción de unos helados que **Dato 4** pagué yo porque ella había olvidado meter la cartera en la bolsa.

Me senté en el coche para la vuelta a casa más feliz que una perdiz. Con el corazón contento, el cutis más terso y el chichi dando palmas.

Pero me dio toda la bajona cuando llegamos al primer peaje y la chica nada, mirando por la ventanilla toda happy de la life. Cuando tocó repostar, más de lo mismo.

Esa es mi cara en el viaje de vuelta

Y yo, que soy un poco mema y un mucho de evitar los conflictos, no le dije nada. La dejé en su casa y me fui a la mía.

Pero como no se me iba el cabrero y soy un poquito cobarde, más tarde le mandé un wasap diciéndole que lo había pasado muy bien y que el próximo día hacíamos las cuentas para repartir los gastos.

A lo que ella me respondió: ‘Bueno, el reparto es sencillo, yo ya puse la casa’. ¿En serio? ¿Esa casa que ella no paga? ¿En la que se queda GRATIS porque es de su familia y puede usarla cuando quiera?

Añadió que nos veíamos mañana en clase y un ‘ya echo de menos tenerte en la cama conmigo’, así, como si nada.

No fui a clase esta semana y le he puesto ya varias excusas cuando ha intentado quedar. Porque, joder, me gusta, pero no puedo evitar pensar que me ha chuleado y, lo que es peor, que me he dejado chulear.

¿Vosotras qué opináis?

 

Marta

 

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