Madurar es entender que, solo con amor, no es suficiente. Y que el amor no lo justifica todo, menos aún la mentira o la verdad a medias. Madurar es entender que, antes de hacer planes de vida con una pareja, hay que tener conversaciones incómodas sobre la idea de futuro: familia, carrera profesional, tipo de relación y hasta creencias religiosas y políticas.

Quizás veis aquí un sentido demasiado práctico que va contra la idea de romanticismo que a todas nos ha hecho suspirar alguna vez. Pero, precisamente para que la relación perdure y cuidarte de decepciones y desamores, conviene ponerse a ello.

No es algo que yo me pueda reprochar a mí misma, porque lo hice. Hablé con mi pareja sobre el futuro para comprobar si estábamos en una sintonía similar. Y abordamos los temas más sensibles, como el económico. ¿Qué me dijo? Que tenía un salario considerable, una suma cuantiosa en sus ahorros y lo quería todo conmigo. Estabilidad y amor para un futuro juntos, no podía pedir más.

Sin futuro y sin un duro

Él me hablaba sobre su buena situación y lo hacía con seguridad. Tenía ahorros, sí, pero también la firme convicción de que la educación financiera y la buena estrategia son importantes para la prosperidad familiar. Que ahorraba cada mes, decía, y que siempre conviene tener un buen colchón para responder a improvistos e invertir.

La relación avanzaba y, como estaba todo a nuestro favor, comencé a mover ficha hacia un compromiso mayor. Le propuse invertir en una vivienda que fuera el hogar familiar, porque los alquileres están por las nubes, siempre enfrentas la incertidumbre al que la propietaria te quiera someter y, encima, no es algo de tu propiedad.

Él mostraba acuerdo, pero no llegaba a tener una actitud determinante. Nunca llevaba la iniciativa, y ahora creo que su estrategia era jugar al desgaste. Es decir, que yo me cansara de proponer, sin más.

No pasó, claro, porque yo quería avanzar. Me puse seria. Quise hacerle una propuesta con números en la mano, algo ante lo que él solo pudiera decir sí o no. Pues ni lo uno ni lo otro, me dio largas una y otra vez. A mí la situación me angustiaba porque pensaba que él no tenía claro nuestra relación, y por eso no quería comprometerse más conmigo. No se me pasó por la cabeza el motivo real por el que se negaba a avanzar.

¿Y ahora? ¿Lo dejo?

Estaba angustiada por su falta de determinación y comenzaba a sentir inseguridades sobre mí y sobre lo nuestro. Lo presioné para que se pusiera a mi ritmo o, al menos, me diera una explicación de por qué no lo hacía. Y fue entonces cuando me lo confesó todo: no había nada de lo que me dijo.

Me había mentido. No tenía nada de ahorros, así que no podíamos hacer inversiones a medias en básicos de futuro, como una casa. Lo que fuera lo tenía que hacer yo sola, y yo sola no podía.

Me enfadé muchísimo con él, y lo peor es que llegué a sentir que soy una interesada. Que lo necesito para cubrir mis expectativas de futuro, sin más, y mi cabreo viene de que él no pueda darme más que su amor.

Pero no. No es así. Él me mintió. Me mintió y me creó unas expectativas de futuro. Me hizo crear sueños que ahora, antes de materializarlos, se han roto. Ha jugado con mis ilusiones, y me siento tan mal que ahora me planteo si seguir con él o no. ¿Es este un motivo para dejar la relación con alguien que dice que te quiere y está enamorado de ti? ¿Lo dejo por mentirme o continúo e intentamos construir desde cero, pero con el apoyo del otro?

Llevo semanas torturándome con preguntas, y no solo sobre sus motivos para mentirme. Hay cosas que no cuadran. ¿Cómo es posible que, con lo bien que lo gana, no tenga ahorrado? ¿En qué gasta su dinero? Ya se me ha pasado de todo por la cabeza. Estoy convencida de que me oculta información y, aunque no lo hiciera, su historial de mentiras me hace pensar que sí. De hecho, ya no sé si le creería si me diese una explicación razonable y me dijera que no hay nada turbio detrás. Porque ya sé que es capaz de mentirme.

Estoy desilusionada y no sé qué hacer. No encuentro justificación alguna a sus mentiras. Ya no sé si quería retenerme a toda costa y jugó la baza del dinero, creyéndome interesada, lo que es propio de manipuladores y tóxicos. Tampoco se puede excusar argumentando que pensó que su situación mejoraría para cuando decidiéramos ir más allá, y sí habría logrado acumular ahorros para entonces. Ni sé si los tenía, pero han desaparecido en vete tú a saber qué.

Además de las dudas, me encuentro estancada e incapaz de avanzar con él. ¿Cómo puede continuar una relación así?

 

[Texto escrito por una colaboradora a partir de un testimonio real]