Si me hubieran dicho en el pasado que resultaría tan difícil para mí salir con una persona que se dedicaba al mundo de la actuación, no me lo habría creído.

Yo, que siempre presumí de no ser celosa y de controlar de forma racional absolutamente todas mis inseguridades con respecto a mis parejas.

 

Pero está claro que nunca se puede decir “de este agua no beberé”, y si pecamos de afirmar ciertas cosas tan arrogantemente, corremos el riesgo de tener que comernos nuestras palabras con patatas fritas y que la vida nos demuestre que nunca hemos de ser tajantes y categóricos.

Cuando conocí a César, incluso me hizo gracia que fuese actor profesional. Me sentí orgullosa de tener un novio con tanto talento, desparpajo y creatividad.

 

 

Porque César era bueno, muy bueno en su trabajo, de tal forma que, a pesar de lo tremendamente difícil que lo tienen en ese sector para trabajar de forma continuada, él siempre tenía algún proyecto sobre la mesa.

No, no era famoso ni conocido y con el tiempo me di cuenta de que eso era una lotería al alcance de muy pocos.

Pero también era una lotería o prácticamente un milagro que tuviese la cantidad de trabajo suficiente como para vivir de su vocación, y esa lotería le había tocado a él.

 

Revisiono anunciosnavideños de mi infancia

 

Aunque no solo había tenido suerte, sino que se lo había currado y ganado. César, aparte de tener talento, tenía un gran carisma interpersonal y sabía hacer y mantener contactos: el resultado era que siempre tenía nuevos proyectos y proposiciones sobre la mesa, sobre todo para teatro.

Al principio, yo no lo llevaba del todo mal. Respetaba su profesión como a otra cualquiera, y me moría de curiosidad y emoción por acompañarle a eventos, rodajes, ensayos, funciones.

 

Es cierto que, cuando lo veía en una escena romántica con otra chica algo se removía dentro de mí, pero enseguida era capaz de separar la ficción de la realidad y admirar y aplaudir su trabajo, separando sus personajes de su persona real.

Poco a poco, sin embargo, aquello cada vez me empezó a resultar más difícil. Supongo que, porque al mismo tiempo, me iba haciendo muy consciente del atractivo que ejercía no solo sobre mí sino también sobre el resto de las personas, especialmente de las mujeres…

 

Hombre atractivo con camisa blanca.

 

Era testigo de cómo algunas de sus compañeras, esas que representaban a sus parejas en escena y muchas otras, le ponían ojitos y bebían los vientos por él.

Yo notaba perfectamente que no les habría importado lo más mínimo traspasar la línea entre los personajes y las personas reales, y esa certeza me empezó a molestar muchísimo.

 

 

Verle abrazando a esas chicas sobre el escenario me empezó a doler. Escuchar sus palabras de amor hacia ellas, que parecían llenas de tanta verdad desde su mirada y expresión enamorada, me comenzó a desgarrar.

Y para mí era una locura: sabía perfectamente que no las decía él, que solo formaban parte de un guion que debía representar y reproducir.

Mi mente lo sabía y yo intentaba escucharla solo a ella, pero de pronto mi corazón se había vuelto loco y no entendía lo mismo.

 

Pero lo peor eran los besos que a mí me parecían tan sentidos, e incluso alguna escena de sexo. A pesar de saber que era fingida y falseada, me llevaba los demonios imaginar que estuvieran compartiendo algo tan íntimo aunque fuera “de mentira”.

Desde mi propio desconcierto, primero opté por callarme y digerir todo esto yo sola, consciente de lo tóxico de mis sentimientos y de que no tenía ninguna razón ni derecho.

 

 

Pero aquello se debía notar: sin ser capaz de controlarlo, empecé a tener actitudes pasivo agresivas en las que mostraba mi desagrado de la peor manera posible.

Él no entendía nada y seguramente no quería entenderlo, hasta que un día explotó todo lo que llevaba acumulando durante bastante tiempo:

Le acompañe al rodaje de un corto que estaba protagonizando para el cual le había ayudado días atrás a leer y memorizar sus guiones y sabía perfectamente lo que me iba a encontrar.

 

Lo sabía, claro que lo sabía. Y por eso no debí hacerlo ni estaba inicialmente en mis planes, pero cuando me pidió que fuese con él, accedí masoquistamente y ya no lo pude aguantar:

Cuando besó a la vez que acariciaba tiernamente el cuello de la preciosa y exuberante actriz con la que compartía escena, sentí mi interior hervir y salí de allí echa una furia.

Intenté, una vez más, controlarme y contenerme, pero esta vez no fui capaz así que me fui de allí sin decir palabra.

 

 

Más tarde, discutimos por esto. Yo ya no podía controlar mis palabras convertidas en absurdos reproches, lo cual era totalmente injusto para él ya que era un chico 10 que nunca me había dado motivos reales de desconfianza.

Él me dijo que no podía estar con alguien que no respetase y entendiese su profesión.

 

 

Y yo, a esas alturas, ya me había dado cuenta de que la situación me superaba y, muy a mi pesar, no estaba preparada para digerir su modo de vida…

 

Anónimo

Envía tus movidas a [email protected]