Empezaré por decir que no sé si estoy feliz o triste de que mi bebé ya no quiera teta. Que sí, que la situación es positiva para él. Que está madurando. Que yo me he sacado un peso de encima. Bla, bla, bla…

Pero a veces lo pienso y siendo egoísta echo de menos a mi bebé. Echo de menos sentir de lo que es capaz mi cuerpo y del nivel de endorfinas y la felicidad que evoca amamantar. La paz que siente una al enchufar la teta y oír silencio; ver sus manitas quietas y los ojos cerrados. El poder de la teta.

 

Quiero compartir que mi proceso de lactancia no fue fácil: Al principio no lo conseguimos y tuvimos que recurrir a una asesora y a un grupo de lactancia, le llevamos a que le miraran el frenillo de la lengua, incluso por fuerzas mayores pasamos a la lactancia mixta (no ganaba peso). Que al principio se me daba fatal, vaya. Hubo muchos momentos en los que estuve a punto de rendirme, pero mi testarudez me representa y al final al segundo o tercer mes de vida logré pillar las posturas buenas y que se enganchara bien.

 

Recuerdo una frase que oí al principio y que me repetía todos los días: “LA LACTANCIA SE LUCHA”. Joder si se lucha. Se lucha en todos los putos aspectos:

  • A nivel familiar (discutiendo durante cuánto tiempo pretendes darle teta cuando las leches de fórmula de ahora son fantásticas)
  • A nivel social (por los sitios donde lo haces y la logística y limitaciones: no puedes beber, no puedes alejarte del bebé, no puedes blablabla…)
  • A nivel físico (el cansancio y malas posturas, el dormir a medias y el estado de alerta constante)
  • El peor: el nivel individual. Donde te conviertes en ese ser omnipotente y omnipoderoso que alimenta, nutre, cuida y calma al pequeñín. Tú y él sois uno. Uno contra el mundo.

Y al principio asimilar todo esto y luchar, ganar la batalla y seguir, no es nada fácil. La sociedad y los prejuicios solo ponen trabas en el camino. Pero has ganado: Tu bebé toma leche materna a demanda, y tú por extraño que les parezca a los demás eres feliz con la situación y te parece genial que así sea.

Entonces llega el día que por logística laboral no puedes estar tan disponible como quisieras y poco a poco tu querido bebé (que ya no es tan bebé) empieza a no pedir tanto la teta como antaño. Puede pasar el día entero en el colegio bien tranquilo y buscarla para dormir porque ya se ha acostumbrado. Ahora le basta con un abrazo o un ataque de cosquillas. Un simple arrumaco. Un beso.

 

Tú no pierdes la ilusión. Buscas momentos en los que ofrecerle. Él o bien la rechaza o bien se engancha diez segundos y sigue con su vida. Te repites que está bien así, que está madurando… Pero el hueco que sientes en el estómago y en la garganta no se va a llenar con palabras sin significado y tú cada vez le sientes más lejos.

 

Los demás no lo ven, pero para ti las cosas han cambiado: Tu lindo bebé ahora juega y disfruta sin pedir teta cuando se frustra o se hace daño; ahora su padre lo puede dormir cantándole o leyendo un cuento; ahora (o eso crees en tu cabeza) ya no te necesita. Por lo menos no de la misma forma que antes.

 

Es doloroso asimilar que después de tanto esfuerzo, sin quererlo ni buscarlo, ha llegado el momento del destete.

 

Has leído sobre ello y te has informado de las diferentes estrategias a seguir, pero de lo que nadie habla es de esos/as niños/as que simplemente cada vez van pidiendo menos por sí mismos/as. ¿Será porque saben que no estarás ahí siempre?  ¿Han decidido que es el momento de dejarlo por arte de magia?

 

En nuestro caso, al ver que el niño únicamente pedía teta por la noche y en momentos muy puntuales, vimos la oportunidad de iniciar el destete nocturno. Él ya había hecho por sí mismo la mitad del camino así que ahora nos faltaba avanzar el trocito que faltaba.

 

Nos ha causado estragos y sudores porque una cosa es no pedirlo y la otra no tenerlo. Y sobre todo porque amamantar se ha convertido en una rutina de la que me está costando desprenderme y no “recaer”. Él pide muy pocas veces, pero yo lo recuerdo cada día. Y cuando le veo llorando o angustiado tengo que hacer un esfuerzo por no ser yo quien ceda.

 

Me repito que ya no quiere teta, que ha crecido. Empieza otra etapa en nuestras vidas.

 

Moreiona