No, esta no es una lista de propósitos del año escrita a destiempo, con el 2023 ya muy avanzado. De hecho, ni siquiera es una sucesión de tareas pendientes. Son deseos por cumplir que me recuerdan cuántas cosas bonitas me aguardan.

En realidad, nació hace ya unos años. Tuve una etapa de crisis emocional derivada, probablemente, de sentir que no estaba donde quería estar. Un estado que me hizo entrar en ese bucle tenebroso en el que te lo cuestionas todo y, lo peor, a ti misma. Sentir que vas para los 35 y nos ha conseguido nada significativo es duro, pero no deja de ser una sensación. Es un pensamiento intrusivo al que le da por machacar en momentos de bajón, no la realidad.

Acopio de vivencias

En aquel bache, me senté conmigo misma para hacer acopio de vivencias. Me hice un librito con cartulina, folios en blanco y anillas, con una portada llamativa de colorines que compuse con mi cuestionable criterio estético. Me representa, que es lo importante. Lo titulé “Hoja de ruta”. No porque me tenga que guiar, sino porque me ubica. Me recuerda dónde estoy, qué he vivido y qué he aprendido.

Uno de los capítulos de mi “Hoja de ruta” es “Lo he vivido”. Hice un recorrido retrospectivo por mi propia vida para apuntar desde hitos destacados a vivencias que quizás otra persona perciba como nimias, pero que son importantes para mí. Desde terminar una carrera a conocer al amor de mi vida, pasando por visitar Berlín o ver a mi equipo ganar su primer título internacional, estando yo en el estadio.

Otro capítulo era “Aprendizajes”. Son anotaciones que hago en el día a día, por si repasarlas me sirve para saltar en lugar de tropezar siempre con la misma piedra. ¿Un ejemplo! “Sigue siempre el camino, porque no sabes qué te aguarda al final de la senda”. Lo anoté tras una ruta de senderismo en la que estuve a punto de volverme por pura pereza, ya llegando al final. Proseguí y, en el camino, encontramos a un lugareño, propietario de una finca, que estaba haciendo una tesis sobre el patrimonio de la zona. Nos contó la historia y nos regaló huevos frescos.

Siempre con algo pendiente

Mi “Hoja de ruta” me sirve para recordarme algo muy obvio que, sin embargo, olvidamos con frecuencia: la vida son instantes, no metas. Son momentos, no hitos.

El otro gran capítulo es el de las cosas que tengo pendientes. Nada de grandes hazañas, solo experiencias que tengo al alcance de la mano y me gustaría disfrutar. Como estas:

  • Probar el mate. Con lo popular que es, ¡y yo no me hago ni una idea de a qué puede saber!
  • Ir a un restaurante caro. De los que ir un par de veces al año, nada de lujos. Un sitio en el que hagan arte con la comida y los matices de un mismo plato me exploten en la boca.
  • Ver amanecer sobre un acantilado. Soy más búho que gallo y nunca he visto uno. El sol brillando en la lejanía y dibujando un surco de plata sobre el agua debe ser una estampa a retener.
  • Leer a nuevas autoras. Tanto consagradas como las que intentan abrirse camino dentro de la literatura independiente.
  • Explorar nuevos géneros musicales. Algo que me saque de mis bucles infinitos de melodías.
  • Volver a ver amanecer tras una noche de fiesta. Pero que sea porque se me olvide la hora que es.
  • Probar nuevas posturas sexuales. Mmmm….
  • Probar algún sabor loco de helado. ¿Me atrevería con el de gazpacho? ¿Yo, que ya considero raro el de higo?
  • Participar en un taller de poesía. Ponerle palabras a lo que no se puede explicar con ellas.
  • Atreverme, por fin, a ponerme un crop top. Desbloqueo de miedos, chute de autoestima.
  • Ir a una exposición de arte que no entienda. Nunca se sabe las lecturas que se pueden hacer de algo que parece hecho por tu sobrina, de tres años.
  • Pasear con mis padres agarrados a ambas manos. Los tengo. Eso sí que es un gran hito.
  • Conseguir que mi sobrino aprenda a decir «tita». Aunque, si ya me derrito al hacer que sonría, cuando me diga “tita” seré como una chocolatina puesta al sol en un mediodía de agosto.
  • Hacer una ruta por pueblos de España que no conozco. Y mimetizarme con el entorno cuanto sea posible.
  • Aprender scrapbooking. Manualidades, que me relajan. A ver si mejora mi criterio estético.
  • Hacer twerking en el suelo en una boda. Esto sería repetir, no voy a mentir.
  • Darle conversación a alguien que no conozco. Porque todos/as tenemos buenas historias, y porque así me pareceré un poco más a mi madre.
  • Subir al pico Peña Cerreos. En tres intentos, me quedé en un prado intermedio. A la cuarta será. O a la quinta, sin presiones.

Quizás mi “Hoja de ruta” me ayude a tomar perspectiva si me vuelvo a perder. Tendré presente que la sensación de plenitud no es alcanzar metas. Y que es efímera, va y viene, y no pasa nada. Los recuerdos y los deseos, que brillan en el camino, no pueden quedar oscurecidos por esas penumbras que también exploro a veces.

Azahara Abril

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