Nunca he entendido a la gente que es infiel, siempre he creído que son personas egoístas, incapaces de ponerse en el lugar del otro y de no hacer lo que no les gustaría que les hicieran. También considero que son personas cobardes, que lo quieren todo, que no son capaces de salir de su zona de confort o que quieren lo bueno de tener pareja y lo bueno de no tenerla. Siempre he sido muy crítica con la infidelidad y también con las personas que colaboran en ella. Si he conocido a alguien con quien hubiera podido surgir una amistad y sé que esa persona tiende a ser infiel, dejo de quedar con ella porque creo que no compartimos los mismos valores.

Mi mejor amiga lleva veinte años con su pareja, empezaron a salir juntos muy jóvenes. María es muy buena amiga, somos amigas desde la infancia, y siempre ha estado ahí, en las buenas y en las malas, nunca jamás me ha fallado, y no tengo nada que reprocharle. Aunque no compartimos formas de vida, ya que las dos hemos evolucionado de diferente manera, sí compartimos valores, o eso es lo que yo pensaba.

Siempre he creído que María es un trozo de pan, incapaz de hacer daño a nadie; es cero rencorosa, muy buena amiga de sus amigas, además de ser una madre entregada y excepcional. Por eso, me dejó en shock el día que me dijo que le gustaba un compañero de trabajo y que estaba pensando en ser infiel a su marido porque le apetecía probar con otras personas.

Yo no lo entendí, le dije que no me parecía bien ni siquiera que pudiera pensar en ello. Eduardo siempre se ha portado muy bien con ella, es un padre ejemplar, y está tan loco por mi amiga como el primer día. La verdad es que no entendí que María pudiera pensar así sin tener ningún problema con él. Si Eduardo estuviera distante, no se portara bien con ella, tampoco lo entendería, puesto que creo que una relación debe cortarse si no funciona, pero de esta forma lo entendía menos todavía.

Le dije que me parecería muy egoísta si le hiciera esto a su pareja, solo por su disfrute, por dar rienda suelta a una simple atracción sexual.

Pasaron los meses y no hablamos más del tema. Un día, nos fuimos a tomar unos vinos, y después de haber bebido un par de copas, me confesó que se había acostado con su compañero de trabajo, pero que no me lo había contado porque temía defraudarme. La verdad, no supe qué decir. No me defraudó porque cada persona puede hacer lo que quiera con su vida, pero sí que sentí una especie de decepción en cuanto a su persona, para mí María era una mujer diez, y no me hubiera esperado jamás que pudiera hacerle eso a su marido. Eduardo no se lo merecía.

Estuve unos días un poco distante con ella, pero la verdad, sigo pensando que María es una de las mejores personas que he conocido y ahora creo que ha cambiado mi rígida visión sobre la infidelidad.

Sigo pensando lo mismo, que quien es infiel es egoísta y cobarde, pero a lo mejor no necesariamente es mala persona, sino que en un momento de confusión mental, de crisis existencial, todos podemos llegar a hacer algo que esté reñido con nuestros valores, incluso la persona más buena, la que menos pudiéramos imaginar, podría caer en algo que nosotros no podríamos justificar. María se acostó solo una vez con su compañero, entendió que quería estar con su pareja, pero sería hipócrita si dijera que se arrepintió de ello porque no fue un desliz que no pudo haber evitado, fue algo planeado.

No sé si ha cambiado mi visión de las personas infieles, solo sé que la visión maravillosa que tengo de María sigue siendo la misma.