Así es, amigas. Tengo un novio que está gordo y que me pone más que todos los tíos con cuerpo normativo con los que he estado en mi vida. Fíjate que de adolescente, estando yo gorda ya la vez llenita hasta los topes de la gordofobia más severa que pueda haber, pensaba que jamás me atraería una persona gorda porque los que teníamos ese cuerpo éramos unos vagos de mucho cuidao’. Claro, el problema estaba en que yo estando gorda tampoco podía optar a los buenorros con abdominales porque al parecer eso no estaba hecho para mí por lo que mi única opción era intentar adelgazar todo lo que pudiera para lograr así que algún tío bueno se fijara en mí.

Después de bastantes experiencias algo tormentosas y de tener que trabajar mucho en mí misma conocí a mi novio, un tío dispuesto a romperme todos los esquemas. Un chaval deportista, seguro de sí mismo, súper currante, activo…Y gordo. Adiós a todas las paranoias que me había montado sobre cómo eran las personas gordas. Conocer a mi novio no solo me permitió liberarme de todas esas movidas que pensaba sobre mi cuerpo y el de los demás sino que también hizo que empezara a ver belleza en cuerpos en los que antes no la había visto. ¿Eso de que los gordos no son sexis? Ni hablar. ¿Lo de que no se mueven del sofá? Mentira. Hay personas gordas que lo están por muchos otros motivos que no tienen que ver con su fuerza de voluntad y que además están encantados de conocerse.

Sin duda lo que más me encantó de él fue su seguridad. Que sea un tío que no se achante, que le dé absolutamente igual lo que opinen de él, que tenga tan claro quién es y qué aporta al mundo que no dude en reírse a carcajada limpia cuando alguien le juzga por su cuerpo. Que me haya enseñado que da igual lo diferente que sea tu cuerpo mientras tú te sientas bien en él y siendo quien tú eres. Además, que buenísimo está el jodío…Esa espalda ancha, esos brazacos donde agarrarte, un buen culo respingón…Lo reconozco: no sé cómo he podido estar tanto tiempo sin un novio entrado en carnes. SÍ LO DIGO. Ojo, que no se ofenda ningún muchacho que a mí todos me parecen bellos, solo que las chichas son más molonas de lo que parecen. 

Mi novio es el primer tío gordo con el que estoy y yo también soy su primera novia gorda. Ambos nos encantamos tal cual somos hoy, sin entrar en si nuestra imagen de ayer nos parece más o menos válida que la de ahora. Ambos disfrutamos del mejor sexo de nuestras vidas, de engancharle la lorza al otro para chincharle y de la mejor relación con nuestros cuerpos hasta la fecha. Podríamos haber invertido nuestro tiempo en tratar de perseguir esos cuerpos del pasado pero estamos demasiado ocupados flipando con lo putamente guapo que es el otro así que disculpadnos por ser estos gordos arrogantes (L)

Así que lo único que me gustaría contaros en este texto, a parte de fardar de noviazo, es que no tengáis miedo de ser quienes sois ni de descubrir realmente lo que os gusta en el otro. Muchas veces nos enfocamos en esos perfiles normativos que nos meten por los ojos y nos perdemos muchas personas maravillosas solo porque no tienen un físico socialmente calificado como bonito y nos parece que jamás podrían gustarnos, para luego conocerlas y darnos cuenta de que nada de lo que contaban era cierto. Mi novio está gordo y también buenísimo porque esas dos palabras pueden ir perfectamente de la mano.

 

Anónimo