Tú y yo que hemos vivido tantos momentos inolvidables. Tanto dolor, tantas risas, tantos silencios. Tantas charlas interminables, tantos viajes.

Tú y yo que nos hemos gritado hasta quedarnos sin voz. Que hemos disparado sin control emociones y sentimientos que nos dolían por dentro. A pesar de no ser conscientes de que a la otra le dolían también los propios. Que nos hemos hecho daño y hemos llorado sin consuelo. Y no por la herida propia. Si no por saber que nosotras éramos las causantes de la herida de la otra.

Tú y yo que hemos estado meses sin hablarnos. Porque el dolor era tan grande que no queríamos volver a abrir la herida. Y por puro orgullo. No lo neguemos. Porque a orgullosas no hay quien nos tosa. ¿Pero sabes lo mejor? Siempre hemos vuelto. Porque entre nosotras, el orgullo tiene fecha de caducidad.

Y ahora me dices que te vas.

Y encima, te vas por amor. ¡Qué desfachatez! Cómo si no tuviera yo de eso para darte. Sí, lo sé, estoy siendo irracional. Sí lo sé, no es lo mismo, no te enfades. Tienes toda la razón. No puedo hacer otra cosa que dártela. Porque tu felicidad, siempre tiene y debe ser tu única prioridad, no lo olvides nunca.

Los que nos quedamos echaremos de menos tu cara de sueño por las mañanas. Verte concentrada y pegada al ordenador por cualquier rincón de la casa. Tus gritos. Tu risa. Oírte cantar por las esquinas.  Hacer el monguer contigo. ¡Hasta tus enfados voy a echar de menos!

No llegaré a casa y reconoceré tu olor antes de entrar por la puerta. Aunque siempre te diga que te bañas en colonia. Ahora, lo echaré de menos. Porque eso significa que no te encontraré al otro lado.

Echaré de menos las noches delante del televisor hasta las tantas. Que me obligues a ver películas de miedo aunque sabes que las odio. Que te rías de mí y conmigo. Las miradas de complicidad. Los ojos en blanco cuando nos dicen algo que nos exaspera a las dos. Nuestras muertes por chocolate.

Pero sobretodo, echaré de menos tus abrazos. Ya ves, yo que según tú soy la persona menos cariñosa del mundo. Ahora que consigo serlo contigo, me dices que te vas. Pero prepárate pequeña. Porque cuando nos veamos el orgullo no viajará conmigo. Pienso abrazarte hasta que te duela. Aquí, la que se supone que es la fuerte, se vuelve la más débil por momentos.

Y es que ahora resulta que después de tanto tiempo, acabo de descubrir lo que en el fondo ya sabía. Que tú siempre has sido, eres y serás, mi talón de Aquiles.