Hace poco anuncié que me casaba con mi pareja y eso ha causado mucho revuelo.

No es porque sea precipitado o porque llevamos poco tiempo juntos, en breve haremos cinco años y tres de ellos hemos convivido, así que desconocidos no somos. Todo viene porque con este, va a ser mi tercer matrimonio.

Tengo 55 años, pero me siento como si tuviera 30. Mi primer matrimonio fue como el de todas las de mi generación, me casé a los 21 para irme de casa y, por suerte, no tuve hijos. Con mi marido las cosas iban mal, porque ¿quién es capaz de saber lo que quiere y acertar a los 21 años? Yo no, desde luego, y visto como les fue a mis amigas, ellas tampoco.

Estuve casada hasta los 25 y luego me separé. Algo que fue muy complicado, rechazado por mi familia y muy doloroso. Necesité mucho apoyo de mis amigas, tanto emocional como económico, ya que me quedé sin un sitio donde vivir. A ellas les debo todo.

A partir de mi separación, empecé a vivir la vida. Tuve esa adolescencia que no había tenido y disfruté mucho de estar soltera. Hacía muchos planes, conocí a mucha gente nueva, me dediqué a mí misma y a mis proyectos, conseguí comprarme un piso y rehice mi vida. Hasta los 33, que conocí a mi segundo marido.

Él conocía mi situación y me trató muy bien, con mucho cariño, estuvimos juntos dos años y me pidió matrimonio, ya que queríamos ser padres y no queríamos tardar mucho en formar una familia. Tuvimos dos hijos maravillosos y, por cosas que, seguro que ya conocéis, la relación se fue apagando. No hubo discusiones ni nada por el estilo, simplemente pasamos a ser compañeros de piso y, más adelante, desconocidos.

Nos separamos a los 42 y esta ruptura sí que me destrozó. Sentí que mi vida se tambaleaba, me sentía ya muy mayor para rehacer mi vida (que pensamiento más estúpido) y tuve que construir desde cero mi día a día y mi rutina. Estuve deprimida varios meses, sentía mucha pena, culpa y rabia. Empecé a ir a terapia, mis hijos fueron lo único bueno que me sacó adelante.

Pasó el tiempo y todo mejoró. Mi ex marido y yo nos llevamos bien y es un padre excelente para nuestros hijos. No fui capaz de pensar en tener pareja hasta que él lo hizo. Empezó a verse con una mujer encantadora, a la que me presentó con todo el cariño que le caracteriza, que parecía ser buena persona. Agradecí el gesto, pero no pude evitar sentir celos. Fue como si yo hubiera estado guardando un luto que él se había saltado, pero cuando conseguí salir de ese bucle de pensamiento, empecé a abrirme a conocer a alguien.

Y aquí es donde entra mi futuro tercer marido. A los 50, poco después de celebrar mi cumpleaños, le conocí por unos amigos en común. Él también estaba separado y tenía una hija, un poco más mayor que mis hijos. Conectamos enseguida y a los dos años nos fuimos a vivir juntos. He de decir que a esta edad las cosas son diferentes y ya no pierdes tanto el tiempo, todos ya sabemos lo que queremos y lo que no estamos dispuestos a aguantar, así que las cosas son mucho más fáciles.

A los cinco años me pidió matrimonio, me pilló completamente sorprendida, pero me hizo una ilusión tremenda y acepté.

No es necesario casarnos, lo sé. Pero el solo gesto de la pedida dice mucho de lo que él proyecta en la relación y a mi me hace muchísima ilusión poder celebrarlo. Así que vamos a hacerlo, le pese a quien le pese, porque al parecer, en mi entorno, ha sido fruto de burlas.

Y desde aquí, lo voy a decir: es el tercero y no te aseguro que no haya un cuarto.

Porque la vida da muchas vueltas, eso ya lo he visto. Y a veces por más empeño que pongas en algo, las cosas se terminan y no te queda otra que aceptarlo. Y en caso de que él no fuera el último, he aprendido a marcharme.

Porque cada vez que me he subido al altar, lo he hecho con la convicción de que era para toda la vida, aunque luego no lo fuera. Pero he podido volver a sentirme así y a desear que no hubiera más personas en mi vida.

Porque me permito volver a enamorarme, volver a querer y a dejar que me quieran. Y me merezco poder tener esa oportunidad las veces que haga falta, porque solo tengo una vida y la pienso aprovechar.

Porque la edad es solo un número que a veces pesa mucho, pero que no nos quita libertad para seguir siendo nosotras mismas.

Y, sobre todo, porque me importa una mierda lo que la gente pueda decir o pensar.

No paro de ver matrimonios infelices, parejas tristes y relaciones muertas. En mi entorno no hay ninguna pareja a la que admire o piense “quiero ser como ellos”. Todos me parece que están enfadados o que van en piloto automático, y eso me parece mucho peor que casarse tres veces.

A las que estéis en una situación parecida, os animo a que no esperéis por el qué dirán. Apostadlo todo si así lo sentís, haced ese viaje, casaros con vuestra pareja, renunciad a ese trabajo o empezad esos estudios. El tiempo pasa terriblemente rápido y estamos aquí de paso. Así que no os dejéis arrastrar por los pensamientos y decisiones de otras personas.

Sed vosotras mismas, a la primera, la segunda, la tercera y todas las veces que haga falta.

Anónimo.