No es ninguna sorpresa que la masturbación femenina sigue siendo un tabú y algo de lo que rara vez se habla con total libertad. En mi caso ni siquiera recuerdo cuando fue mi primera vez pero sí que el sexo en general era un tema vetadísimo en mi casa del que nunca jamás se habló.

Un día, comentando con mis amigas este tema, empezaron a contar cómo descubrieron ellas la masturbación y, con su permiso y refiriéndome a ellas con nombres ficticios, os lo cuento hoy para que veamos juntas lo variopinta que es la situación.

Lucía viene de una familia católica muy, muy estricta.

De pequeña la recuerdo con su coleta siempre bien peinada y la más callada del grupo. En su casa nunca hablaron del sexo, más bien de procrear y tener hijos pero sin pasar por la explicación de cómo llegar ahí ni verlo como un componente placentero. Con 10 u 11 años estaba en la ducha y notó que poniéndose el chorro directamente en la vulva sentía “un cosquilleo”. En el primer momento se asustó y lo dejó pero lo siguió repitiendo las siguientes veces, cada vez más rato, hasta que el gustirrinin se intensificó y notó EL cosquilleo. A partir de ahí, no lo comentó con nadie por vergüenza y no fue hasta muchos años después cuando comprendió que eso era la masturbación, ni más ni menos. Parece que el chorro de la ducha es uno de los clásicos que están en el TOP3 de muchas mujeres, porque otras amigas también confirmaron que fue así.

Flor empezó a masturbarse con una almohada.

La verdad es que era la primera vez que contemplaba esa posibilidad (tampoco es que yo investigara mucho en este tema por verlo como algo prohibido) pero demuestra que realmente las posibilidades son infinitas. Cuenta que un día, sin saber muy bien por qué, tenía la almohada puesta entre las piernas y notó que sentía placer si se frotaba contra ella. Cree que debía tener unos 8 o 9 años y como en su casa siempre habían sido muy abiertos, le contaron todo cuando nosotras todavía lo vivíamos en secreto.

Tengo que decir que la versión de Aida me sorprendió bastante a la par que fue un poco creepy imaginar la situación pero oye, Dios me libre de andar juzgando. Ella notaba que sentía placer cuando algo le rozaba la vulva así que pensó en investigar un poco más. Una tarde, estaba jugando en su habitación y pensó que como la nariz de los peluches es dura, podía servirle para descubrir qué pasaba ahí abajo así que se puso manos a la obra. El oso de peluche fue su satisfyer de la época y reconozco que, viéndolo así, no puedo verlos de la misma forma jajaja.

La historia que nos contó Núria confirmó lo que alguna vez ya habíamos pensado cuando la vimos en clase.

Cuando teníamos 7 u 8 años la veíamos moverse mucho sentada al filo de la silla. Lo hacía durante un rato, luego se quedaba unos segundos como inmóvil y a seguir. En ese momento no nos planteábamos para nada lo que era pero alguna vez nos había contado cuando jugábamos y le preguntábamos sobre ello que sentía gustito cuando se frotaba con la silla. Nunca llegué a probarlo pero oye, siempre se prende algo nuevo.

La última en contar su historia fue Silvia.

Ella, al igual que yo, nunca había investigado con la masturbación antes de tener novio porque en nuestras casas siempre habían dejado claro que eso era un tema por el que sentir vergüenza. De hecho, nosotras nunca hablábamos de sexo con nuestras amigas y nos sentíamos unas pecadoras prácticamente por hacerlo. Bueno, Silvia tuvo su primer novio a los 16 y tardaron casi un año en tener sexo con penetración pro lógicamente en ese tiempo fueron conociendo sus cuerpos al detalle. La primera vez que Silvia se masturbó como tal, de principio a fin, fue rozándose con la pierna de su novio. Al parecer fue él el que se lo propuso (seguro que lo vio o escuchó de algún sitio) y ella empezó dale que te pego hasta que sí, el roce con la pierna permitió la magia. Solemos pensar que los tíos están deseando meter los dedillos pues fijaros, otros tienen versiones más originales jajajaja

No sé si compartiréis alguna de estas versiones de vuestra primera masturbación o incluso tendréis otras más variopintas pero esta charla con mis amigas me ha hecho darme cuenta las infinitas posibilidades que hay en el placer. Además, de pequeñas somos cero juiciosas con lo que hacemos o con nuestra manera de experimentar pero luego de adultas todo cambia. Ojalá esto nos sirva para darnos cuenta que siempre deberíamos jugar sin juicios en el sexo.

(L)

 

Redacción WLS