Mis padres nunca tuvieron amigos y así ha afectado a mi vida

 

Supongo que es natural que tendamos a pensar que lo que ocurre en nuestra familia es lo normal, y que lo que nos llama la atención en los demás, es lo raro y excepcional. Sobre todo, cuando somos pequeños e inocentes. Luego vamos creciendo y empezamos a ver hasta qué punto estábamos equivocados. Cuando era niña mis padres me parecían personas corrientes y molientes con una vida igual de corriente y moliente. Fue a partir de primaria cuando comencé a ver que tal vez estaban un poco por fuera del estándar. Y en el instituto constaté que no se trababa solo de eso, sino de que casi se podría decir que eran unos bichos raros. Lo cual me convertía en un bicho raro a mí también.

Eran más estrictos y tradicionales que la media, aunque solo un pelín. Nada que me acarreara ninguna consecuencia grave.

Mis padres nunca tuvieron amigos y así ha afectado a mi vida
Foto de Julia M. Cameron en Pexels

Pero hay una cosa que noté de la noche a la mañana y que me hizo preguntarme cómo era posible que no me hubiera dado cuenta antes: Mis padres nunca tuvieron amigos.

Y eso, sumado a que tanto ellos como yo somos hijos únicos, de alguna forma ha afectado a mi vida.

Yo nunca invité a nadie a dormir a mi casa, nunca organicé ni asistí a una fiesta de pijamas. Según ellos, no había ninguna necesidad. Nunca jugué en el parque mientras mi padre o mi madre charlaba con los de los otros niños. No sabía lo que era ir a comer por ahí en grupo. Jugar al escondite por la casa mientras los adultos hablaban en el salón. Ir de excursión en pandilla… No conocía a más niños que los del colegio y no podía profundizar en la amistad que pudiera tener con ellos porque no me permitían hacer nada más allá de ir a clases y a las extraescolares. No tenía ni idea de cómo se relacionaban los adultos entre sí.

 

Mis padres nunca tuvieron amigos y así ha afectado a mi vida

 

Con el tiempo aprendí que no lo hicieron con mala intención, simplemente no concebían las relaciones de otra manera, no necesitaban a nadie más. Ellos son así y son tal para cual. Tal vez yo debería haberme convertido en alguien como ellos, pero por alguna razón, soy diferente. Me pasé los primeros años de mi vida sintiendo una carencia que no podía identificar. Y un montón más tratando de aprender a relacionarme con normalidad. A hacer amigos y mantenerlos. Porque yo, al contrario que mis padres, soy un ser social con unas necesidades afectivas más allá de las que ellos pueden cubrir.

Aunque no se trata solo de eso. Se trata también de que, para mis padres, el mundo giraba y gira en torno a mí. En especial desde que, hace poco más de un año, decidieron divorciarse. Antes aún se tenían el uno al otro, ahora… solo estoy yo.

Mis padres nunca tuvieron amigos y así ha afectado a mi vida
Foto de Mart Production en Pexels

Y no quiero sonar egoísta ni desagradecida, pero, en ocasiones, esta circunstancia resulta agobiante y agotadora. Además de que supone una gran presión. Adoro a mi madre y a mi padre. Me dieron la vida y me criaron lo mejor que supieron y pudieron. Es solo que a veces siento que no llego a todo con ellos. Que no soy suficiente ni tengo la capacidad de ayudarles en lo que necesitan. Lo cual, conforme se van haciendo mayores, no deja de empeorar.

Entre el trabajo y las obligaciones de la vida adulta, apenas saco tiempo para ir a verles uno o dos días a la semana.

 

Mis padres nunca tuvieron amigos y así ha afectado a mi vida

 

Hay días que estoy tan cansada que me duermo antes de llamarles o que me llamen. Si me pasa dos días seguidos me siento fatal, porque eso significa que llevan media semana sin hablar con nadie. Sin que nadie les pregunte cómo les va. Sin que sientan que alguien se preocupa por ellos.

Así que me siento responsable de estar ahí. Abarcando más de lo que abarcaría si mis padres tuviesen una red de personas con las que relacionarse que no se redujese exclusivamente a mí.

 

Anónimo

 

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