NI MAÑANERA NI VESPERTINA, SOY ALMORCERA

 

Como muchas, he tenido varios horarios a lo largo de mi vida con los que me he sentido más o menos cómoda, sin embargo, no terminaba de ser totalmente productiva y había picos y zonas valle en las que estaba presente sin estar.

El colegio empezaba por la mañana bien tempranito y en mi casa me tenía que levantar como una hora antes si quería salir a tiempo y desayunada (que muchas veces el desayuno me lo iba papeando en el autobús). A mí lo de la regla de los 21 días para crear hábito no me ha funcionado en la vida, pasaban años y seguía sin acostumbrarme, y bastaba un puente largo para que el siguiente día lectivo se me pegasen las sábanas. 

almorcera

Sin embargo, era lo que conocía y me atenía a ello. Hasta que llegó la universidad. Y que casualidad que durante todos los años que fui, la letra que salía en el sorteo para coger turnos me dejaba siempre para el turno de tarde. Al principio me alegré porque ¿a quién no le gusta dormir? Pero conforme iban pasando los meses, me iba entrando una desgana al pensar en salir de clase a las 9 de la noche, y la última hora desconectaba totalmente. Físicamente estaba y llegué a perfeccionar la cara de concentración, mientras mi mente hacía tiempo vagaba a sus anchas en su propia fantasía.

Mi primer trabajo fue los fines de semana completos y festivos. Y luego probé por las mañanas, por las tardes, jornada partida y hasta por las noches. Y he llegado a la conclusión de que no soy mañanera ni vespertina. A mí la concentración me pilla en unas horas concretas y luego ya fluctúa cosa mala.

Hay gente que es mañanera. Se activa por las mañanas temprano y le gusta aprovechar el día. Rinden más. Aprovechan esas horas para estudiar fuertecito una oposición, escribir una novela, hacer menús para toda la semana o salir a hacer deporte y seguir el día bien a tope de energía.

deporte

Hay gente que es vespertina. No les gusta madrugar, se activan por la tarde (o tarde-noche) … Y son mucho más productivos a esas horas que con las legañas en los ojos. 

¿Y qué hay de la gente que estamos en medio? A mí no me gusta madrugar, excepto si me voy de viaje, pero tampoco me gusta levantarme a las 2 de la tarde y sentir que he perdido la mañana.  Y según van pasando las horas, noto como mi yo viejuno interior se va encorbando y a eso de las 9 o 10 de la noche como tope, ya se quiere meter en casa y no salir. En invierno se adelanta el horario y según el tiempo que haga fuera, igual a las 7 de la tarde da una pereza máxima quitarse el pijama para prepararse y cenar fuera.

Lo de salir de marcha hasta la madrugada es casi de mi vida pasada. Y las nocheviejas, una hora después de las uvas ya he vendido todo el pescado. Pero por las mañanas, antes de las 10 me cuesta mucho ser persona, sobre todo los lunes. Oggg, hace falta un día entre el domingo y el lunes. Total, que cuando más rindo es en el corto período de tiempo entre las 11 de la mañana y las 6 de la tarde.  Fuera de ese tramo, pongo el automático, no es que no quiera concentrarme, es que me mi cerebro desconecta sin consulta previa.

Tras investigar un poco, no he conseguido dar con un nombre que defina este pico de actividad. Supongo que los otros grupos de personas nos llamarían flojas (envidia, claramente todo siempre es por envidia). Pero voy a proponer algo no tan negativo: Almorceras. Activarse tras el segundo desayuno o almuerzo, como los Hobbits y rendir hasta pasada la hora del té. Con comidas todo es más ameno.

Y vosotras, ¿sois mañaneras, almorceras o vespertinas?

 

Carla Jano