No disfruté de mi embarazo porque me veía demasiado gorda.

“Me voy a poner aún más gorda”. Creo que fue de mis primeros pensamientos cuando me quedé embarazada por sorpresa. Lo primero que pensé fue en lo fea que me pondría, en cómo me vería con tanta barriga, en esa imagen nueva que iba a tener y esa que iba a crear en base a un físico del que ya partía descontenta.

Y mi embarazo fue muy dual, dividiéndose en esa parte que quería y deseaba ver la tripita asomar, pero estaba la otra parte que odiaba cada kilo de más que iba sumando a la báscula y ese cambio de cuerpo que fui teniendo tan brutal. 

Me veía al espejo y quería llorar, contaba las semanas para que mi hijo naciese y volver a recuperarme, a adelgazar y poder verme de nuevo “bien”. Deseaba haber pesado menos en un inicio, poder ser como esas chicas de Instagram que lucen una tripa espectacular y tienen unas fotos preciosas con su pareja abrazándose y acariciando la barriga tan preciosa, que sólo significa vida y esa que nadie podría confundir con gordura.

No quise fotos en mi embarazo, tengo algunas fotos de rigor donde veo las semanas de mi nene, pero están en mi intimidad. Me veía horrible, me veía monstruosa y como si tuviese que esconderme 40 semanas en casa hasta que pudiese volver a la normalidad. Y sorpresa: tu cuerpo no se recupera cuando das a luz. Ni siquiera en 40 días, ni siquiera creo que nunca vuelva a lo que fue.

Dejé de quererme, dejé de sentirme atractiva. Si mi chico no quería tener relaciones pensaba que era por mi culpa siempre, se creaba el caos y la inseguridad en mi cabeza. Le dije de abrir la relación porque yo no podría darle el físico que yo pensaba que el querría de mí. Le dije que durante los 9 meses o lo que tardase en volver a ser yo podía follarse a otras personas. Y lo pensaba de verdad. Él me contestó que le gustaba yo, con 10 kilos arriba o abajo. Pero pasé por un proceso de inseguridades donde yo vivía tan desesperada que me perdí completamente.

El tiempo todo lo pone en su lugar, mi maternidad llegó para no darme un respiro y cuando mi hijo enfermó, cuando el sueño empezó a pasarme factura y cuando tiré adelante casi sola de mi mini torbellino bajé de peso. Y la gente aplaudía lo bien que me veía y lo bien que me había recuperado. Cuando literalmente me sentía más cansada y destruida que nunca. Pero volvía a estar delgada incluso más que antes de quedarme embarazada.

“Que bien te sienta la maternidad”

No señora, estás mirando mi cuerpo y no mis ojeras y no ves cómo me encuentro por dentro: agotada mental y físicamente.

La vida son procesos, la vida me ha permitido compartir y delegar más la ma/paternidad con mi chico y descansar más. Creo que he vuelto a engordar, pero me voy queriendo un poco más. Y me voy dando cuenta de lo poco que importa empezar un embarazo con 60 kilos o 90. Lo que importa es como te sientes, es poder ver esas fotos preciosas en un futuro y enseñárselas a tu hijo, lo que importa realmente es no arrepentirse de no haberlas hecho, de no haber disfrutado por estar pendiente a una imagen irreal. Arrepentirse de no haberme aceptado, de no haber vivido mi embarazo sin preocupaciones como haría ahora si pudiese volver a vivirlo.

Y ojala volver atrás, ojala poder volver a vivirlo con esta nueva mentalidad donde quizá todo me da un poco más igual, donde todo importa un poco menos.

 

Whirlwind