Estoy muy enamorada de mi novio. Cuando digo MUY, es realmente MUY. Es la persona con la que más me he reído en mi vida, me cuida, lo pasamos genial, follamos mejor y encima me llevo estupendamente con su madre. Por mi parte, tengo claro que es la persona con la que quiero estar y pasar mis días, y lo cierto es que en ese sentido él está igual de feliz que yo.

Llevamos dos años juntos, y aunque es un tema que hemos tocado de pasada alguna vez, lo cierto es que yo siempre me he sentido demasiado joven para hablar de hijos. Tengo 27, y cuando nos conocimos con 25, saber si quería tener hijos o no no era la verdad una de mis prioridades. Pero resulta que últimamente me he obsesionado un poco con el tema. Sobre todo desde que un colega suyo se acaba de convertir en papá y a él solo se le ocurren comentarios chungos del tipo:

‘Madre mía, recuérdame que nunca nos convertiremos en ellos’ – (al ver que ya no salen tanto como antes), o ‘Antes muerto que dejar de dormir por las noches o cambiar pañales, qué horror’.

Nunca antes me había dicho (al menos no de forma tan clara) que él pasa de bebés, y yo nunca había tenido el instinto maternal tan desarrollado. Me cae la baba con cualquier niño ajeno y siento que ser madre es algo que debería experimentar, me apetece, me hace ilusión.

El problema a estas alturas ya os lo imaginaréis. Me da pánico tener una conversación seria sobre este tema con mi chico y que no haya ningún tipo de flexibilidad. No me gustaría tener que elegir entre una vida con hijos o una vida con él. Solo de pensarlo se me parte el alma, pero sé que evitando el tema tan solo prolongo la agonía y no soluciono nada.

Le quiero, soy tan feliz a su lado, pero a la vez no puedo dejar de darle vueltas a la idea de renunciar a la maternidad por una persona. ¿Me arrepentiría en el futuro?

Anónimo.