Soy una mujer gorda. No pasa nada por decirlo. Si es que lo que está mal en la frase es cuando se usa para hacer una crítica o un apunte sobre otra persona. Pero igual que se es alta, baja, morena, rubia, lo que sea; también se puede ser delgada, gorda… ¡Y no pasa nada!

Es cierto que es una característica física que puede (o no) variar mucho en el tiempo. Hay personas que son y serán delgadas siempre, hagan lo que hagan, hay personas que son y serán gordas hagan lo que hagan, hay personas que no son ni una cosa ni otra, hay a quien se le notan los excesos de las vacaciones en el pantalón y a quien pasando hambre nunca bajará de una 48. Hay millones de variantes y millones de circunstancias, pero sobre todo lo que NO hay es que estar permanentemente buscando una excusa que justifique socialmente tu cuerpo “es que las hormonas…” “es por ansiedad” Sea por una cosa o por otra, siempre tenemos que explicar por qué nos vemos así.


Yo, como dije, soy una mujer gorda, y como casi todas las personas gordas que conozco o sigo en redes me han propuesto adelgazar como solución a algún problema de salud, me han explicado que con lo guapa de cara que soy es una lástima, que a nada que cambie mis “hábitos” iba a recibir una buena “recompensa” … Sin embargo, es cierto que no siempre he sido gorda, es más, también he sido bastante delgada y, dada mi estructura ósea, rápidamente se me marcaban los pómulos, las clavículas o los huesos de la cadera. En cambio, nadie se preocupaba entonces por mi salud.

Mi médico no achacó nunca mis dolores de cabeza terribles a la deshidratación, mis constantes lesiones a la falta de nutrientes… ¡No! A una persona delgada primero se le examina y, solo si una analítica completa lo dice, se puede recomendar hacer una dieta un poco más calórica, beber un poco más de agua y, por supuesto, preguntar si se necesita acompañamiento psicológico. Hay algo de conciencia sobre los problemas mentales que llevan a las personas a estar extremadamente delgadas y necesitan todo el apoyo, por supuesto. Pero no es así para las personas que, por un problema X empiezan a ganar peso. Si es un tema hormonal siempre va la dieta antes que nada, si es un tema de ansiedad, por supuesto, primero la dieta, si es… ¡Da igual! Ponte a dieta, bebe agua y ve al gimnasio y si en unos meses todavía no puedes usar los vaqueros de Zara es que algo no estás haciendo bien.


Hoy os vengo a contar mi experiencia personal. Hoy en día utilizo una talla 46 de pantalón. He tenido tres hijos que me han hecho tremendamente feliz y me han llenado de estrías la piel de la barriga en su paso por ella. Además, en el último, mi piel (con la que siempre he tenido problemas de cicatrización, deshidratación, etc.) no ha resistido más y se ha descolgado del todo. Mi barriga ahora mismo parece un helado al sol, derritiéndose.

Esto me supone algunos inconvenientes para mi vida diaria, ya que necesita de una higiene específica y me impide alcanzar a ver algunas zonas de mi cuerpo que estaría bien poder observar de vez en cuando. Luego a la hora de elegir ropa también es un incordio, porque necesito siempre llevar pantalones altos para que no se me descuelgue la piel por encima, y esto me lleva a usar más talla que la que realmente necesito pata poder meter dentro la piel colgandera. No me encanta mi barriga pero, aunque pudiera, no me arriesgaría (hoy en día al menos) a pasar por quirófano para quitar la piel estropeada. Es decir, me preocupa relativamente, pero no me supone un problema. Además de eso tengo una predisposición a ganar peso por un problema hormonal, es un gustazo ver en los ojos de quien me escucha cómo piensa “ya, problema hormonal es como se les llama a los donuts” pero, sinceramente, me la suda. Y sí, alguna vez me como un donuts, o incluso dos, y aunque le pese a mucha gente, lo hago sin culpa, porque tengo el mismo derecho que una persona delgada a que me apetezca.

Y no, mi salud está perfecta, mi última analítica es maravillosa y no me va a explotar la patata por gorda. Sin embargo conozco a alguien cercano que lleva una vida 100% sedentaria, se alimenta única y exclusivamente de cosas que pueda coger con una mano mientras juega a la play, tiene el colesterol por las nubes, las transaminasas amenazando con dejar su hígado listo para encebollar, los triglicéridos necesarios para 3 anuncios de danacol… Y aun así todo el mundo dice lo que les gustaría ser como él, comer y no engordar… Eso si, él si está cerca de ese infarto con el que me amenazan a mi cuando no me apetece cocinar y hacemos noche de pizza y peli en casa.
Hoy en día, más consciente, con más conciencia y con menos prejuicios pienso en mi yo de hace no tantos años, alegrándose de poder lucir aquella minifalda que me quedaba de infarto, una talla 34 que a todas mis amigas les gustaría lucir… Aquella niña (porque era tan inocente…) que pensaba que al menos, ya de pasar la vida queriendo morir, al menos poder lucir palmito. Ya que llevaba meses sin que la comida aguantase en mi cuerpo más de 10 minutos porque los nervios y la ansiedad me hacían vomitarla toda y lo poco que no vomitaba me producía unas terribles diarreas… ¡Pero estaba tan mona! Cada vez que lo pienso siento tanta lástima de mí misma y de todas esas personas que me piropeaban creyendo que era algo maravilloso, esas mismas que ahora, que soy una mujer fuerte, feliz y orgullosa que disfruta de su vida como nunca, me dicen que igual si dejase de tomar los aperitivos de los domingos…

Ahora, cada vez que escucho a alguna mujer de mi entorno (porque lo escucho con bastante frecuencia y solamente en boca de mujeres) “ojalá una gastroenteritis para limpiar bien y perder unos kilitos” me dan unas ganas de darle una bofetada con la mano abierta… Si la salud es lo primero, que no sea solo si estás delgada. No, no es mejor un virus que una talla más de pantalón. Y si, estoy mucho más orgullosa hoy, con mi helado derretido y mis pantalones sobaqueros, que cuando me llevaba la ropa sin probar porque me iba a sentar bien si o si. Señores, señoras, aquella niña delgadita tan mona SI TENÍA UN PROBLEMA.