Que sí, que sí. Que la familia es lo más importante es verdad. Como también lo es que existen familiares tóxicos, y no por el hecho de corrernos por las venas, tenemos siempre que claudicar con gente que nos hace mal, ya sea tu madre, tu primo o tu hermana, como es mi caso.
Lo confieso: evito a mi hermana mayor siempre que puedo, y cuando no puedo, intento estar el menor rato posible en su compañía.
Aunque escriba esto, quiero a mi hermana, de veras. La quiero mucho y le veo muchísimas virtudes, pero es que es una narcisista total que parece que disfruta hundiendo al que tiene al lado. Lo suyo siempre es lo mejor, su palabra es la que vale, su idea es la brillante, y lo peor: no hay manera de hacerla bajar de su pedestal de perfección.
Somos 5 hermanos, tres chicas y dos chicos. Entre los otros 4 nos llevamos fenomenal, pero ella tiene roces con todos y cada uno de nosotros por lo mismo: su egocentrismo y sus comentarios fuera de lugar.
Ella es una mujer exitosa y la vida le ha sonreído siempre. Tiene una prestigiosa carrera profesional, su marido es un alto cargo y ganan mucho dinero, lo cual les otorga una serie de privilegios que ella no entiende que los demás no tenemos: Profesores particulares, colegios privados, tratamientos estéticos, productos de belleza de alto standing, ropa de grandes firmas, servicio en casa que le limpia y le cocina a diario, canguro, entrenador personal…
El resto de mis hermanos y yo somos familias normales de clase media. Yo personalmente compro la ropa en los grandes almacenes donde la compran la media de los españoles, mis hijos van a colegios públicos, tengo un coche de segunda mano y me cuesta llegar a final de mes, ésa es la verdad. Limpio yo misma mi casa y nadie me pone la comida por delante.
No tengo dinero ni para pagar un gimnasio, imaginaos un entrenador personal. Con suerte voy una vez cada seis meses a la peluquería y entre tanto me tiño yo las canas como puedo.
Cada uno tiene las cartas que le han tocado. Perfecto, hasta ahí todo genial, yo me alegro mucho por ella, cero complejos.
El problema viene cuando ella me juzga por vestir a mis hijos con ropa de grandes almacenes o cuando me insinúa que debo perder unos kilos. Cuando me critica por mi forma de alimentar a mis hijos (a ella el servicio le hace toda la comida “altamente nutritiva” y demoniza cualquier alimento que contenga azúcares), o cuando se está pegando continuamente el pegote de que su casa es lo más y de que sus hijos son casi bilingües y los míos “deberían estudiar más”.
Cuando me dice que no me cultivo, que no leo todas las noches como ella, que tengo el pelo descuidado. Que si ella es mayor que yo y tiene menos arrugas, que si me tengo que cuidar más, que cómo lo hago para no poder ahorrar un euro…. ¿Quizás porque sobrevivo como puedo? En fin.
Lo que realmente me molesta es que ella no sepa reconocer el privilegio del que dispone y se compare con el resto de hermanos como si nos hubiesen repartido las mismas cartas a todos por igual pero ella hubiera hecho un pedazo de jugada con las suyas gracias a su inteligencia suprema y nosotros no, pero porque somos lerdos. Como si todo respondiera a su mérito, trabajo y valía. Y no es así, muchas de las cosas le han venido dadas por casarse con quien se casó. Mis hermanos y yo trabajamos también muy duro cada uno en lo suyo y lo hacemos lo mejor que podemos con lo que tenemos.
Nunca he tenido mucha autoestima, la verdad, quizás por crecer al lado de ella y de su gran sombra alargada. De hecho ha llegado un punto en el que sé que la voy a ver y me pongo tensa, no me apetece. Siempre que paso un rato con ella termino llegando a la conclusión de que estoy fea y descuidada, que alimento mal a mis hijos, que mi matrimonio es aburrido porque no puedo acceder a grandes planes, que no gano dinero porque no soy una gran profesional que despunte y casi me hace ver que nos vestimos con trapos. Y no me parece justo.
Esta sensación que tengo hacia mi hermana me lastra porque me gustaría que no fuera así, pero le he comentado varias veces que no puede ir tan de sobrada con nosotros porque no jugamos en la misma liga y a ella parece que le entra por un oído y le sale por el otro. Esto se ha convertido en una cuestión de supervivencia, así que, aunque sea súper impopular, admito que hago siempre todo lo posible por evitar verla y escuchar sus discursos de superioridad.