No hay cosa más sobrevalorada que una despedida de soltera. Al menos, desde mi experiencia. Cualquier reunión improvisada o escapada de amigas sale siempre mejor.

Una de las últimas despedidas con mi grupo estuvo llena de polémicas, y todas tenían un denominador común: el dinero. Lamentable, pero real.

1. El alojamiento

Fue uno de los primeros escollos a superar. Las íntimas de la novia tomaron la iniciativa y propusieron un finde completo en la costa, de viernes a domingo. Pero era temporada media y los precios estaban ya disparados, así que ahí se registraron las primeras espantadas del grupo. Hubo gente que se salió sin proponer alternativas, dejando claro su bajo interés por ir.

Al final se optó por un alojamiento a las afueras que resultaba más económico, pero, como a todos sitios había que ir en taxi, no creo que mereciera la pena. Además, la mitad de las asistentas se fue el viernes por la tarde, y la otra mitad el sábado por la mañana. Así se ahorraban una noche.

2. El dinero de la novia

Cuando llegó la hora de poner el bote común para cubrir los gastos de la novia, se generó otra polémica. La encargada de las cuentas y de guardar el dinero pidió 70€, con idea de tener para los dos días y de pagar accesorios que ella misma había comprado para todas y para la novia.

A algunas les pareció mucho dinero porque esta novia, precisamente, no es de las que más come ni de las que más bebe. Hubo gente que se pasó todo el fin de semana metiendo el ojo cada vez que se abría el monedero del bote común. Estaban al quite. Querían evitar a toda costa que de ese dinero se pagara una ronda de copas o algo que no fuera exclusivo de la novia.

3. Repartir el sobrante

El sábado por la noche, muchas se recogieron antes de las 2 de la mañana. Estaban cansadas de la noche anterior. Una de las que se retiró fue la novia, y ahí fue cuando las dos o tres más preocupadas por el dinero la volvieron a liar.

Le preguntaron a la encargada del bote si había sobrado, ella lo contó y comprobó que eran más de 150€. Ya apenas quedaba finde por delante y la novia no se iba a gastar todo ese dinero.

Algunas propusieron que el dinero se devolviera en ese momento, otra vez temiendo que las que seguimos de fiesta lo fuéramos a gastar en copas para nosotras. Otras decían que el dinero nunca se había devuelto y que ya veríamos al día siguiente que hacer con él, cuando terminara la despedida. Ahí quedó la cosa hasta el día siguiente.

4. La novia quiere un bolso

La novia se enteró de todas las polémicas que hubo con el dinero. No se sintió mal en absoluto, es algo a lo que está acostumbrada. Somos un grupo grande, nos conocemos bien y sabemos quiénes y en qué momento la van a liar. Estaba sobradamente prevenida.

Ella sabía que había más de 150€ de bote que no había gastado. Así que, de camino al sitio en el que habíamos reservado el “brunch” antes de volver a casa, se paró en el escaparate de una tienda que estaba abierta y dijo: “Uy, niñas, ¿por qué no regaláis ese bolso?”.

Todas nos miramos sin saber qué decir, hasta que dos o tres dijeron que sí, que entrara y se lo comprara. Y las demás, por no avivar la enésima polémica del fin de semana, nos quedamos calladas y accedimos por omisión.

La novia había ido ya a muchas despedidas, sabe el dinero que se suele manejar y no estaba dispuesta a recibir menos que las novias anteriores solo porque ella coma y beba poco. Al parecer, no tenía suficiente con el velo que le regalamos entre todas, ni con el dinero del sobre, ni con tener su escapada de fin de semana a gastos pagados. Nos quiso sacar las túrdigas también con un bolso caro, y estoy segura que fue porque le dio reparo pedirnos el dinero en metálico.

Me apena que el nivel de individualismo que hemos alcanzado no dé ya ni para tener amigas y hacer planes con los que pasarlo bien. Todo el mundo barre para su casa. Pocas miran por el bien común y se muestran flexibles si ven que el grupo va contra sus intereses particulares, desde sus teorías conspiranoicas. Una pena.

Anónimo