Cuando eres joven, la edad y la proximidad física son parámetros más que suficientes para conformar una bonita amistad. Una ni siquiera sabe entonces cuáles son sus intereses, porque está en plena formación de la personalidad, así que cualquier persona le cuadra. En ese contexto, fue como estreché lazos con una de mis mejores amigas.

La madurez me ha ido dotando de valores e intereses que me han separado de muchas otras personas, pero no de ella. Compartimos una visión parecida de la vida, valores, gustos y aficiones. Me gusta hablar con ella y que pasemos tiempos juntas.

Entonces, ¿qué es lo que nos está separando? La distancia física y los estilos de vida. Nos vemos poco porque vivimos en sitios diferentes y cada una vive enfrascada en sus proyectos personales: ella con su marido y sus hijos, yo con mi pareja y mi trabajo. Pasan semanas y semanas sin que nos mandemos un triste mensaje.

En mis visitas recientes a la ciudad natal de ambas, donde vive tanto ella como toda mi familia, he notado que no hace mucho esfuerzo por quedar. Ya no me llama para invitarme a su casa a cenar, lo que antes sí hacía, ni siquiera para tomar café. Solo queda conmigo a través de un chat de amigas de juventud en el que somos unas 15 personas. Escribe algo general tipo: “Vente al café, y así te veo”. Si aparezco bien, si no, nada.

Alguna vez me ha escrito cuando ya he regresado al sitio donde vivo: “¿Ya te has ido? ¡Ah, creía que te quedabas más tiempo!”. Y, la verdad, yo no he hecho mucho más esfuerzos que ella por quedar.

Más allá de la resignación

No es mi primera vez en esto, ya me ha pasado con otras personas antes. Pero con las otras partía de relaciones no basadas en la afinidad, sino en un pasado común que fue bonito. Los recuerdos de momentos felices eran el único combustible, pero, cuando cambiaron los estilos de vida, se volvieron insuficientes.

Con otras personas con las que me ha pasado lo mismo he terminado por resignarme. Veo la separación de caminos como un proceso más de la vida, natural y predecible. Ni me duele ni tiene por qué implicar ruptura. Se trata de aceptar que las relaciones cambian, como la cambia la vida. Es poco realista pensar que no van a hacerlo.

Pero con mi amiga me unen más que los recuerdos bonitos. Teníamos afinidad y formaba parte de mi círculo íntimo, así que pensaba que lo iba a llevar peor. La sorpresa ha sido, que lejos de eso, estoy yendo más allá de la resignación. Estoy experimentando alivio. No alivio como quien se quita una carga de encima, porque no la tenía, sino sosiego. Tranquilidad.

Un círculo muy pequeño

Mantener una relación de amistad genera tiempo y energía, como cualquier otra. Trabajamos las relaciones interpersonales de manera altruista y porque nos compensa, en un toma y daca de bienestar. Pero, cuando las prioridades son otras, te tiene que seguir compensando mucho para afrontar ese gasto de tiempo y energía. Por feo que suene, te va sobrando gente en la vida.

Como quien mucho abarca poco aprieta, hace tiempo que entendí que calidad es mejor que cantidad. Y esto, que parece tan obvio para tanta gente, a mí me ha costado. He salido en un grupo muy amplio que se ha mantenido más o menos unido hasta que empezaron a llegar los bebés.

No puedo dedicar el mismo tiempo de calidad a todo el mundo, así que mi criterio de selección pasa a: amigas íntimas son las personas con las que tengo afinidad y comparto estilo de vida. Y la amiga que motivó este post ya no cumple uno de esos dos requisitos.

Esto no significa que ya no la quiera ni que vaya a desechar su amistad como quien desecha ropa vieja. Significa que, si ella se está distanciando y hay cosas que ya nos desunen mucho, decido no forzar algo empleando un tiempo y una energía que es limitado. Prefiero enfocarme en otras personas.

No creo que sea necesario tener una conversación, una recomendación que he leído alguna vez en el foro. No siempre hay que cerrar amistades de manera oficial para pasar página, a veces solo es cuestión de entender el contexto. Además, puede tratarse de una etapa. Es posible que la vida nos vuelva a unir y yo no quiero tener puertas cerradas.