Después de tres años juntos decidimos dejar de mutuo acuerdo la relación. Ya no éramos una pareja, éramos lo que empezamos siendo: unos amigos que se querían muchísimo y que no tenían ganas de acostarse juntos. 

Lo pasamos bastante mal cuando decidimos dar ese paso pero era lo mejor y lo más bonito que podíamos hacer el uno por el otro. Sentimientos no nos faltaban pero la chispa no iba a volver y yo quería volver a experimentar la sensación de enamorarme y tener una ilusión. 

De la manera más sana y natural posible seguimos viviendo juntos después de dejar la relación. Ya no era sólo por el contrato del piso, creo que eso siempre fue lo de menos. Teníamos a la gata, un pisito que para ser dos nos sobraban metros, una rutina en la que no nos podía faltar el otro. Muchos meses antes de dejarlo ya no había sexo ni había pasión pero si detalles, cariño, decisiones en común. Lo que con el tiempo me he dado cuenta es que amor nunca nos faltó. Hasta el último día de convivencia hemos dormido en la misma cama teniendo otra habitación libre. Jamás nos volvimos ni a besar siquiera pero estaba claro que nos hacíamos felices simplemente estando ahí.  

Si lo dejamos en enero llegó marzo y su confinamiento de 15 días (o eso dijeron en la tele) y nos lo tomamos a risa. 15 días de pelis, series, videojuegos y cocinar a tope. Los días pasaron y ya llegamos al mes. Yo tiempo antes de confinarnos ya tenía una vida social y sexual un poco activa porque lo iba necesitando y todo esto me estaba trastocando bastante. Tenía días en los que estaba súper irritada y enfadada porque por muy grande que fuera el piso sentía que si me tocaba o quería hacer cualquier tipo de guarrada mi ex estaba ahí. Días en los que él era el que estaba insoportable y quería tirarlo por la terraza mientras los vecinos cantaban el puto Resistiré. Días que nos emborrachábamos viendo vídeos random, días de tormenta viendo concursos de diana, días de no querer vernos sin ningún motivo, cumpleaños, videollamadas, juegos de mesa, días de scape rooms inventados, días de discusiones sin motivo. Todos y cada uno de esos días fueron maravillosos (incluso los días de discusiones fuertes) porque una de mis personas favoritas me había acompañado y le estaba muy agradecida. Pasaron los días y yo sólo pensaba en un día: el día que dejáramos de vivir juntos. Si ya estaba hecha a él lo que se me iba a venir encima iba a ser duro. 

Acabó el confinamiento y con ello muchos días de casi ni vernos, días bastante agradecidos para ambos.  

Llegó agosto y por salud mental y por avanzar en nuestra vida decidimos mudarnos cada uno a un nuevo piso. Ahí es cuando me di cuenta de lo mucho que lo quería y lo mucho que lo iba a echar de menos. Lo duro no fue en enero con la ruptura, lo duro fue cuando yo ya dormía sola, cuando la gata lo buscaba, cuando me pasaba algo y quería contárselo, cuando lo veía y no era yo la persona con la que se iba a ir a casa. 

En ese momento no lo vi pero el tiempo es cierto que lo cura todo y el confinamiento nos permitió tener esa despedida nos merecíamos.

 

Sandra Regidor