Llevo toda la vida escuchando comentarios relativos al tamaño del miembro masculino: chistes, comparaciones y alusiones al típico amigo que, al parecer, es el que goza del envidiado don de la buena dotación. En mi grupo lo apodan “bombero”, por el generoso tamaño de su “manguera”.

Pese a ello, hasta hace relativamente poco tiempo no me había topado con una distinción que, ahora, me encuentro por todas partes: la de penes de sangre o penes de carne. Mi descubrimiento fue casual. Me apareció en “Para ti” un tiktok que se volvió viral porque su protagonista se mostraba a sí mismo en una playa nudista. Su intención era que solo se le viera el torso desnudo, pero no contó con la sombra de su miembro que el sol reflejaba sobre la arena. La comunidad, obviamente, si se percató. Uno de los comentarios destacados le preguntaba: “¿De sangre o de carne?”. Y, entonces, busqué información.

Es posible que sea la única rezagada en estos conceptos, pero, por si no, aclaro:

  • Pene de carne. Dícese de un miembro pequeño con paredes cavernosas estrechas y depósitos de sangre grandes, luego capaz de aumentar más del doble su tamaño durante una erección.
  • Pene de sangre. Dícese de un miembro de tamaño considerable en estado normal, con músculo menos elástico y que no aumenta tanto su tamaño cuando está erecto.

como alargar pene

Durante la erección no habrá diferencias tan apreciables entre ambos tipos. Pero cuando están flácidas sí. Lo lamento por todos los chicos que tienen que sufrir las crueldades aparentemente jocosas de amigos y compañeros en los vestuarios, pero ese es otro tema.

Algo generalizado

Ya digo que, desde que me topé con el concepto, no he dejado de oírlo. Mi pareja, hombre, tampoco lo conocía, así que hicimos la clasificación de rigor de su miembro. Ahora, cuando nos encontramos una de esas pollas que ahora están por todas partes, nos miramos y decimos: “De sangre” o “De carne”.

Lo teníamos como simple broma interna de la pareja, pero constaté que las distinciones son algo muy generalizado cuando leí este mensaje en el foro. Una chica se extrañaba por la increíble diferencia del tamaño que tenía el miembro en reposo o en acción del chico con el que se está/estaba acostando. Tanto en la web como en redes sociales le hacían la ya manida distinción, pero el comentario que más me llamó la atención fue el de una usuaria que aseguraba preferir un tipo concreto de miembro.

Diosito, otra etiqueta más

Aquí una que ya fue catalogada como “llano-monte” durante la adolescencia por tener poco pecho, en comparación a las “monte-llano”, que gozaban de una delantera voluminosa. Otra absurda cuestión de tamaño que me tienta a urdir mi venganza contra los hombres hetero que nos etiquetan así desde que somos crías. “Yo tendré pocas tetas, pero tú tienes polla de [inserte “sangre” o “carne”], que es peor”.

 

Constato que, por alto que pueda parece el nivel de absurdidad al catalogar un cuerpo, siempre podemos ir a peor. Lo hemos hecho. Hemos ido a peor con esta distinción de miembros y esta confesión de preferencias a la que, con todos mis respetos, no le encuentro sentido. Será que yo no entiendo, pero, si te pareció disparatado el titular de este texto, me tienes en tu equipo.

¿En serio hay diferencias que puedas apreciar como pareja sexual, más allá de la vista? ¿En serio hay pollas “mejores que otras” o que generen preferencias por algún motivo que no sea el uso que le dé su portador? Y, al margen de eso, ¿tanto protagonismo tiene un tipo de pene u otro en el placer sexual? ¿Eso no es demasiado “falocentrista”, algo de lo que tantas veces nos hemos quejado?

Las etiquetas y preferencias físicas solo sirven para crear complejos, y tras ellos hay chicos que no se quieren quitar los calzoncillos en el vestuario, o que se visten inmediatamente después del sexo. Las etiquetas son desechables y esta, en mi opinión, es particularmente absurda.

Azahara Abril

(Instagram: @azaharaabrilrelatos)