A mí me gustan los hombres grandes. Eso ha sido así de siempre. Y no es por menospreciar al resto, de verdad que no, que en mi vida he tenido de todo. Pero mi radar se activa automáticamente cuando veo a un hombre alto y grande. Por eso, como no podía ser menos, mi actual pareja mide nada más y nada menos que 1,93. Y es que en el fondo empiezo a pensar que me atraen los hombres altos porque estar con ellos son todo ventajas.

(Antes de que empecéis con el ‘y qué pasa con los bajitos, eso es bullying, aquí tenéis un post maravilloso sobre hombretones pequeñitos)

¿Verdad que sí Jason?

Mis años de relación  y experiencia lo corroboran. Por eso, vengo a compartir con vosotras la felicidad absoluta que supone poner un monumento en tu vida:

  1. Tienes garantizados un sofá y una cama grande. Porque para que quepan los casi dos metros de mi chico no nos podemos conformar con cualquier cosa. Nuestros muebles serán una mierda, pero a nuestra cama de 2 metros y nuestro sofá de 3 no hay quien les haga competencia.
  2. Son una extensión de tu brazo. Lo que significa que llegan donde tú no llegas. ¿Escaleras? ¿Qué es eso?, sólo necesitarás decir: ¿Cariño me alcanzas eso por favor?. Por no hablar de los palos selfie. Yo siempre llevo el mío incorporado.
  3. Nunca los perderás allá donde vayas. Sólo tienes que levantar la vista y lo encontrarás entre todas las cabezas que tengas a la altura de tu visión. Lo que me resulta también muy práctico para las que estemos un poco cegatas.
  4. Son un radar estupendo. Igual que tú los encuentras fácilmente, ellos con su vista de águila desde las alturas son capaces de encontrar rápidamente a cualquiera que estés buscando. Por no decir que siempre ven lo que está pasando en las manifestaciones, atascos, aglomeraciones y todo eso que implique un gran número de gente concentrada en un mismo espacio. Son los putos amos.

    Así se sienten ellos.
  5. Tienen de ti la visión perfecta. Porque todas sabemos que las fotografías en plano picado con las más favorecedoras (Desde arriba). Pues él te ve siempre desde ese ángulo. Una maravilla.
  6. Dan unos abrazos de oso estupendos. Y es que a mi me encanta ese momento en el que me pierdo en sus brazos. Es uno de mis lugares favoritos sin duda.
  7. Los besos siempre te parecerán de película. Quizás sea una chorrada, pero yo eso de estirar los brazos, colgarme de su cuello y ponerme de puntillas me parece muy de película. Es una chorrada, lo sé, pero a cada una nos gusta lo que nos gusta.

    Decidme que esto no es bonito
  8. Puedes conseguir ventajas en lugares públicos. Cuántas veces habré conseguido una mejor mesa, una mejor ubicación, un mejor asiento o lo que sea porque mi monumento no cabe en cualquier sitio.
  9. Te hace siempre las fotos perfectas. No sé cómo lo hace, pero su altura le da a tus a fotografías el ángulo perfecto para que siempre salgan estupendas. Siempre que nos pide alguien si podemos hacerle una foto, le digo que se la haga él porque salen genial. En una boda más de una persona volvió a buscarlo para repetir fotografías, no digo más.
  10. Te hacen sentir protegida y segura siempre. Para esto no tengo una explicación lógica, pero os juro que es así.

Así que si eres como yo e inevitablemente te sientes atraída por hombres altos y grandes, créeme, pon uno en tu vida y disfruta de todas las ventajas que te ofrecen. Te aseguro que cuando pruebes uno te costará renunciar a ellos, porque además tienen la habilidad de quitarse la competencia de un plumazo. Yo culpo a mi chico de que ahora todos los hombres que conozco me parezcan demasiado bajos (¡Maldito!).

Y si aún no lo has encontrado, siempre puedes rezar como nuestra querida Emma para que el diablo nos clone a Jason Momoa.