Por mi suegra MA-TO

Señoras, señores y señoros: ¡hola! Hoy vengo a hablaros de las suegras. Sí sí, de las suegras, de ese sector de la población que nombras y automáticamente suenan abucheos enlatados, como las risas de fondo en las series pero al revés. ¿Hay suegras malas? No lo dudo, en absoluto. ¿Hay suegras buenas? Pues tampoco lo dudo. Es más, yo misma tengo la suerte de contar con una de ellas. 

 

Por si aún no os habíais dado cuenta, esto va a ser un alegato en defensa de la Corporación de Suegras S.L. Podréis decir que voy a hacer de abogada del Diablo, pero yo no lo creo. ¿Por qué siempre se tiene que humillar a las mujeres por ocupar sus diferentes roles en la vida? En los últimos años las mujeres nos hemos empoderado, nos hemos deconstruido, hemos aprendido que el resto de mujeres son aliadas y no enemigas, hablamos de sororidad y de todo aquello que antes eran temas tabú y, al fin, nos hemos despojado por completo de un sinfín de clichés.

Clichés

Hemos dejado de creernos el discurso de las rubias tontas, de las gordas que son simpáticas para “compensar” su físico (en serio, patriarcado, ¡que te jodan!), de las mujeres que no saben conducir, de las histéricas, de todas las exs que están locas, de las madrastras malas, de las feminazis… Los hemos borrado de nuestras mentes y hemos luchado contra ellos socialmente, tratando de erradicarlos también en el imaginario colectivo.

 

Pero hay una gran sombra de negatividad que aún planea sobre el género femenino: a las suegras se las sigue menospreciando y se las sigue humillando por el rol que les toca ejercer cuando sus retoños se emparejan. Y ojo, que yo sé que habrán suegras que serán el mal hecho persona, pero lo que yo vengo a decir aquí es que eso no ocurre porque sean suegras, es porque son así como personas.

Suegr@s

Me toca los ovarios que esa gran sombra no planee también sobre el género masculino, porque a los suegros no se les machaca en absoluto como se machaca a las suegras. Parece que las suegras sean como Voldermort, innombrables. Es oír esa palabra y, aunque nos estén hablando de la mejor persona del mundo, nos ponemos en alerta como si nos estuvieran hablando de Freddy Krueger.

 

¿Por qué no tumbamos también el mito de la suegra malvada, como hacemos con todos los demás estereotipos? Que habrán excepciones que confirmen la regla, pero por lo general las suegras que yo conozco son personas normales como nosotras y encarnan una figura que podríamos ocupar nosotras el día de mañana. Amiga, ¡que si eres madre o planeas serlo muy probablemente acabarás siendo suegra algún día!

 

A mí es que cuando se hacen chistes de suegras me hacen la misma gracia que cuando se cuentan chistes de mujeres, de negros, de gordas o de maricones. Vamos, 0 unidades de gracia, ranciosidad a niveles extremos, ganas de matar y potar creciendo. Y no es solo porque mi suegra sea un amor, que también tendrá que ver, si no porque me toca el potorro que por ser mujeres tengan que humillarnos en cada parcela de nuestras vidas. Porque como os decía, de los suegros no se raja como de las suegras y cuidao, que también los hay que son para darles de comer a parte.

Mi suegra

Como tendemos a hablar más de lo malo que de lo bueno, hoy voy a hablaros de la mujer a la que tengo la suerte de llamar suegra. Estoy convencida de que en las filas de WeLoverSize habrán suegras buenas y nueras agradecidas de la suerte que han tenido con su familia política. Ojalá esta oda a mi suegra os sirva de inspiración para compartir vuestras historias, ¡fardemos de ellas! Porque las suegras del mundo se merecen que hablen bien de ellas por una vez.

 

La mía es que es una puta pasada. Es una mujer fuerte y luchadora, inteligente, con mil temas de conversación, aventurera y joven, aún por fuera y para la eternidad por dentro. Llevo con mi chico desde los 16 años y, desde siempre, mi suegra me ha tratado como a una hija. Me ha echado broncas cuando me las ha tenido que echar y un cable cuando lo he necesitado, me ha dado algunos de los mejores consejos de mi vida, me ha preparado caldo para esos unos de enero en los que solo te quieres morir después de una noche de fiesta y hasta me ha curado heridas, físicas y emocionales.

Indefensa

Como os conté en “20 años sin mi madre: todo lo que me gustaría habernos dicho”, cuando era una niña mi madre murió. No lo voy a hacer largo, porque nos daría para otro post, pero mi historia familiar desde entonces ha sido de todo menos bonita. Ha habido alcoholismo, drogadicciones, relaciones tóxicas, enfermedades mentales y situaciones muy chungas relacionadas con todo esto que me han hecho sentirme, de alguna manera, indefensa y desamparada.

 

Todo esto me convirtió en un saquito de traumas y reconozco que, antes de empezar terapia hace ya 6 años, yo no era la mejor compañía para nadie. Porque estaba rota, triste y furiosa y, lo de la inteligencia emocional, no lo llevaba demasiado bien. Creo que ninguna madre hubiese querido que su hijo, con una vida feliz y tranquila, se viese involucrado en la vida compleja de una persona como yo.

Pero joder… Es que mi suegra es la mejor. Nunca me trató mal ni me hizo ningún feo, estuvo a mi lado como hubiese estado una madre, diciéndome las verdades incómodas que no queremos oír y ayudándome en todo lo necesario para que volviese a salir a flote. 

Apoyo

Más allá de que fuese el apoyo que yo no encontraba en mi hogar, mi suegra es de esas personas que siempre se preocupa por los demás. Si sabe que has ido al médico, es la primera en llamarte para ver cómo estás y si necesitas algo.

Cada vez que he tenido un evento importante, me ha ayudado a escoger el vestido y a arreglar lo que fuese necesario para hacerlo completamente mío. Tías, que estoy deseando casarme solo para compartir con ella todo lo que envuelve al que probablemente será el vestido más importante de mi vida.

felices

Cuando conocí a mi chico y aún lidiaba con mi TCA, la mujer lo notó y lo habló con su hijo. Ella es de las que dice que su casa no es un restaurante y que todo el mundo come lo que ella cocine y no lo que le apetezca pero, en esos momentos, se preocupaba de saber qué me gustaba más y, aunque hubiese macarrones para comer, a mí me hacía un pescadito a la plancha si me lo iba a comer más agusto.

Dicen que madre solo hay una, pero yo he tenido la suerte de tener algunas más, entre las que figura mi suegra. Esa mujer con la que he reído, he llorado, me he emborrachado, me he ido de viaje, he comido cosas ricas y me he sentido como en casa. Porque en definitiva mi suegra es eso, es casa y es maret.

Casa Suegros es paella los domingos, risas aseguradas, chupitos y largas charlas de sobremesa. Es contarnos las penas y reírnos las alegrías, cobijo, aprendizajes y tuppers que ni cierran de lo llenos que van.

Una madre

Me ha contado cosas que no les había contado ni a sus hijos para enseñarme que la familia de sangre no lo es todo y que, cuando no se portan bien con nosotras y nos joden la vida, alejarnos no es ser egoístas, sino pura supervivencia.

Se ha alegrado de mis logros y ha sido hombro en el que llorar en mis fracasos y frustraciones. Soltó una lagrimita el día de mi graduación y el día de mi primer gran éxito laboral. Me ha dicho más de una vez lo orgullosa que está de mí y lo mucho que me quiere.

Es una mamá leona que, más que verme como la depredadora que viene a arrebatarle a su niño, me ha visto como una nueva hija a la que acoger bajo su ala de madre.

 

La vida no me lo puso fácil con mi núcleo familiar de origen, pero a cambio me regaló a la mejor suegra que podría desear. Una mujer comprensiva, buena y cercana que me da un abrazo largo cada vez que nos vemos.

Tengo mucha suerte, ¡lo sé! Si tú también la tienes, grítalo a los cuatro vientos y únete a mi oda suegril, ¡que el día que nosotras seamos suegras no quede ni un estigma por derribar!

 

Desdudándonos